Capítulo 13: The Kissing Booth 3

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-Dame la dirección del hospital - me pidió.
Asentí y se la dicté.
Noah se había puesto sus gafas de sol y a pesar que escondieran sus magníficos ojos azules le quedaban super sexy.
Los primeros minutos estuve mirando por la ventanilla, con la música de fondo.
Eso siempre me ponía o melancólica o muy feliz dependiendo de la canción y de mi estado de ánimo y hoy parecía ser uno de los días más melancólicos.
No pude evitar pensar en cómo Noah y yo habríamos actuando antes, hace unos siete meses, cuando seguíamos juntos. Seguramente yo habría cantado cualquier canción mientras él se quejaba de lo mal que cantaba mientras sonreía, porque sé que a Noah en el fondo le encantaba y a mí me encantaba que le encantara.
Por desgracia tampoco pude evitar pensar en la cantidad de chicas de Harvard que habría llevado en su coche... ¿Lo habría hecho en el asiento de atrás con alguna de ellas? ¿O en el que iba yo sentada?
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al pensar en aquello.
Noah lo percibió.
-¿Tienes frío? - preguntó preocupado.
"Qué inocente. Si supieras que te estaba imaginando follar con otra..."
-No, estoy bien - dije sin despegar la vista de los paisajes que pasaban a través de la ventanilla.
Pasaron varios minutos así, en los que el único sonido era el de la radio, hasta que Noah habló:
-Elle... Dime la verdadera razón por la que vas al médico.
-Ya te lo he dicho - giré la cabeza para mirarle.
Él seguía mirando a la carretera pero desvío su vista un segundo para mirarme y tras suspirar volvió a centrar su atención en ella.
-Elle, no me mientas a la cara. Llevas muy rara todo el día.
-No estoy rara.
Rodó los ojos.
-Sí, lo estás.
-No lo estoy pero, si lo estuviera, no sería por el médico.
-Entonces, ¿por qué? - dijo en tono molesto. 
-Por nada, Noah.
Elevó un poco las comisuras de sus labios hacia arriba mientras negaba con la cabeza. Un gesto de clara exasperación.
-Se me está agotando la paciencia.
"Pues ya somos dos", pensé.
-¿En qué?
-Elle, dime a qué vamos o doy media vuelta ahora mismo - su tono fue muy firme.
-No te atreverías - sonreí.
-¿Qué no? Ponme a prueba.
-Te importa mi salud.
-Si pero, si no es tan nada importante, tampoco pasará nada si te la retrasan un mes más. Al fin y al cabo es una revisión, ¿no? - dijo con rintintín.
-Noah...
-Mira, justo ahora hay una rotonda - comenzó a girar el volante -. Daré media vuelta.
-No, Noah. Toma la tercera salida como pone en el navegador.
-Pues dímelo ya. Queda un minuto para pasarme la salida.
-Noah, por favor - le miré suplicante. Pero él tenía su vista fija en la carretera y al final se pasó la salida.
-¡Eres imbécil! ¡Da media vuelta! - grité cómo una loca.
No podía llegar tarde.
-Dime por qué vas al médico - volvió a repetir mientras cogía el GPS para mirar una ruta alternativa.
-Mira, en la siguiente rotonda la segunda salida a la izquierda. Tardaremos diez minutos más que en la ruta original pero menos tiempo que en volver al punto de partida.
-Hasta que no me lo digas no te voy a llevar.
-¡Noah Flynn, ¿eres imbécil o qué te pasa?! ¡¿No entiendes que no puedo faltar a la cita de las narices?!
-¡¿Tanto te cuesta decirme a qué vas?!
Suspiré profundamente y coloqué el GPS en su sitio.
-La rotonda está a cinco minutos de distancia.
-Elle... Dímelo. No seas cría.
-¡Yo no soy quien hace chantaje para averiguar algo!
Noah suspiró.
-¡Dímelo y ya está!
-¡¿Y si no quiero?! ¡Tú no me puedes obligar!
Entonces Noah dio un volantazo, colocándose a un extremo de la carretera fuera de los carriles de coches y frenó de golpe.
-¡¿Quieres dejar de gritar?! - se llevó las manos a la cabeza y después se giró a mirarme -. ¡Eres la cría más inmadura y más cabezota que he conocido en mi puta vida! ¡No lo soporto, de verdad que no te soporto! - su respiración después de aquello fue superficial y agitada.
Yo me quedé inmóvil ante su ataque de "ira".
"¡...de verdad que no te soporto! ¡...no te soporto! ¡...no te soporto!"... Se repetía constantemente en mi cabeza.
Me desabroché el cinturón dispuesta a salir y hacer autostop para ir al médico pero Noah me agarró de la mano.
-Lo siento - dijo mirándome a los ojos -Por favor, abróchate el cinturón. Te llevaré al médico. No sé porqué he hecho eso. Perdona.
Le mantuve la mirada durante unos instantes sopesando mis opciones.
1) Podía bajar del coche sin decirle nada y hacer autostop para hacer que se sintiera mal.
2) Podía volver a abrochar el cinturón para que me llevara y no dirigirle la palabra.
3) Podía empezar a gritarle y llamarle de todo, después salir de coche con dignidad y hacer autostop.
Y elegí la segunda opción por varios motivos: no me valía la pena insultarle y perder el tiempo que me quedaba en hacer autostop y esperar a que algún alma caritativa parara y estuviera dispuesta a llevarme a un hospital que está a cuarenta minutos de allí.
En silencio me abroché el cinturón bajo la atenta mirada de Noah, que suspiró ligeramente aliviado.
-Gracias - volvió a arrancar el coche.
Y esa vez me quedé completamente en silencio dispuesta a no volver a dirigirle la palabra... Al menos durante un buen rato.

The Kissing Booth 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora