—Le pregunté si podía besarle y me dijo que sí, así que me abracé todavía más a él, cerré los ojos y...
—Y os besasteis. —chilla Aitana sin dar tiempo a que su amigo se explique. —Esta vez sí que os besasteis. No me digas que os volvisteis a quedar con las ganas.
—¿Os besasteis? —pregunta también Miriam expectante.
Raoul suspira, nota el calor subir a sus mejillas, baja la mirada al suelo y responde.
—Sí, nos besamos.
Unos segundos de silencio en los que nadie se mueve y el cuerpo de Aitana impacta contra el suyo en un abrazo feliz, apretando alrededor de su cuello, mientras un grito agudo sale de sus labios para dar directamente contra la oreja del chico.
—¡Sois novios, sois novios, sois novios! ¡Agoney es tu novio!
Ríe divertida y Raoul le devuelve el abrazo con toda la fuerza de la que es capaz. Porque, en ese contacto, descarga toda la adrenalina que tiene acumulada desde anoche.
Cuanto más lo piensa, más surrealista le parece. Realmente se besaron. Realmente sus labios tocaron los del canario, los acariciaron y los mimaron hasta que tuvieron que separarse para recuperar un poco de aire.
Todavía recuerda los párpados de Agoney separándose para mirarle a los ojos y las pestañas tremendamente largas enmarcando esa mirada de ensueño. Aún más bonita gracias al maquillaje.
Recuerda apartar la mirada y bajarla para huir de él, pero se topó con sus labios sin querer y se preguntó por un segundo cómo había sobrevivido tantos días sin probarlos.
Estaban ahí, tentadores, apetecibles, húmedos y suplicándole otro beso.
Y Raoul no pudo negarse a repetirlo.
Un nuevo roce de labios. Otro contacto nada disimulado y la sensación de los dedos de Agoney abandonando su cintura para recorrer su espalda con suavidad, despertando cada nervio de su cuerpo, erizando cada vello de su piel al pasar. Electrizante, maravilloso, mágico.
Así pasaron toda la noche, entre besos robados y otros pedidos y concedidos con ganas. Sin dejar de mimarse la piel y sin dejar de disfrutar de la sonrisa del contrario. Algunas palabras dulces escaparon de sus labios sin poder evitarlo. Tiernas, llenas de promesas sinceras y de esperanzas de un futuro común.
Pero solo eran ideas, conceptos indeterminados que no tenían traducción al mundo real.
—No, chiquitina, todavía no somos novios. —explica el chico con una sonrisa adorable.
La chica se separa de su abrazo y se da la vuelta para mirar a Miriam.
—Tía, ¿le has escuchado? Que llevan dos semanas encoñados perdidos, pasando juntos cada ratito que pueden, se cuentan su vida, tocan el piano juntos y cenan en la suite presidencial... Y ahora se besan y aún tiene el valor de decir que no son novios. ¿Quién va a creerle a estas alturas?
La gallega estalla en una carcajada antes de responder.
—Raoul, deja de mentirnos que nadie te cree ya. Si sois novios, pues sois novios, no pasa nada.
—Miriam, confiaba en ti para frenar a la loca esta. ¡No entres en su juego! —ríe Raoul señalando a Aitana.
Pero la gallega le devuelve la sonrisa y se acerca a él con los brazos abiertos.
—¡Dame un abrazo, idiota!
Y ambos se abrazan con ganas, cerrando los ojos, compartiendo el momento y dejándose vivir en los brazos cálidos del contrario.
Así pasan unos segundos, hasta que Miriam le habla, susurrándole al oído, como si estuviera contándole un secreto.
—Ahora nos toca conocer a la estrellita.
Pero, aunque ha hablado a un volumen muy bajo, no ha sido suficiente para no llegar a los oídos de Aitana.
—¡Eso! ¡Tienes que preparar una cena para los cuatro y así le damos el visto bueno a tu chico!
—Que no es mi chico, por favor, no le digáis eso que lo vais a espantar. —se queja Raoul separándose del abrazo de la gallega —Pero, si queréis intento preparar algo para que le conozcáis.
—No, de intentarlo nada. O me lo presentas o dejamos de ser amigos.
Aitana se cruza de brazos, enfurruñada y el rubio busca su barbilla para alzarla de nuevo.
—Vale. —accede Raoul, alargando mucho la primera vocal —No sé cómo lo haré, pero mañana cenamos los cuatro juntos.
—¿En el restaurante? —pregunta Aitana —Lo digo porque si es en el restaurante tendrá que ser a las once o así, cuando todos los huéspedes hayan cenado ya.
—Bueno, también puede ser aquí, en nuestra salita de descanso. Seguro que podemos pedir que nos preparen una mesita pequeña y nos organizamos bien. —propone Miriam.
Pero el ceño de Aitana se frunce antes de replicar.
—¿Cómo vas a traer a Agoney a cenar a este cuchitril en el que cabemos tres personas y nos viene justito? ¡Que es una estrella internacional! Las estrellas cenan en sitios de estrella, no en un cuartito para los trabajadores.
Y ambas se enzarzan en una discusión sobre cuál es la mejor manera de tratar a un artista como Agoney. Si es mejor prepararle una comida especial o si optan por prepararle el menú que cenan los demás huéspedes. Si preferirá cenar en el restaurante, en la cafetería o en algún sitio aislado sin que nadie pueda cortarles la cena para pedirle fotos...
—Chicas, chicas. —interrumpe Raoul —Que Agoney es mucho más sencillo que todo eso.
—Entonces, ¿le gustará más aquí? —interpreta Aitana.
—No sé lo que le gustará más, pero lo que seguro que no le gusta es que penséis en él como alguien distinto a cualquiera de nosotros. Vive cada minuto del día siendo una estrella y todo el mundo le trata como tal. Creedme que, lo que más agradece es que le veáis como una persona, como Agoney. Como mi... —Respira hondo, poniéndose nervioso por cómo va a terminar la frase —¿novio?
Ambas se quedan mirándole boquiabiertas, porque ha utilizado la palabra. Esa palabra que siempre le cuesta tanto tiempo utilizar.
Novio.
—Miri, tía, —comienza Aitana sin apartar la mirada de Raoul —ha dicho novio. ¡Ha dicho novio! Sujétame que me voy a desmayar.
Finge un desmayo dramático y Miriam la coge por la cintura para evitar que se caiga mientras Raoul se ríe con ellas. Son sus mejores amigas y la verdad es que está deseando que conozcan al canario.
Ojalá se lleven bien. Ojalá se hagan amigos. Y ojalá Agoney diga que sí.
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Quarantine |Ragoney|
FanfictionUn hotel de lujo se ve obligado a cerrar sus puertas a cal y canto por decisión de las autoridades sanitarias y todos sus huéspedes y empleados quedan aislados para evitar expandir el virus. Hay muchas reglas: lavarse las manos, llevar mascarilla y...