1056 horas en cuarentena

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—¡Hasta las narices me tiene!

Aitana irrumpe en la sala de descanso de los empleados a voz en grito y con paso acelerado. Camina hasta encontrar una silla libre y se sienta antes de continuar hablando.

»¿Te crees que los niñatos del fin de curso me han hecho subir porque pretendían que me uniera a su fiesta adolescente? Por supuesto, les he dicho que no. Y entonces han intentado sobornarme. Mil euros me ofrecían para ser su mono de feria. ¡Cómo se nota que sus papás son gente influyente y que el dinero se les sale por las orejas!

Resopla, indignada, con el enfado supurando por los poros de su piel.

»Y encima, cuando consigo decirles que no, que no me van a comprar y que no soy su criada, se aprovechan de la situación y me piden que les rellene el minibar, porque se lo estaban bebiendo. Total, que me ha tocado bajar al almacén, coger las botellas que les faltaban y volver a subirlas, todo ello con mi mejor sonrisa. ¡Os juro que, si algún día salimos de aquí y me los encuentro por la calle, pienso decirles de todo!

—Joder, Aitana, ¡menuda semanita llevas! —exclama Raoul, empatizando con su compañera.

—¡Qué suerte tuviste, cabrón! Tú, que a los tres días de estar encerrado te llamaron para atender al pijo de la presidencial y te olvidaste del resto de huéspedes. ¡Y ahora, encima, te lo tiras!

—Aitana, por favor. —pide Raoul, notando como el calor sube a sus mejillas rápidamente, sabiéndose rojo como un tomate.

—Perdón, es verdad, me estoy pasando. —respira hondo, traga saliva y se apoya en el respaldo de la silla, mirando al techo para tranquilizarse.

La sala se queda en silencio unos segundos. Todas las personas que paseaban arriba y abajo por ella se han quedado parados, mirando a la chica, empatizando con ella, porque todos han tenido una mala época en ese hotel.

Están cansados de que algunos de sus clientes sean niños ricos sin respeto por nada, pero eso lo pueden asumir, están demasiado acostumbrados. Pero es cierto que hay días, semanas e incluso meses en los que parece que el mundo se vuelva en su contra.

—Aitana —Miriam rompe el silencio cuando considera que la chica está un poco más relajada —¿Quieres cambiarme el turno? Después de las cenas te echas a dormir un rato y trabajas por mí mañana por la mañana. Yo me encargo de la fiesta de los chavales. ¿Te apetece?

Los ojos de la catalana se llenan de lágrimas de agradecimiento y de cansancio. Ahí está Miriam, su amiga, ofreciéndose a lidiar con esos jóvenes por civilizar que llevan horas insoportables haciéndole la vida imposible. Pero no solo con ellos, también con el de la 315 que lleva varios días llamando para tonterías.

Se levanta de la silla y se acerca a su amiga para abrazarla con todas sus fuerzas, susurrándole al oído el "Gracias" más sincero del mundo.

—Te debo la vida, Miri.

—No me debes nada. Si no nos cuidamos entre nosotros, ¿quién nos va a cuidar?

La chica le regala una sonrisa sincera y respira hondo de nuevo para volver a hablar.

—Voy a ayudar a Thalía con las cenas y te prometo que, en cuando se vacíe el restaurante me voy a dormir.

—Estaré atenta por si te reclaman de nuevo, chiquitina. Pero descansa, por favor.

—Si me necesitas, yo también estoy libre. —interviene Raoul —O sea, en teoría mi trabajo es el más sacrificado, pero en la práctica, Ago entenderá perfectamente que me vaya a hacer otras cosas en vez de estar con él.

—No, no, tú sigue trabajando en tus canciones, a ver si tienes suerte y puedes largarte de aquí cuanto antes.

Raoul también abraza a su amiga, intentando tranquilizarla.

—Sabes que es un buen trabajo y que vale la pena. No dejes que algunos idiotas potenciados por el encierro te amarguen. Sé que es dificilísimo, pero intenta ser fuerte, por favor.

—Sí, lo sé... Si me pongo a pensarlo, es verdad. Es un trabajo que me gusta y que me da para poder vivir con tranquilidad. Las condiciones no son malas, lo único que me toca las narices es tener que lidiar con algunas personas que ni siquiera merecen ser llamadas así.

Un segundo abrazo, al que se une Miriam y que significa mil cosas. Significa amistad, compañerismo, empatía, conexión. Se separan pasados unos segundos y Raoul intenta romper la tristeza con una broma.

—Miri siempre quejándose de que no había que tocarse por el virus y ahora es la primera que se une a los abrazos de los demás.

La chica abre la boca, fingiéndose ofendida.

—Eso es porque sois unos irresponsables. Antes y ahora.

—Seremos lo que tú quieras, pero, si no estuviéramos aquí te aburrirías un huevo. —añade Raoul.

—Lo reconozco.

Los tres se ríen cómodos y esta vez es Aitana quien interviene.

—Chicos, me voy hacia la cocina para ayudar a Thalía, que siempre va hasta arriba a esta hora.

—Sí, yo me voy contigo, que tengo a Ago esperando su cena desde hace más de media hora.

—¡Como si no le hubieras dado de comer esta tarde! —dice Aitana.

Una frase que activa sus pensamientos y se pone nervioso recordando los labios de su chico subiendo ansiosos, arriba y abajo sobre su pelvis. Los rizos cayendo desordenados por la frente y los ojos cerrados, disfrutando de los gemidos de placer que Raoul le regala.

Cuando vuelve al mundo real, dos pares de ojos le miran atentos y dos sonrisas traviesas le hacen sentirse incómodo

—¡Ay, ya, chicas, parad!

Se lleva las manos a las mejillas, tapando su sonrojo y Aitana y Miriam se ríen a carcajadas por su reacción.

—Vamos, que es verdad. —continúa Miriam.

—Sí, es verdad. —responde un sonrojado Raoul que intenta que la conversación termine cuanto antes.

Quarantine |Ragoney|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora