Me aterra estar solo

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Entonces, lo que paso hace poco fue que pues...

-El abogado del padre de Nathaniel es alguien que parece controlar el jurado como si estuviera hipnotizándolos.

- Castiel está atrapado en la casa del esposo de Afrodita.

- Ahora, Nathaniel, que ahora está vestido con ropas griegas y armado con una espada, tiene la misión de rescatar a su novio.

Narra el rubio.

-Preparaos – Dijo la peli verde, mientras dejaba escapar su magia verde, haciendo que todo a mi alrededor se volviera negro y yo sintiera mi cuerpo flotar en el vacío.

- Déjame decirte, Nataniel, que tu plan me sorprendió – Dijo Darién, no podía ver su rostro en la oscuridad, pero podía escucharlo a mi izquierda, era una lástima que no pudiera verlo (aunque nunca podría admitir que el elfo me aprecia atractivo en presencia de Castiel, la verdad su estoica figura me aprecia muy bella) sonreí al imaginar a Castiel haciendo una escena, como suele hacerlas cuando ve algo que no le gusta.

Pensar en el me entristeció un poco, la verdad lo echaba de menos y eso que para mí habría pasado solo un día sin verlo, para Castiel habría pasado una semana, ya que decidimos llegar a casa de Hefesto todo ese tiempo después de cuando los elfos habían entrado, para que no supiera exactamente cuándo volveríamos y encontrarlo, tal vez, con la guardia un poco baja.

- Bueno, dadas las circunstancias, no podría dejar pasar una oportunidad así – Respondí al peli plateado.

- Me parece que es peligroso tenerte de enemigo, cabellos de oro – Escuché la voz de Darlia a mi derecha, en tono alegre.

- Quisiera que eso fuera cierto, para todos – Dije mientras pensaba en mi padre. No tenía idea, porque me costaba tanto ganarle. Cuando me paraba frente a ese hombre, su mirada siempre me hacía sentir como un niño frágil e indefenso ante sus puños, me aterrorizaba.

- Silencio, ya casi llegamos – Dijo, Lisfeth en tono gruñón, alejándome de mis pensamientos.

Fue cuando llegamos a la casa de Hefesto, el odio me recorrió el cuerpo al ver esa enorme construcción de un solo piso, devolviéndome a la realidad. Había una enorme puerta blanca, era la entrada a la vivienda que donde tenían a Castiel como herramienta de tortura. Sonreí mientras avanzábamos al enorme cobertizo, el dueño seguramente se arrepentiría de haber subestimado a los humanos.

-Síguenos – Después de abrir las tablas que escondían los circuitos de seguridad y cortarlos, los elfos atravesaron una ventana que se encontraba en una pared lateral. Me tendieron las manos para ayudarme a subir, pero yo simplemente sonreí y entré de un salto sin hacer ningún ruido.

- ¿El otro era igual de útil? – Dijo Lisfeth en tono de mofa.

- No es mi culpa que no confiaran en sus habilidades – Respondí con el mismo tono – Me imagino que lo tenían de refuerzo y ni siquiera le preguntaron por su habilidad – Sonreí con malicia al ver sus miradas incomodas. Podría enojarme, pero ya se habían disculpado, algo me decía que esa experiencia les permitió reconocer su egocentrismo y como eran lo suficientemente listos como para intentar reparar sus errores, no veía nada por lo que enojarme – No importa ya, por ahora, síganme – Dije mientras colocaba mi mano en el pomo de la espada y avanzaba a través de los pasillos.

Con mi cerebro en los planos, recorrimos la enorme casa, que parecía tener un laberinto hecho de pasillos tan grandes y espaciosos que un gigante podría caminar de pie. Al estar preparado para la fabricación de todo tipo de objetos, este lugar no tenía donde guardar prisioneros, pero sí infinidad de habitaciones poco utilizadas.

Castiel x Nathaniel: El misterio de un amor secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora