Una nueva habilidad

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Narra Nathaniel.

Camine hacia mi casa cuando el camión me había dejado en la parada, yo no podía dejar de pensar en el pelirrojo, no entendía por qué pasaba pero cada vez que yo recordaba el momento en que su mano paso por mi cabeza, acariciándome, mi corazón se aceleraba de nuevo, yo intentaba calmarme, pero la sensación se quedaba sobre mi pecho, era un poco dolorosa "¿Qué es esto?, ¿será que Castiel me...?"

-Oye tu – No termine de completar mis pensamientos, pues una vos a mi espalda me hizo girarme, tres hombres entre los 30 y 35 años me miraban a unos metros.

Los ignore por completo y seguí caminando "¿qué querrán?" pensé con todos los sentidos alerta, mire alrededor, la calle estaba totalmente desierta, no había nadie en los alrededores. La calle estaba llena de edificios departamentales o casas con bardas altísimas, no había forma de encontrar un lugar en donde pedir ayuda o esconderme - ¡Detente! – Uno de los hombres me había alcanzado sin que yo me diera cuenta y cerró su mano como una tenaza alrededor de mi brazo izquierdo, mi brazo bueno.

- Oiga, ¡Suélteme! – Grite con furia, los otros dos hombres no tardaron en acercarse y rodearme.

- Valla que bastardo más educado, tratándome de usted ¿he? – Los otros dos hombres rieron a mí alrededor.

-¿Qué quiere? –

- Digámoslo así rubiecito– Dijo mientras sacaba un cuchillo y lo ponía frente a mis ojos, el brillo de la cuchilla reflejaba la luz del sol poniente – Nos llevaremos todas las madres que lleves, y nunca volverás a vernos en tu puta vida–

- Si coperas saldrás de esta entero ¿comprendes niño? – Dijo el hombre a mi izquierda. Yo sentí miedo, un escalofrió me recorrió el cuerpo y uno podría pensar que yo debí de asustarme de esos matones, pero en realidad me asustaba la posibilidad de que estos hombres me hicieran llegar tarde a mi casa otra vez y encima sin mis cosas, me asustaba mi padre, y lo que pudiera hacerme, con estos hombres yo solo sentí una emoción: la furia.

- Suélteme Imbécil – Grite forcejeando el agarre de ese hombre, el cual era por mucho más alto y musculoso que yo.

- Estate quieto – me ordenó, el hombre se dispuso a hacer un movimiento con el cuchillo, pero yo no permití que lograra hacer algo, pues más rápido de lo que yo mismo pude esperar mi pie derecho se dirigió a la cara de ese hombre soltándome de su agarre. –Aggg, ¡Hijo de puta! – Grito el hombre.

- ¡Len!, ¿estás bien? – Pregunto el hombre a mi derecha.

- Si, pero este pendejo está muerto – dijo mientras los tres hombres se abalanzaban sobre mí, pero yo les di un golpe en el estómago a los tres al mismo tiempo, a uno con el codo de mi brazo vendado, al otro con mi pie izquierdo y al otro con mi puño derecho.

- ¿Pero qué? – Dijo Len confundido. No tuve tiempo de analizar cómo había hecho eso, aproveché la distracción para correr, tenía que llegar a un lugar más poblado. Los hombres no dudaron en perseguirme, vi mi reloj, ¡treinta minutos para el toque de queda! Mi furia creció hacia esos hombres, quienes estaban a punto de hacerme llegar tarde, por ver el reloj mientras corría no vi una piedra en el camino y caí al suelo, solo pudiendo detener mi caída con la mano derecha "por favor Nathaniel, no estás en una moraleja" pensé regañándome, los hombres enseguida me alanzaron. Pero justo antes de que llegaran a mi altura alce ambos pies al aire, apoyándome en mi mano buena, golpeando en la cara con esa patada doble a dos de los hombres que me perseguían, quienes cayeron al suelo, atontados por el golpe en la cara.

Len que venía algo atrasado vio como yo daba una vuelta en el aire aterrizando de pie, él se veía tan sorprendido como yo por lo que yo mismo acababa de hacer.

Castiel x Nathaniel: El misterio de un amor secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora