El juicio

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A la mañana siguiente, lo despertó el hambre. Abrió los ojos y vio el techo, la luz entraba por la ventana, era un día soleado. Se levantó, se puso una camisa blanca y unos pantalones como siempre y abrió la puerta. Miró por el corredor, la puerta de la habitación de la castaña estaba abierta. Pero parecía que ya había salido de allí.

Bajó por las escaleras y vio el lugar, cada día iba teniendo menos cosas. La castaña estaba comenzando su mudanza lentamente. En eso, recordó que al fin se iría hoy... sí... Suspiró y luego sintió el aroma de café en la cocina. Se dirigió hacia allí y la vio, traía unos pantalones y un musculosa negra. Estaba cocinando tostadas. Volteó y al verlo suspiró asustada.

-¡Señor! Debe dejar de hacer eso...- Susurró por abajo aún nerviosa, la había asustado.- Buenos días, ¿le gustaría tostadas con su café?- Severus se cruzó de brazos, la miró de costado y asintió. Puso las dos tazas para que luego ella sirviera el café, esta le sonrió.

Desayunaron en el comedor en silencio. De vez en cuando la castaña levantaba la vista para verlo, su mirada seria nunca se quitaba de su rostro...

Cuando terminaron, desaparecieron las tazas y los platos que estaban usando... ¿qué se decía a vísperas del adiós? Se preguntaba Hermione constantemente, queriendo abrir la boca, pero nada salía. Hasta que algo salió.

-Señor... quisiera que se llevara algo de ropa... lo imprescindible y necesario al menos...- Snape negó con la cabeza.- Por favor... solo tres prendas de pantalones, camisas y sacos...- Snape suspiró, no lo dejaría en paz jamás. Así que solo suspiró como respuesta. Hermione subió entonces a la habitación y armó una pequeña maleta, agregando tres pares de zapatos también. Snape la miraba desde la puerta... la veía pensante, ¿qué necesitará? Tal vez deba ponerle también esto... Escuchaba sus pensamientos, miraba la habitación y así. Luego volteó y este se cruzó de brazos.- ¿Quiere llevarse libros?

-No Granger, no insista.- Hermione abrió la boca, pero este la fulminó con la mirada, esta asintió rendida.

Se hizo la hora dicha, y ambos bajaron por las escaleras, Severus encogió con un toque de varita la maleta que ella le había hecho, se seguía preguntando por qué la aceptaba. Pero aún así lo hizo. La guardó en el bolsillo del saco. Volteó a mirarla, ella traía una cara seria.

-Señor...

-Granger...- Dijeron al mismo tiempo. Hermione se sonrojó.- Gracias, por todo. Tal vez no haya sido mi decisión estar aquí, pero me sacó de ese hospital. Y se preocupó...- Hermione le sonrió de costado.- Bien... Adiós Granger...

-Señor... quiero que se lo lleve.- Snape alzó una ceja. Hermione convocó el libro de Orgullo y Prejuicio, lo miró y le sonrió.- Sé que le disgusta, no le agrada...- Se lo extendió.- Pero espero que cambie su idea del típico amor cliché.- Snape lo tomó, lo miró y le sonrió de costado no muy convencido.- ¿Desea usar la chimenea?- El pelinegro negó con la cabeza.

-La casa aún no tiene habilitada la red flu.- Hermione asintió. El pelinegro abrió la puerta y volteó una última vez.- Adiós Granger... Gra... Gracias.- y comenzó a caminar por la calle. Hermione cerró la puerta y luego se dio cuenta. Buscó un pergamino y una pluma, rápidamente anotó la dirección de su nueva casa. Abrió la puerta y miró, ¿se habría desaparecido? Pero iba por la esquina. Corrió con todas sus fuerzas.

-¡Señor! ¡Snape!- Gritó. Severus volteó con una ceja arriba, vio que corría hacia él. Cuando ya estuvo a un metro, la castaña se tropezó con su propio zapato. Snape la agarró en el aire y la levantó. Se quedaron mirando unos segundos, muy pegados. Sus rostros habían quedado a cinco centímetros de distancia. Hermione se sonrojó, y Snape retrocedió un paso.

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