Castigo

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Luego de una ducha, se sentó frente al tocador y después de secarse el pelo se puso el uniforme. Tomó nuevamente su saco negro largo abrió la puerta y salió.

Caminó por los pasillos pensando, ¿era su imaginación otra vez? ¿La tensión que comenzaba a sentir con Snape solo era obra suya? ¿O solamente el hombre le gustaba jugar así con la castaña? Siempre había sido correcto, y jamás se enteró de nadie a quien le hubiera tocado una escena similar a la que la noche anterior le tocó presenciar a Hermione. Sintió la colonia no renovada de su traje y el olor a pergamino, el olor a menta de su boca al hablar... Llegó a sentir levemente el roce de su nariz en la oscuridad... tan cerca y asimilando si cometer el pecado o no hacerlo... La castaña cerró los ojos un momento, suspiró y dobló en la esquina.

Frente a la puerta del gran salón, Ginny estaba con algunos libros y al verla le sonrió. Hermione la saludó y la ayudó con los libros... Hablaron sobre la semana, pero Ginny notó algo más en su mirada.

-Hermione... ¿qué sucede?- La castaña la miró unos segundos, miró luego hacia donde estaban Harry, Ron y Neville riendo mientras desayunaban. No era un tema importante, solo sucedía que Snape a veces podía ser un hombre con sentimientos pero también un cretino posesivo, nada más.

-Nada Ginny, estuve corrigiendo pergaminos y estoy algo concentrada en eso.- Mintió, pero la pelirroja asintió a medias. Luego se acercaron a la mesa para desayunar.

El desayuno terminó y cada quien fue a los salones. Hermione esperó a que todos los niños de primero entraran. Snape la miró a los ojos y ella no le bajó la mirada. En la puerta de las mazmorras, ella pasó lentamente frente a él mientras lo miraba de costado. Snape falló ante la idea de que la castaña olvidaría lo de la noche anterior... ¿Y quién lo haría? La clase comenzó sin más.

Hermione se sacó el abrigo y se sentó donde siempre para corregir con su pluma algunos pergaminos que tenía para ver. Snape no le podía sacar los ojos de encima, esa chica cada día se volvía más un enigma para él... ¿qué sentiría entonces al terminar de besar sus labios? Bajó la mirada de inmediato al pensar en ello, se sintió traicionado a sí mismo por pensar tal cosa. Así que imitó a aquella mujer y también se puso a corregir pergaminos. Así podría desquitarse.

Pasó lentamente la semana y las palabras entre ambos solo era para asentir o negar una pregunta que se hacía cada dos horas. Snape tenía un humor de perros con los chicos, pero parecía no querer prestarle atención a Hermione. Llegado el viernes por la noche antes de la cena. La castaña estaba por salir para ir al comedor, cuando escuchó su voz.

-Luego de su cena, Granger, venga para su castigo.- La castaña abrió los ojos sorprendida. Snape ante su sorpresa arqueó una ceja.

-¿Aún cree que debe darme ese castigo? Sigue siendo injusto, y la pregunta más importante es, ¿si volviera a tomar el té o siquiera caminar con el profesor Espesa y me viera o se enterara... me castigará siempre?- Snape se acercó peligrosamente con el seño fruncido.- No le tengo miedo, Snape. No me intimida.- A Severus le brillaron los ojos, por el cuerpo le recorría un escalofrío indescriptible...

-Su equivocación es pensar que puede enfrentarme, Granger... Y por eso será castigada. Y creo que me miente... sí me teme... Su mano tiembla, y juraría que si me acerco más...- Hermione no se movió porque no falló ante él. Snape tenía sus pies pegados a los de la castaña y la miraba desafiante desde arriba.- Luego de la cena, venga aquí, su castigo durará una hora hoy y mañana a la mañana a primera hora.- Hermione fue ahora quien se acercó enojada, Snape le sonrió de costado y la castaña luego solo se fue dando zancadas. El hombre se sujetó el pecho... Su corazón latía nuevamente...

Terminando el castigo (el que consistía en limpiar los calderos sin magia). Una vez terminada la tarea, la castaña tomó su varita, se limpió y tomó su abrigo. Se lo puso y miró a Snape que estaba con un libro en mano sentado en su escritorio. No planeaba despedirse.

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