La visita

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Llegaron a la habitación. Mientras, la enfermera, le pedía a los demás que salieran. Cerró la puerta tras ella. Sus amigos estaban en el pasillo mientras esperaban una respuesta. Hasta que entre ellos, apareció Snape. Ron y Harry se miraron confundidos. Sabía que era el tutor de Hermione, ¿pero aún por eso vendría?

-Hola profesor Snape.- Dijo Luna educadamente. Snape solo la miró y luego se cruzó de brazos en la espera, como todos los demás. Luego de un rato, Madame Pomfrey salió. Todos se acercaron a ella.

-Estará bien, tiene un pico de fiebre... es normal por el cambio de temporada... pero deberá descansar 42 hs. Por las dudas. No quiero que estén adentro más de dos personas. Se pueden contagiar. La señorita Granger ahora está acostada en reposo. Ya se dio un baño y se cambió. Estará bien.- Todos le agradecieron a la mujer y esta simplemente asintió. Ron y Harry abrieron la puerta y entraron. Snape fue el único que quedó afuera por unos momento, luego se fue con la idea de volver al día siguiente.

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El profesor daba zancadas grandes mientras se dirigía hacia el gran tapis. Se sentía observado, pues el hecho de ir donde estaban todos los mocosos lo molestaba. Pero también sentía un pequeño remordimiento, o algo similar que lo inquietaba. Llegó y el hombre serio lo miró. El pelinegro dijo la contraseña y entró. Allí estaban todos, lo miraron. Neville se escondió nervioso tras un libro, le incomodaba. Harry y Ron se miraron, pero luego el primero se levantó del sillón y se acercó a él.

-Señor.- Saludó.- Hermione estaba leyendo un libro... ¿Desea verla?

-No, simplemente quería tomar el té con ustedes.- Dijo sarcástico. Miró hacia todos con una mirada de suficiencia y luego se dirigió hacia las escaleras.

-Tranquilo, no podrá entrar, no sabe la contraseña.- Dijo Ron complacido. Pero desde arriba se escuchó como la puerta se cerraba. Los dos amigos se miraron confusos.

Severus golpeó levemente antes de entrar, cuando la voz tranquila de la castaña dijo que podía pasar. Dijo la contraseña y entró. Aún no la cambiaba. Hermione se sorprendió, sus mejillas se pusieron rojas. Pero por suerte su estado lo disimulaba. Snape entró y cerró la puerta. Al lado de la cama de la muchacha había una silla, y en la mesa había un tarro de agua y un pañuelo para bajarle la fiebre.

-Señor.- Dijo Hermione tranquila, invitándolo a sentarse. Snape con elegancia se acercó y la miró. Abrió la boca, pero luego la cerró.

- -No ha cambiado la contraseña.- Fue lo que dijo. Hermione negó.

-No, convenía para que el que quisiera pasara tranquilo. Madame Pomfrey no me deja levantarme, a menos que sea para ir al baño.- El silencio se apoderó del lugar por unos segundos, luego, Hermione volteó y lo miró. –No vino ayer... - Snape asintió y luego miró el peso que reposaba en su pecho. Era una copia más vieja de Orgullo y Prejuicio. Sonrió de costado y luego se apoyó contra el respaldo de la silla.

-¿No tiene ningún otro libro, Granger?- Hermione se sonrojó y ocultó el libro debajo de las sábanas, algo molesta de que cambiara de tema.- ¿Cómo se encuentra?- La castaña lo miró.

-Bien... cansada... con pesadez.

-Si quiere, la dejo descansar en paz.- Hermione negó con la cabeza e inconscientemente extendió la mano hacia la dirección del hombre sentado a su lado. Snape asintió y se quedó allí.

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