En casa

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Se despertó más temprano de lo usual ese domingo. Y recordó lo sucedido muy amargamente... Le constaba entender por qué había hecho lo que hizo. Pero también sabía que no lo había hecho solo él. Granger fue quien dio el primer paso para besarlo. ¡Pero él la volvió a besar! Se levantó pesadamente de la cama. El piso estaba frío. Lo ayudó a despertarse lentamente.

Había pensado que al besarla, al fin esas ideas y tal vez el deseo de saber lo que se sentía se desvanecerían. Que la fantasía ya cumplida quitarían esos retorcijones que su corazón daba. Pero no. Solo había empeorado las cosas. Recordarla cada día le hacía peor, o eso creía. Lentamente los recuerdos con Lily comenzaban a significar y a doler menos de lo que dolió toda su vida. Y cada vez que intentaba hacerlo. Granger le aparecía por la cabeza. Estaba enojadísimo consigo mismo. Porque quería no pensarla y el matar el tiempo en distracciones no ayudaban en nada. Todo lo que tocaba, o veía, estaba ella allí. Sentada escribiendo, o tomando el té. No sabía que le sucedía.

Pero lo que sí sabía era que la había besado como nunca había besado a ninguna mujer. La había besado con cariño... con dulzura y con gusto. No era para comenzar lo que luego terminaría en una aventura de cama... la besó porque quería hacerlo y si ella le correspondió de tal manera era porque también lo quería. Y debía reconocerlo al fin. Sí, esa muchacha lo volvía loco, Hermione Granger, su ex alumna y tutela le gustaba.

Temía encontrársela ahora por el pasillo siquiera y eso lo enojaba. Se enojaba consigo mismo por no mantener la compostura y actuar... como un niño.

Al final se cambió y sí salió, muy a su pesar para ir al comedor y encontrarse con los mocosos. Todos lo miraban tan imponente, pero él se sentía juzgado. En la mesa, no vio a la castaña.

Desayunó tan tranquilo como pudo. Cuando lo vio entrando sonriente a Espesa. Este saludó a todos los profesores de muy buena gana, menos a Sinistra, estos dos aparentaban siquiera conocerse. Snape lo miró confundido cuando escuchó que le hablaba a Mcgonagall.

-Profesora, El baile de anoche creo que fue lo mejor que me pudo pasar. Me mostró muchas cosas nuevas que pronto tendré que afrontar como desafío propio, muchas gracias.- Mcgonagall solo asentía confundida, pero no dándole mucha importancia le sonrió con agrado al profesor.

Snape estaba cada vez más intrigado. Hermione no se presentó al desayuno y tampoco al almuerzo. Y estando todos de vacaciones, no había ningún niño corriendo por los pasillos o molestando.

La castaña por su parte, estaba en su habitación, sentada en la cama y abrazando a su almohada. Cuando golpearon la puerta. Esta sabiendo quien era, solo con un movimiento de varita abrió. Era Ginny y traía dos tazas de té.

-Traje tu té favorito Herms...- Hermione asintió, se pasó un mechón de cabello detrás de la oreja y tomó la taza.- ¿Podrías contarme por favor qué sucedió anoche? Luego de abrir el baile no te vi más... Pero verte así...

-Nos besamos...- Susurró. El té que Ginny había tomado lo escupió. Hermione le golpeó la espalda ligeramente.

-¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo?- Hermione se cruzó de brazos mirando a la nada.

-Anoche lo encontré cuando me estaba yendo. No estaba en el baile, estaba retando a una compañera tuya y un muchacho de Hufflepuff. Pero en un momento hablando... Me tomó de sorpresa acorralándome contra el ventanal, solo para intimidarme como siempre quiere hacerlo... Pero yo... yo lo tomé del rostro y él... No se alejó.- Ginny estaba con la boca abierta sin decir palabras. Le hizo un gesto para que prosiguiera y así lo hizo la castaña.- Lo besé, con miedo a que me mandara al carajo... y no lo hizo. Cuando me alejé, frunció el seño, pero me tomó de la mejilla, se acercó y me devolvió el beso... Ginny...- Hermione estaba sonrojada.

-¡Significa que sí le gustas!- Pero Granger negó.- ¿Cómo que no?

-Luego de besarnos, me miró y se disculpó apenado... se alejó y se fue. Tenias razón Ginny, es increíble, pero también es una mentira.- Ginny negó.- Él... está enamorado ya...- (De una mujer muerta pensó)- Y a mí solo me ve como una niña. Esto sirvió para mostrarme mi lugar Ginny.- La pelirroja se apenó por su amiga. Pero sorprendida, vio como se levantaba.- Estoy harta de sufrir por quien no me quiere Ginny. Mi lugar con ese hombre es trabajar. Y eso haré desde ahora. Iré a cambiarme y saldré a la biblioteca. No quiero siquiera verlo.

Se puso una camisa azul y unos Jeans. Unos zapatos, un abrigo y se peinó ligeramente. Salió dejando a su amiga con la taza de té en las manos.

Salió de la sala a paso firme. No había absolutamente nadie en el castillo. Y casi todos los muchachos estaban haciendo cosas en la sala, jugando en general. Ella salió y como dijo, fue a la biblioteca. Su refugio natural desde que llegó a Hogwarts.

Snape estaba en su despacho con una pluma en manos, firmaba papeleo de la escuela necesario por docencia. Cuando terminó el último, tomó todos y salió para dirigirse hacia el despacho de la directora. Llegando allí, vio al profesor Espesa bajando contento. El hecho de verlo así ya lo repudiaba. No le dio importancia hasta que este pasó por su lado diciendo.

-Té de frutos rojos... Le gusta el té de frutos rojos. Sí.- Mientras el rubio doblaba la esquina, Snape parecía haber recibido un hechizo. Su puño estaba tan apretado, que los nudillos se le pusieron más blancos de lo que ya era su mano. Su mandíbula también estaba apretada. Se dirigió a la gárgola y dijo la contraseña. Una vez en el despacho, le extendió los papeles a Minerva y volteó para irse por donde vino.

-Severus... ¿sucede algo?- Snape volteó lentamente y sonrió con malicia.

-¿Qué podría suceder?- Dijo seco. Pero Mcgonagall lo inspeccionó por encima de sus anteojos. Luego miró el retrato de Dumbledore. Snape, como si fuera la primera vez que veía ese cuadro luego de la muerte del hombre, se sintió intimidado. Pero el anciano lo miró de pies a cabeza y le sonrió amablemente...

-Severus...

-No tengo tiempo ahora Minerva. Debo irme. Si no necesita nada más, con permiso.- Y así como dijo esto y no recibió respuesta, se fue por donde vino.

Pasaron dos días completos y no la vio nunca en ninguna comida del día. Snape estaba comenzando a preocuparse, parecía como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra. ¿Se habría arrepentido? Seguramente había sido eso. ¿Por qué besarlo entonces? ¿Qué había creído? Se sintió un estúpido, y hasta podría decirse que traicionado.

Salió del gran comedor y miró hacia la escalera que dirigía hacia el gran tapis. Negó con la cabeza y se fue por el lado contrario a esta. Pero caminando, por los ventanales la vio. Estaba abrigada mientras caminaba en círculos por la nieve. Traía una carta en manos leyéndola y una Lechuza parecía estar esperándola. Hermione le pagó a esta y luego se fue. Snape vio como guardaba la carta y se iba por el lado contrario al que él estaba.

¿Por qué lo hacía? No lo sabía. Pero allí estaba, caminando en su dirección para verla, ¿qué le diría cuando la viera? Llegó casi pisándole los talones, cuando casi al doblar en la esquina de un pasillo, Snape la vio, estaba mirando a Espesa sorprendida y este le extendió un pequeño ramo de flores. Snape sintió en su mirada tanto gusto, que cuando tomó el ramo y Espesa se puso tan contento, tomo la decisión y se fue.

Sonrió para sí, ¿qué esperaba en verdad?¿ Que al verlo se frenara, volteara y lo abrazara diciéndole que no se fuera, que se quedara? Por primera vez en la vida eso quería en verdad, sentir que no era mentira lo que había sucedido, que sí se habían besado porque existía un por qué. Pero no. No había final feliz para él, ¿Además, por qué ella? Habiendo tantísimas mujeres en la tierra, tenía que ser siempre difícil. No. Él no cambiaría nada, porque ella no lo hizo. Tomó esa postura y así se fue.

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