Capítulo XXXII. Sueños

188 11 7
                                    

Capítulo XXXII. Sueños
Narra Yokozawa
Mis ojos se abren lentamente, me doy cuenta de que estoy cerca de una hermosa playa. Es un poco tarde y los rayos de sol se esconden en el horizonte. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy en esta situación? ¿Acaso será otra pesadilla? No quiero que esto siga sucediendo. ¿Por qué no puedo estar con Zen? ¿Será que ese no es mi destino? No lo entiendo.
Cuando desperté, me percaté de que estoy en un cuarto de hotel. Al parecer me quedé dormido. Me restriego un poco los ojos y después me incorporo. Es un poco de noche y estoy completamente solo. Salí de mi habitación y caminé por todos los pasillos, hasta que llegué al ascensor, oprimí el botón del primer piso y la puerta se cerró un poco. Fue hasta que escuché la voz de una persona que quería entrar que puse mi mano para que pudiera entrar.
—muchas gracias, por un momento pensé que no llegaba—giré mi cabeza y pude ver a la persona delante de mí. Era Zen.
—n-no hay de qué. Solamente puse mi mano, es todo—me puse nervioso. Es extraño. Al parecer, él no sabe quién soy.
—basta de cordialidades. Por cierto, mi nombre es Kirishima Zen—me extendió la mano para que yo la tomara.
—es un placer conocerte. Mi nombre es Yokozawa Takafumi—lo miré con una sonrisa y le extendí mi mano.
—qué lindo nombre. Bueno, yo hace poco vine a este hotel para poder realizar los preparativos de mi boda. Será una ceremonia hermosa. No te conozco bien, pero creo que puedo confiar en ti. Así que ten—me extendió una invitación muy bien envuelta en celofán. Yo la tomé y la guardé muy bien.
—bueno, te veré después. Ahora me están esperando—se despidió de mí y salió del ascensor al ver frente a él a una hermosa mujer. Fue la misma que vi cuando era la ceremonia de compromiso. No entiendo si lo que está sucediendo es la realidad o algún otro sueño.
Como sea, caminé fuera del hotel y comencé a recorrer todo el lugar, sintiendo la arena en mis pies y escuchando el sonido del mar a mi alrededor. Creo saber qué es lo que está pasando; Zen encontró a su verdadero amor, al parecer es esa chica castaña que lo esperaba fuera del ascensor. No entiendo por qué aún tengo estos sentimientos. Son tan dolorosos y me lastiman por dentro. Quiero olvidarlo, pero sé que no será tan sencillo. Mi amor por él es tan fuerte, que me resuelta prácticamente imposible hacer algo como olvidarlo.
Me senté a la orilla del mar y solamente sentí como el agua rozaba mis pies. Coloqué mis manos sobre mis rodillas y recargué mi cabeza sobre estas.
—creo… que al parecer, estoy condenado a estar solo por el resto de mi vida. Siempre soñaré que estoy con Zen, pero luego despertaré y me daré cuenta de que sólo fue un simple sueño. Ya estoy cansado de que esto suceda. Debo hacer lo correcto. Traté de convencerme a mí mismo y me reincorporé de donde estaba sentado. Y volví a entrar al hotel. Busqué a Zen desesperadamente y no lograba dar con él, hasta que lo vi, recargado en la barandilla de uno de los balcones. Estaba solo y su mirada era un poco triste. Me acerqué a él lentamente y me coloqué a su lado.
—hola—lo saludé. Él me miró con sorpresa y después me sonrió.
—hola, Takafumi. ¿Qué haces por aquí?—me respondió tratando de disimular su llanto.
—solamente pasaba por aquí, y te vi. ¿Te ocurre algo? ¿Dónde está tu prometida?—pude ver que su mirada se ensombreció—. Perdón por ser entrometido. No tienes que responderme. A mí no tiene por qué importarme—me disculpé.
—¿sabes? Ella es una mujer especial, tierna, amigable y muy amable; pero no es para mí. Me resigné a tener que casarme con ella—entristeció aún más al decirme eso.
—¿por qué piensas así?
—hace un año, un chico del cual yo estaba profundamente enamorado, se fue de la ciudad. Se fue sin decirme nada y diciendo que lo hacía por mi bien. De hecho, te pareces mucho a él—se acercó a mí y tocó mi mejilla de una manera tan suave. Siempre diré que su tacto me lastima tanto. Porque sé que no puedo estar con él.
—¿ah sí? Qué coincidencia. Bueno, creo que debo irme ya. ¿Cuánto tiempo permanecerás en este lugar?—le pregunté.
—no lo sé, tal vez un rato más. De todos modos, mañana tengo que madrugar, aún hay mucho que hacer para la boda. Espero que puedas ir.
—iré, no te preocupes. Adiós—me despedí rápidamente y después volví a mi habitación. Estando dentro, me dejé caer de rodillas y cubrí mi cara con mis manos.
—¿por qué? ¿Por qué me pasa esto a mí…?

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora