Capítulo LXI. Dolor

153 7 0
                                    

Capítulo LXI. Dolor

Han pasado dos meses, o un poco más, desde que Masamune y Akihiko se reconciliaron. Ambos estaban felices y permanecían al lado de sus tesoros más preciados: sus hijos.

El peli plata había cambiado su actitud, ahora se mostraba más sereno y pasaba mucho más tiempo con su familia. Eso, Masamune lo agradeció desde lo más profundo de su corazón. Sentía que su familia volvía a ser la misma de antes.

Ese día, el peli plata salió porque tenía que trabajar, pero le dijo a su esposo que volvería pronto para que estuvieran algunos momentos a solas. Dicho esto, se fue y Masamune se quedó solo, sus hijos habían pasado la noche en casa de sus abuelos, así que no tenía ninguna preocupación. Arregló un poco la casa y preparó la cena para cuando regresara su amado. Mientras terminaba de arreglar los últimos detalles, escuchó el sonido del timbre. Se detuvo y fue a atender. Se sorprendió mucho al ver a un hombre alto, trajeado, de cabellos castaño oscuro y algo avanzado de edad.

—buenas—saludó el mayor. Esbozó una sonrisa y Masamune se sorprendió. Esa sonrisa era casi idéntica a la de Akihiko. ¿podría ser que...?

—buenos días. ¿se le ofrece algo? —preguntó, un poco desconfiado.

—oh, veo que aún no sabes quién soy. Déjame presentarme, mi nombre es Usami Fuyuhiko. Soy el padre de tu amado esposo y abuelo de tus hermosos hijos—en ese momento el azabache comenzó a ponerse nervioso. Detrás del mayor apareció una mujer, la amiga de Akihiko. Esta sonrió de una manera cínica.

—¿Qué es lo que viene a buscar a mi casa? —preguntó el menor con coraje.

—mira, niño, déjame decirte una cosa, sí que tienes agallas para arriesgarte de esa manera. Arriesgar a tus hijos, a ti, de esa manera. ¿entiendes que lo tuyo con mi hijo no está bien? Él debería estar casado con una bella mujer y tener hijos propios. Lo que están haciendo es algo aberrante y deseo que te largues de la vida de mi hijo—lo amenazó.

—¿me está pidiendo que desaparezca? ¿y adónde iré? Por si no lo sabe, su hijo me ama. ¿cree que él va a estar tranquilo si yo desaparezco? Está muy equivocado si piensa que voy a marcharme así, sin más—el castaño mayor lo miró con odio.

—creo que entonces, tendré que hacerlo por las malas—en ese momento, sacó una pistola y la colocó en la frente del menor.

—¿Qué es lo que va a hacer? ¿va a matarme?

—no, haré algo mucho más divertido—se burló—. Eri...

—sí, señor—se acercó al mayor.

—trae al bebé que está en la habitación de arriba—la mujer asintió.

—¡espera! ¿Qué es lo que vas a hacer? No te atrevas a tocar a mi hijo.

—calma, calma. Nadie va a lastimar a tu querido hijo. Sólo vamos a divertirnos un poco con él, y para eso, necesito hacer esto—en ese momento, el castaño aprovechó para darle un golpe en la nuca, dejándolo caer al suelo, desmayado.

La mujer subió a la habitación y encontró al bebé, llorando con mucha intensidad. Necesitaba a su mamá. Eri lo tomó con demasiado cuidado y lo arropó para que no tuviera frío. Bajó de nuevo y en eso miró la escena del azabache desmayado.

—¿Qué es lo que haremos con él? —señaló al azabache.

—déjalo ahí. Se lo merece por meterse en donde no le llaman. Vámonos. Arropa bien al niño—dicho esto, ambos salieron por la puerta y dejaron al menor, tirado en el suelo y con una pequeña herida en la frente.

***

Unas horas más tarde, nuestro querido Usami Akihiko acababa de llegar de nuevo a su hogar. Al entrar, notó que todo a su alrededor estaba completamente a oscuras. Además, Masamune estaba tirado en el suelo, aún estaba inconsciente. El mayor rápidamente se acercó a él y lo tomó de manera delicada. Se preocupó al darse cuenta de que tenía sangre en la frente, la cual salía de una herida que tenía en la misma.

—Masamune, ¿Qué ocurrió, mi amor? —le susurró de manera suave y acarició su mejilla. El menor comenzó a abrir los ojos y rápidamente se tocó la cabeza. Esta le dolía mucho.

—¿estás bien, mi amor? ¿Qué pasó? —el azabache recordó lo que había sucedido y trató de reincorporarse, pero un horrible mareo se lo impidió.

—¿Dónde está Kiseki? —preguntó asustado.

—¿Cómo que donde está? Debe de estar durmiendo, ¿no? Masamune, ¿Qué pasa?

—hace unas horas, t-tu padre estuvo aquí...

—¿Qué? ¿Cómo fue capaz de hacer algo así? Dime, ¿te lastimó?

—como pudiste darte cuenta, sí lo hizo. Él llegó acompañado de tu "amiga" y me amenazó con hacerle algo a nuestros hijos. Él quería que yo desapareciera. Me apuntó con una pistola...

—¡maldita sea! Tenía motivos de sobra para no confiar en que él no cumpliría su promesa, pero quise creerle al decirme que no intentaría dañar a mi familia.

—¿crees que él vaya a lastimar a nuestro hijo? Es algo que no quiero ni pensar, pero...

—tranquilo—lo acercó a su cuerpo y lo abrazó, dejando que este escondiera su cabeza en su pecho—. Te aseguro que no dejaré que lastime a nuestro hijo.

—tengo miedo. No sé ni siquiera si está bien abrigado, si tiene frío o hambre. Él necesita estar con su mamá.

Después de unos momentos, se escuchó que el teléfono de la casa sonaba. Masamune fue el más veloz y se acercó a este para responder.

—¿sí?

—veo que realmente estás muy preocupado—se escuchó una voz del otro lado de la línea. En ese momento, Akihiko le quitó el teléfono de las manos y fue él quien atendió la llamada.

—¿Qué es lo que quieres de nosotros? —preguntó furioso.

—oh, veo que vienes al rescate de tu querido hijo.

—¿Dónde es que tienes a mi hijo? Te aseguro que no te lo voy a perdonar si le tocas un solo cabello a Kiseki.

—por favor, hijo, ¿por quién me tomas? ¿crees que yo sería capaz de semejante atrocidad? —se burló.

—lo creo, lo creo firmemente. Eres capaz de hacer hasta lo imposible cuando algo se te mete en la cabeza. ¿Por qué te es tan difícil entender que soy feliz así?

—no me agrada para nada que digas esas cosas frente a tu padre. Así que, será mejor que te despidas de tu querido hijo...

—¡no! —intervino el azabache. Como el teléfono tenía para poner en altavoz, el menor podía escuchar todo lo que los Usami estaban hablando—. Por favor, no le haga daño a mi hijo, se lo suplico—lloró.

—oh, veo que estás desesperado por recuperar a tu hijo. Pues bien, hagamos una cosa. ¿conoces la fábrica abandonada de ***?

—sí, sí la conozco. ¿Qué es lo que tengo que hacer? Haré lo que sea—respondió desesperado.

—¿en verdad harás lo que yo te pida?

—sí, lo haré.

—pues bien, harás esto exactamente...

—pues bien, harás esto exactamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora