Capítulo LI. Un nuevo amigo

175 7 3
                                    

Capítulo LI. Un nuevo amigo
Narra Yokozawa
—me duele tanto todo lo que está sucediendo, pero no hay opción. Terminé con Zen hace un mes y ahora quiero verlo feliz.
—Takafumi… entiendo que quieres felicidad para ese chico. Pero ¿y tu felicidad? ¿Acaso tu felicidad no importa? Hace un mes me dijiste que lo habías olvidado, pero puedo ver en tus ojos que te mueres por él. Estás perdidamente enamorado de él. ¿Por qué hacer esto entonces? Sé feliz con él—me dijo Haruhiko.
—no es tan sencillo. Le dije cosas que lo lastimaron. Lo más seguro es que se aleje para siempre. Es lo mejor para todos…
—no, eso es lo que tú piensas que es mejor para ti. Quieres escapar de la realidad. Quieres hacerte creer que le estás haciendo un bien a Zen, pero no, lo estás perjudicando más de lo que puedes pensar. Dices que lo amas, y por eso lo dejas libre. Abre los ojos, Takafumi. Ve por él en este momento y dile cuánto lo amas, además de pedirle perdón—me ordenó de una manera muy seria. Tal vez tenga razón, pero ¿y si Zen me odia?
—está bien—acepté y me levanté  del lugar en donde estaba sentado. Caminé por el lugar, hasta que presencié una escena que haría que mis celos subieran un mil por ciento. Un chico, casi de la misma estatura de mi Zen había caído encima de él. Siento que en cualquier momento me voy a arrojar encima de ese idiota para alejarlo lo antes posible de él. Logré controlarme un poco y me quedé de pie, esperando a que ese tipo se aleje de Zen, pero al parecer es él quien lo atrae. Los vi caminar y sentarse en una mesa, me acerqué más y me quedé parado escuchando lo que ellos decían.
—¿y bien? ¿Cómo fue que descubriste que él te era infiel?—escuché a Zen preguntarle al otro tipo.
—pues, él mismo me lo dijo. Vengo de hablar con él. Me confesó que me engañaba desde hace unos meses, que se había enamorado de esa persona y que quería que termináramos nuestra relación. Así, sin más. Fue doloroso, pero ni modo. Debo seguir con mi vida—dijo el otro sujeto.
—así es—escuché a Zen decir. En ese momento, él levantó la mirada y esta se topó ligeramente con la mía. Me puse nervioso, así que la aparté y me alejé con dirección al baño. No, no quiero seguir con esto. Llegué al baño y me quedé parado frente al lavabo, me mojé la cara con agua y me quedé de pie, mirándome en el espejo. En eso, alguien entró. Miré a esa persona.
—¿qué se supone que estás haciendo? ¿Me estabas espiando?—me preguntó Zen.
—¿de qué hablas? Yo no hice tal cosa. Debiste haberlo imaginado. Tú y yo ya no somos nada, así que…
—es correcto, tú y yo no somos nada, por eso mismo no tienes ningún derecho de estarme vigilando. Pude ver a la perfección tu rostro, no lo niegues.
—te digo que lo imaginaste. Déjame en paz—lo alejé como pude y sólo lo miré, serio, como suelo hacerlo.
—bueno, como sea. Debería dejar de perder el tiempo e ir con mi nuevo amante—se rió.
—¿cómo? ¿Tienes un amante?—lo miré incrédulo.
—ja, como ya pudiste darte cuenta, aquel chico es mi nuevo novio—siguió riéndose.
—¿cómo eres capaz de hacerme esto?—le reclamé.
—¿perdón? Tú y yo ya terminamos. Eso ya pasó hace un mes. ¿Sabes? Quiero seguir con mi vida. Quiero volver a enamorarme, así como tú lo hiciste. ¿O es que acaso no me lo merezco? No tienes idea de lo mucho que me has lastimado con tus palabras, pero créeme, no me dejaré vencer, y seguiré adelante, sin ti—dijo esas últimas palabras con la mirada seria y fría. Lo vi irse, así que fui más rápido y me coloqué entre él y la puerta.
—¿en serio piensas hacer eso? ¿Qué va a pasar si yo no lo permito?—lo miré de manera seductora. Zen rápidamente se acercó a mí y me abrazó por la cintura. Fue poco el tiempo que pasó cuando sentí de nuevo sus suaves labios sobre los míos. Correspondí inmediatamente y enredé mis brazos en su cuello. Sus besos se hacen cada vez más apasionados y comienza a acariciar mi cuerpo. De un momento a otro, se separó de mi cuerpo y me miró serio.
—¿q-qué pasa?—le pregunté, tratando de acercarme, pero él me alejó.
—no podemos hacer esto. Tú tienes novio y yo…
—no es verdad. Entre Haruhiko y yo no hay nada. Él es un simple amigo. Solamente lo hice porque estaba confundido, pero él ha sido de mucha ayuda para mí. Fue él quien me incitó a buscarte. Entiendo que te dije cosas que te lastimaron, pero eso fue porque estaba confundido. Ahora sé que hice mal al haberme ido sin decirte nada. Quería que fueras feliz, eso era lo que más anhelaba, pero también me olvidé de mi propia felicidad. Esa felicidad sólo la tendré estando a tu lado—agaché la mirada, temiendo que Zen no me respondiera y simplemente se fuera. Pero ocurrió todo lo contrario, se acercó a mí y volvió a besarme con pasión y deseo. Correspondí su beso y me aferre a su ancha espalda. Mis piernas tiemblan al sentir sus labios sobre mi cuello y sus manos acariciando mi cuerpo por debajo de mi camisa. Nos dejamos llevar por el momento y cuando nos dimos cuenta ya estábamos quitándonos nuestra ropa.
—e-espera… Zen, n-no quiero hacerlo aquí. Alguien podría venir y…
—¿prefieres que vayamos al hotel?—asentí. No puedo aguantar más, pero no quiero hacerlo aquí. Nos colocamos rápido lo que nos habíamos quitado y salimos del baño sin que nadie nos viera. Zen se despidió de su tonto amigo y después salimos del bar. Pedimos un taxi y en el camino, Zen me tocó de una manera muy discreta, lo que sólo logró que me excitara más. Llegamos al hotel y Zen le pagó al conductor. Subimos por el elevador y también en lo que llegábamos al piso indicado, nos besamos de una manera apasionada. Al llegar al piso, caminamos a la habitación y Zen abrió con su llave. Me dejó entrar a mí primero y después de cerrar, me colocó entre su cuerpo y la puerta. Me besó nuevamente de una manera desenfrenada y apasionada. Cada caricia que me da, logra estremecer mi cuerpo y me da escalofríos. Me quitó la camisa y me dejó sólo con el bóxer en cuestión de segundos. Yo tampoco quise quédame atrás, así que también le quité la camisa, pero los pantalones solamente le quedaron desabotonados.
Comencé a sentir una oleada de calor por todo mi cuerpo. Hace tanto que Zen y yo no hacíamos el amor. Estoy tan ansioso de tenerlo dentro de mí.
No tardamos mucho tiempo en llegar a la cama, y Zen me colocó arriba de él. Se quedó sentado y yo estaba sentado sobre sus piernas. Comencé a frotarme contra su erección. Se siente tan bien. Está tan duro ahí abajo, que me incita a querer seguir. Continué restregándome contra su pene, hasta que no pude contenerme más y quité esa estorbosa tela. Lo acaricié con mis manos y me lo llevé a la boca. Comienzo con lentos movimientos con mi lengua y la muevo sólo en la punta. Mis manos toman lo que no puedo meter en mi boca. Me encanta escuchar sus gemidos. Son tímidos, pero pueden oírse. Hice mis movimientos cada vez más rápidos, para lograr excitar más a Zen. Suspiró varias veces y cerró los ojos, dejando que yo siguiera con mi trabajo.
—mmgh… Takafumi, en serio que lo haces tan bien—lo oí expresarse. Seguí moviendo mi boca, mi lengua y mis manos.
—¿en serio? Me siento tan halagado de oír eso—me separé de su entrepierna y volví a sentarme sobre sus piernas.
Esta vez él fue más rápido y me dejó sobre el colchón. Se colocó entre mis piernas y las abrió. Sus manos son tan cálidas y se mueven de una manera tan ardiente por todo mi cuerpo. Con estas tocó mis brazos, mi pecho, mi cintura, bajó hacia mi cadera y continuó tocando mis muslos. Levantó mis piernas y las colocó sobre sus hombros. No tardó mucho para que llevara sus dedos hasta mi entrada, la cual presionó y penetró. Metió ambos dedos rápidamente, por lo que solté un gemido de dolor. Hace un mes que Zen no me ha tocado. Suspiré y traté de relajarme. Fue así como pude tranquilizarme y el dolor pasó a un segundo plano. Ahora sólo podía pensar en él estando dentro de mí.
Sus dedos son cálidos y se mueven dentro de una manera tan experta. Siento que en cualquier momento voy a desfallecer. Desde hace unos segundos acaba de encontrar mi próstata y no deja de acariciarla con sus dedos. Mis piernas tiemblan y no puedo evitar que mi corazón lata como loco. Mis ojos se cierran de manera automática. No puedo con tanto placer. Me aferré con fuerza a las sabanas de la cama y muevo mi cadera de manera rápida.
—¿qué pasa? ¿De verdad estás tan ansioso?—me preguntó Zen. Puedo notar que se está burlando.
—c-cállate. ¿P-por qué no mejor te apresuras y lo metes?—abrí lo más que pude mis piernas y dejé toda mi vergüenza de lado. No tuve que decírselo dos veces cuando él ya estaba metiéndolo. Sentía como este se deslizaba dentro de mí y se abría paso por entre mis paredes internas. Zen se acercó a mí y me dio un beso en los labios apasionado y húmedo. Su lengua entró en mi boca y acarició todo lo que había a su paso. Mientras me besaba, comenzó a mover su cadera. Se movía de manera desenfrenada y certera. Daba repetidas veces en mi punto bueno, por lo que solamente enredé mis piernas en su cintura y dejé llevar por mis deseos. Sus embestidas siguieron siendo rápidas, hasta que llegó un punto en donde ambos nos vinimos. Zen se dejó caer encima mío y no salió de mi interior. Nos quedamos de esa manera durante un rato, hasta que él decidió moverse y quedó al lado de mí. Me acerqué y lo abracé por la cintura y puse una de mis piernas sobre las suyas. No pareció molestarse, es más, me atrajo más hacia su cuerpo. Nos quedamos quietos, hasta que el sueño se fue apoderando de nosotros y caímos por completo en los brazos de Morfeo.
***
—han pasado algunas semanas desde que Zen y yo volvimos. Las cosas han mejorado y creo que esta vez serán para mejor. Aunque desde hace algunos días he estado sintiéndome mal. Tal vez es porque he tenido días muy complicados. El trabajo en el hospital es muy agotador y siento que me consume totalmente. Tal vez debería considerar cambiar de trabajo. Bueno, estoy con mi amigo Nowaki. Ambos nos dedicamos al área de pediatría y somos muy felices de poder ayudar a los seres más indefensos en este mundo. Yo no tuve la oportunidad de cuidar y proteger a mi hijo, así que trataré de ayudar a mis pacientes.
—¿qué pasa, amigo? Es la sexta vez en el turno que te veo suspirar. ¿Hay algo que te preocupa?—me preguntó mi amigo. En serio que a él no se le escapa nada.
—¿sabes? Estos días me he sentido muy mal. Tengo algunos síntomas de cuando ya sabes—agaché la cabeza. No me gustaría pasar por lo mismo de nuevo.
—¿en serio? ¿Y por qué no vas a que te hagan unos estudios? Tal vez…
—no, no quiero hacerlo. No quiero tener otro bebé—dejé salir unas cuantas lágrimas.
—vamos, sé que es difícil, pero no puedes dejarte vencer tan fácil. Debes ser fuerte. Bueno, si no quieres hacerte estudios, hazte una prueba de embarazo. Tengo una por aquí—abrió un cajón de su escritorio y me mostró una caja de color rosa. Me llevó casi a rastras al baño y tuve que hacerme la prueba. La caja decía que tenía que esperar cinco minutos y que si el dispositivo marcaba una línea, era negativo y si marcaba dos, era positivo. Esperé cinco minutos cuando…

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora