Capítulo LXII. ¿la pesadilla se terminó?

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Capítulo LXII. ¿la pesadilla se terminó?

—¿entiendes lo que te estoy diciendo? Quiero que vayas allá, solo, sin nadie que te acompañe, sin mi hijo, y mucho menos sin la policía. Si no obedeces lo que te estoy diciendo, olvídate de que Kiseki existe.

—está bien. Por favor, no le haga nada a mi hijo.

—no lo haré si tú obedeces lo que te estoy pidiendo. Hasta entonces—se despidió.

—¿en serio piensas hacer eso? ¿vas a arriesgarte a que ese lunático te haga algo? No puedo dejar que hagas algo así.

—¿y qué otra cosa puedo hacer? No puedo dejar a mi bebé en las manos de esos dos. Tienes que dejarme hacerlo, no tenemos más posibilidades.

—de acuerdo, pero espero que cumplas con tu palabra de que volverás sano y salvo, junto a nuestro hijo.

—te lo prometo. Te prometo que volveré sano y salvo y también recuperaré a nuestro hijo—dicho esto, le dio un beso de despedida a su amado y después de eso, salió de la casa para dirigirse al sitio donde estaría esperando el señor Usami.

Al llegar a la fábrica, se quedó en la entrada unos momentos, hasta que sintió que alguien le tapaba la nariz y boca con un paño, logrando que perdiera el conocimiento, y al estar desmayado lo tomó entre sus brazos para mirarlo de cerca.

—eres mucho más hermoso de cerca—dijo aquella mujer.

Dicho esto, entraron a la fábrica y al hacerlo se encontró con el señor Usami, que tenía unas esposas en las manos.

—aquí está Masamune.

—muy bien, colócale las esposas—dicho esto, la mujer colocó al azabache en el suelo, tomó las esposas que el Usami mayor le ofrecía y le colocó una esposa en la muñeca izquierda y la otra la ancló a un tubo que estaba justo al lado.

—despiértalo—dicho esto, Eri le dio una fuerte bofetada, lo que lo hizo reaccionar, aún un poco desconcertado.

—¿en dónde estoy?

—estás conmigo—dijo la mujer, acariciando su rostro. Al sentir sus manos sobre su cara, quiso quitarlas, pero se dio cuenta de que tenía la muñeca izquierda esposada.

—¿Dónde está mi hijo?

—tranquilo, él está en un lugar seguro.

—quiero ver a Kiseki, déjame verlo—le suplicó.

—no puedo dejarte verlo. Él está con el señor Usami.

—no, no debe estar con él. ¡Está loco!

—¿Qué estoy loco? —preguntó el mayor de los tres, apareciendo con el pequeño en los brazos.

—por favor, devuélvame a mi niño—le suplicó entre lágrimas, ya que notó que el pequeño lloraba desconsoladamente.

—JA, ¿Por qué? —respondió con una sonrisa cínica.

—porque necesita a su mamá, por favor—el mayor lo miró de forma asesina, pero finalmente se acercó al otro y le entregó al bebé.

—hola, pequeño. Tranquilo, aquí está mamá—le susurró el azabache al bebé para que dejara de llorar y efectivamente, así lo hizo, sonriendo después. El señor Usami enfureció ante eso y le ordenó a Eri que le quitara al bebé.

—no me quites a mi bebé. Él necesita estar con su mamá.

—ya tuviste suficiente con Kiseki, así que ya deja de estar lloriqueando. Mejor ponte cómodo, porque estarás aquí un buen tiempo.

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora