Capítulo XXIV. ¿Terminamos?

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Capítulo XXIV. ¿Terminamos?
Kirishima estaba como alma que lleva el diablo. Su cara estaba roja de ira y apretaba los puños con tanta fuerza, que los nudillos los tenía blancos. Su mirada era de odio total y solamente había un culpable: Yokozawa Takafumi. Llegó finalmente al lugar que tanto anhelaba. El peli azul estaba sentado en una de las sillas y su lado estaba Tori. Ambos chicos lo miraron, pero siguieron en lo suyo.
—creo que no me has visto. Pero te voy a dejar las cosas más que claras. Terminamos—en ese momento, Takafumi se quedó pensativo y miró al chico que tenía parado frente a él.
—¿qué dijiste?—preguntó incrédulo.
—veo que no te ha quedado claro. Terminamos, nuestra relación llegó a su fin. ¿Quieres que te lo explique con manzanas? Eres una persona despreciable. No mereces que nadie te ame. ¿Cómo pude ser tan ciego como para no darme cuenta de tus malditas intenciones? Eres un maldito, y yo, claro, un estúpido. Pero ni creas que voy a volver a caer en tus juegos. No creas que me volverás a engañar. Ahora entiendo la clase de basura que eres. No vales nada y me alegro tanto de que Masamune se alejara de una escoria como tú. Jamás en tu vida, óyeme bien, jamás vuelvas a dirigirme la palabra. Tú para mí ya estás muerto—se alejó nuevamente de esos dos, dejando a Takafumi completamente sorprendido. Pero más que sorprendido, estaba dolido. Su pecho le dolía y su vista se nubló debido a las lágrimas.
—¿por qué estoy llorando? ¿Por qué me siento así?—se preguntó a sí mismo su actitud.
—¿qué pasa contigo, Takafumi?—le preguntó el castaño. Este no le respondió y rápidamente se fue de aquel lugar. Tenía que hablar con alguien. Fue hacia su casa y tocó repetidas veces el timbre. Abrió la puerta un chico azabache. Se veía que estaba más que sano.
—oh, veo que estás más que sano. Dime, ¿tú le dijiste a Zen sobre aquello?
—¿y para qué quieres saber? ¿De verdad estás tan asustado? ¿Zen ya te dijo algo?—preguntó con burla.
—¡no estoy para bromas! ¡Dímelo ahora!—exclamó.
—mmm… veamos… sí, yo le dije todo. Acéptalo, él tenía que saberlo. ¿Pensabas tenerlo engañado toda la vida?
—¡cállate! ¡Ah, te odio!—exclamó con mucha más fuerza y se fue de la casa sin decir nada más y subió a su automóvil. Lo arrancó y comenzó a conducir. Rebasaba el límite de velocidad permitida. Al parecer no podía pensar en nada más y fue ahí donde todo cambió. Debido a que este se había quedado sin frenos, tuvo que usar el volante para poder tener un poco de control. Pero fue inevitable, el coche terminó llantas arriba después de dar unas cuantas vueltas. La gasolina salía por la parte trasera del auto y si no se actuaba rápido, este terminaría explotando. Takafumi terminó inconsciente y con varios golpes y moretones. La sangre salía de su frente y su vista se hacía cada vez más borrosa.
—¿será que está es mi muerte?—se preguntó a sí mismo. De pronto, frente a él apareció un chico, alto y de ojos miel. Su vista era borrosa, por lo que no podía reconocerlo.
—¿cómo fue que acabaste en esa situación?—se escuchó la voz del desconocido, que rápidamente logró quitarle el cinturón de seguridad para poder sacarlo de ahí y no dejar que este muriera calcinado.
—sí que eres demasiado idiota. Bueno, al menos ya estás a salvo. Déjame llamar a la ambulancia o morirás aquí—el castaño rápidamente llamó a los paramédicos y estos llegaron casi enseguida. Trasladaron al peli azul al hospital y ahí, lo atendieron.
—ah, verdaderamente eres un idiota…

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora