Capítulo LXIV. Un crimen atroz

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Capítulo LXIV. Un crimen atroz
Algunos días han pasado desde que Takafumi decidió alejarse de su padre. Por su propio bien y el de su familia. Pero ¿qué estará planeando aquel ser sin corazón y con un alma llena de maldad? Me parece que nada bueno.
***
Un hombre de aproximadamente 40 años se encontraba atado a una silla en una especie de bodega abandonada, la cual se veía vieja y sucia. De pronto, por la puerta entró un hombre, un poco más mayor y se acercó a él.
—por favor, señor, no me lastime. Sabe que tengo familia que me necesita—suplicó el hombre.
—me temo que no será posible.
—¡por favor, no me mate!—exclamó.
—eso debiste pensarlo antes de decirle toda la verdad al imbécil de mi yerno. Ahora, pagarás muy caro el haberme traicionado.
—¡por favor, ayúdenme!
—por favor, no grites. En este lugar no habrá nadie que te escuche. Ah, por cierto, quiero mostrarte una pequeña cosita—en eso, frente a él se prendió una lámpara y dejó ver a una mujer, de unos 40 y algo.
—¡Karin!—gritó al verla inconsciente.
—ya te he dicho que no grites. Además, vas a despertarla.
—por favor, no le haga daño a ella.
—mira, tú no estás aquí para darme órdenes. Yo haré lo que se me dé la gana. Bien, es hora de comenzar con la diversión—dicho esto, se alejó del hombre y se acercó a la esposa de este.
—no la lastime. Yo la amo—respondió con desesperación.
—es una pena, porque ninguno de los dos va a vivir para contarlo.
—¿me va a matar?
—oh, no tan rápido. Primero quiero divertirme un poco con tu esposa—por favor…
—¿Masaki?—lo llamó su esposa, que comenzaba a despertar. Lo que ella no sabía es que estaba atada de pies y manos con alambres de púas, muy filosas. Al intentar zafarse, estos se enterrarían de dichas zonas, desgarrándolas.
—¿qué está pasando, mi amor?—preguntó, asustada.
—tranquila, mi amor. No te asustes—le habló con dulzura para poder tranquilizarla.
—veo que ya estás despierta—habló con una sonrisa siniestra el mayor, quien se acercó con más alambre de púas en sus manos. No tardó mucho para colocar el alambre en el cuello de la mujer. Lo puso bien apretado para que esta no pudiera moverse. Si lo hacía, este se incrustaría en su cuello y evidentemente terminaría desangrada.
—¿qué es esto? ¡Por favor, no me haga daño!—exclamaba la mujer, moviendo la cabeza para todos lados, logrando que las púas comenzarán a incrustarse en su carne.
—no te muevas. De lo contrario, morirás—le susurró en el oído. La mujer hizo caso omiso y siguió moviéndose aún más, hasta que las púas estuvieron completamente dentro de su cuerpo y la sangre comenzó a escurrir de entre las heridas.
—¡no, Karin, mi amor, no te muevas!—le gritó su marido, pero fue demasiado tarde, la mujer estaba muerta.
—le dije que no se moviera, o moriría. Pero no me hizo caso. Ahora está muerta, y sigues tú—de acercó al hombre, quien también tenía las muñecas lastimadas, además de los pies.
—máteme pronto. No quiero sufrir más—le suplicó.
—pero si lo hago rápido, no será divertido.
—por favor, hágalo pronto—lo miró con lágrimas.
—está bien—dicho esto, tomó un tazón, donde había unas pocas almendras y le puso una frente a él para que la comiera.
—¿para qué es esto?
—sólo cómelas. Después lo verás—le introdujo una en la boca para que la masticara. Cuando la mordió, hizo una mueca de asco.
—están amargas.
—así deben ser. Vamos, come más—le ordenó, haciendo que comiera 13 en total.
—sólo hay que esperar un poco más para que esto se ponga interesante. Dicho esto, se quedó de pie frente al hombre aproximadamente 20 minutos, cuando este comenzó a sentirse mal. El hombre comenzó a vomitar copiosamente mientras la respiración se le aceleraba y se sentía mareado. De la nada, dejo caer su cabeza hacia enfrente y el mayor se agachó para levantarla.
—espero que esto te haya enseñado a que no debes meterte con alguien como yo. Sabes que si lo haces, terminarás perdiendo todo, incluso, tu propia vida—después de eso, cerró los ojos y su cabeza quedó colgando en el aire.
—creo que no debo esperar tanto para al fin quitar a ese sujeto de una vez por todas de mi camino. Haré hasta lo imposible para eliminarlo de mi camino…

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora