Capítulo XV. Culpa

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Capítulo XV. Culpa
—¡Masamune!—exclamaba un preocupado Zen. Llevaba buscando a su amigo durante un buen rato, pero no más nada. Comenzaba a preocuparse. Había sido un idiota al seguirle el juego al tonto de Yokozawa. Ahora no sabía nada de su amigo. Lo que había dicho era mentira, él jamás diría algo tan hiriente como eso. Continuó buscándolo si parar, debía encontrarlo a como diera lugar.
***
Mientras tanto, un chico azabache se sentó en el lugar que siempre usaba para platicar con su examigo. En realidad estaba dolido. Le había dolido tanto que Zen dijera esas cosas. No sabía si él realmente lo amaba o, al menos, sentía algo por él, pero con eso se dio cuenta de que no. Lo mejor sería dejarlo en paz y tratar de olvidar la herida que este acababa de hacerle. Se perdió un poco entre los árboles y observó el danzar de las hojas, cayendo lentamente hacia el piso y siendo llevadas por el viento.
—Masamune—escucho la voz de cierto castaño. Se dio la vuelta y lo vio, preocupado. Este se acercó rápidamente a él y lo miró.
—¿qué pasa? ¿Tienes algo más que decirme? ¿O vienes a seguirme utilizando?
—y-yo no…
—¿sabes? Me dolió mucho que dijeras eso. Por un momento pensé que me apreciabas, que me considerabas tu amigo. Pero veo que me equivoqué. Solamente fui utilizado para darle celos al idiota de Takafumi. ¿Sabes lo que él está haciendo?—observó la cara de confusión de este—. Olvídalo. Jamás lo entenderías. Me voy, así que olvídate de mí—se dio la vuelta, dispuesto a retirarse.
—no, Masamune. Espera, no te vayas—corrió rápidamente hasta llegar a su lado. Ahí, lo sujetó del brazo, impidiéndole moverse—. Nada de lo dices es verdad. Yo jamás te he utilizado para darle celos a nadie. Te quiero mucho y eres mi amigo. Por favor, no te alejes de mi lado—le suplicó. El azabache se soltó de su agarre y lo miró fijamente a los ojos.
—no lo sé. Tengo que pensarlo. Por favor, déjame solo—le suplicó el azabache.
—no, Masamune. No me digas eso. Por favor, no quiero que me odies—lo miró, con lágrimas en los ojos.
—por favor, Zen, no me insistas más. Quiero pensar a solas.
—está bien. Sólo… no me hagas esperar tanto tiempo—se despidió del azabache y se marchó.
Cuando el castaño se retiró, Masamune volvió a sentarse y mientras hacía eso, se puso a reflexionar sobre lo sucedido.
—hola—oyó una voz externa.
—¿y tú eres?—preguntó el azabache.
—mi nombre es…

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora