Capítulo LIV. Amor y dolor

141 6 6
                                    

Capítulo LIV. Amor y dolor
El tiempo siguió pasando y con ello, las tristezas y las penas parecieron desvanecerse. Yokozawa se veía más alegre y acariciaba su vientre con mucho amor. Se le veía feliz y esperaba con ansias poder ver al fin a su hermoso bebé. Kirishima se veía de la misma manera y acompañaba a su pareja siempre a sus consultas mensuales.
—estoy tan emocionado. No veo la hora en la que tenga a mi bebé en mis brazos. Quiero que todo sea maravilloso. Quiero darle una gran bienvenida a Souichi—expresó el menor.
—wow, me impresionas. Hasta tienes el nombre perfecto para nuestro bebé. Espero que sea un niño—continuó Kirishima.
—yo también espero que sea un niño. Aunque, de hecho, yo siempre quise tener una niña. ¿Qué crees que haya sido nuestro hijo de haber vivido?—se puso triste de pronto.
—no lo sé, amor. Pero no te pongas  triste. Recuerda que tienes que ser muy fuerte, por Souichi, ¿sí?—acarició su mejilla.
—no te preocupes. Seré fuerte y no dejaré que nadie me lastime ni tampoco a Souichi—habló con determinación. Kirishima lo miró con una sonrisa y se acercó para darle un abrazo.
—ya casi llegamos. Estoy bastante nervioso—opinó el peli azul. Su novio lo tomó de la mano y ambos entraron al consultorio. Tenían una cita para un último ultrasonido. Pronto sabrían cuál sería el sexo de su bebé.
—hola, muy buenos días. ¿Tienen cita?—preguntó la recepcionista.
—así es. Tenemos cita con el Dr. Satoshi—habló el castaño.
—entonces esperen. En un momento los atenderá—se levantó de su asiento y tocó la puerta del consultorio para posteriormente, entrar. Salió pocos segundos después—. Por favor, pasen. El Dr. Satoshi los espera—respondió amable.
—muchas gracias—dijeron ambos. Entraron y el médico les ofreció tomar asiento.
—bueno, Takafumi, como ya sabes, estás en tus últimos días de embarazo y los cuidados hasta el día del parto son importantes. Como sabes, también es tu último ultrasonido y podemos saber con exactitud cuál es su género. Entiendo que quisieron dejarlo para el final y así será, a menos que ustedes quieran saberlo—explicó el médico.
—queremos saberlo. Sabemos que falta muy poco para el parto, pero tenemos curiosidad—dijo el embarazado.
—muy bien, pues entonces, acuéstate, Takafumi—el mencionado, con ayuda de su novio se levantó del asiento y caminó hacia la camilla. Se sentó y levantó su camisa. Zen se posicionó a su lado y el médico se sentó del otro lado. Le colocó un gel especial y puso el aparato. Inmediatamente la imagen salió en la pantalla y la imagen del bebé se dejó ver.
—pues bien, los latidos de su corazón son normales, continúa desarrollándose correctamente, no presenta ninguna anomalía. Felicidades, tendrán un bebé completamente saludable. Ahora veamos…
Ambos chicos se tomaban de la mano y no despegaban la mirada de la pantalla.
—felicitaciones, es un niño—habló el médico mirando a ambos padres. Estos sonrieron de felicidad y se abrazaron tan fuerte como pudieron. Se miraron con amor y después volvieron a abrazarse. Agradecieron al médico por sus atenciones y salieron de la consulta. Tenían una sonrisa imborrable y se tomaban de la mano. Salieron y se dirigieron a un lugar que era muy especial para ellos. Sí, era el cementerio. Irían a visitar la tumba de su difunto hijo. Al llegar al lugar, Zen bajó primero del automóvil y ayudó a su novio a bajar. Ambos llegaron y se posicionaron frente a la tumba del pequeño. Sabían que era un niño y por ello le habían puesto ***. Takafumi se mostraba un poco afectado, pero trataba de mantener la calma. Si hacía algún tipo de movimiento brusco, lastimaría a su bebé.
Ambos se colocaron frente a la tumba y fue Zen quien colocó un ramo de flores sobre la lápida.
—sé que lo que pasó hace unos meses fue algo terrible, fue un accidente. Es algo que aún me resulta complicado de aceptar, pero quiero que sepas, ***, que siempre estarás en mi corazón y en mis pensamientos. Ahora, quiero estar bien para tu hermanito. No pienses jamás que te estoy olvidando. Siempre te amaré y estarás presente en mis recuerdos—relató Takafumi. Habló casi en un susurro, pero Zen lo escuchó todo a la perfección.
—es hora de irnos, amor. El cielo se está poniendo negro. No tardará mucho en llover, vamos—tomó la mano de su pareja y los dos caminaron de nuevo hacia su automóvil. Zen comenzó a conducir y ambos se quedaron callados. Solamente se escuchaba el sonido de la lluvia, y para su mala suerte, el tráfico invadió la calle.
—maldición, la calle está llena. Me parece que estaremos aquí un buen rato—opinó el castaño.
—auch—se quejó el peli azul, quien sujetó su vientre y apretó los ojos cuando este comenzó a dolerle con más intensidad.
—Takafumi, ¿qué ocurre, mi amor?—preguntó, preocupado.
—Zen, el bebé ya viene—lo miró serio. En ese momento, el castaño se puso tan pálido como una hoja de papel y el cuerpo comenzó a temblarle. ¿Qué acababa de decir su novio? ¿El bebé ya estaba en camino?
—no, Takafumi, debes estar bromeando. ¿Cómo puede…?
—no estoy bromeando. Souichi viene ya en camino—murmuró con mucho esfuerzo.
—¿y qué se supone que haremos? Estamos ahora mismo atascados en el tráfico.
—tú lo harás—le dijo serio. El castaño lo miró incrédulo.
—¿yo? Pero…
—tienes que hacerlo, Zen. Es nuestro hijo de quién estamos hablando.
—pero yo no sé cómo…
—tendrán que hallar la manera de hacerlo. Además, eres cirujano.
—sí, sé que soy cirujano, pero no soy cirujano partero. Son cosas diferentes. Ay, no. ¿Qué haré? ¿Qué haré?—comenzó a ponerse ansioso y colocó sus manos en su rostro para después sobarse las sienes.
—Zen, cálmate. Todo estará bien. Pero tienes que ayudar a nuestro hijo a nacer. Tú puedes hacerlo, yo confío en ti. Sé que lo harás bien—le sonrió a su pareja a pesar de los nervios que tenía.
El castaño suspiró profundamente y entonces se decidió por ayudar a su novio a dar a luz. Era su deber, como médico que era. Salió del auto, como todo y la lluvia cayéndole encima y abrió la cajuela. En esta había varios instrumentos médicos; entre los que destaca alcohol para desinfectar y unos guantes de cirujano. Se desinfectó las manos y se colocó los guantes. Volvió a entrar al automóvil y ayudó a su pareja a levantarse para después salir del auto y colocarlo en el asiento de atrás. Sus manos temblaban y sudaba frío. Jamás había asistido un parto. Estaba asustado.
Yokozawa llevaba puesto un camisón, ya que este le quedaba mejor y se sentía más cómodo. Se recostó en el asiento trasero y respiró profundamente. Hasta eso, él se mostraba más sereno que su pareja. Cerró los ojos al sentir una nueva contracción. Abrió las piernas y su amado se arrodilló frente a él.
Kirishima suspiró una última vez y se dedicó a inspeccionarlo. No parecía haber ninguna anomalía.
—bien, amor, dime cada cuánto tienes contracciones—preguntó el castaño.
—son cada cinco o seis minutos, pero son muy fuertes—se quejó el menor al sentir un nuevo dolor.
—está bien. Pues, creo que es la hora. Pon atención, amor. Cuando sientas una nueva contracción, vas a pujar lo más fuerte que puedas, ¿de acuerdo?—el peli azul asintió y tomó aire. En ese momento, una nueva contracción se hizo presente y juntó fuerzas para comenzar pujar.
—tú puedes, amor. Sigue así. Vamos—lo incitaba su novio. Takafumi seguía sacando fuerzas de donde podía y finalmente…
—bien hecho, amor. Acabas de dar a luz a un niño—lo felicitó el castaño, quien sostenía al pequeño castaño. Lloraba con fuerza y movía sus manitas. Miró al pequeño con lágrimas en los ojos. Estaba muy orgulloso.
—acércamelo. Quiero cargarlo—se reincorporó un poco para poder tomar al bebé entre sus brazos. Cuando lo tuvo entre sus brazos, el niño dejó de llorar.
—vamos, amor, tienes que hacer un último esfuerzo. Ahora debes pujar para expulsar la placenta—el peli azul asintió y volvió a pujar con todas sus fuerzas, para después dejarse caer en el asiento trasero.
—lo hiciste muy bien. Eres muy fuerte—lo felicitó el castaño.
—tú también lo has hecho muy bien. Acabas de ayudar a tu hijo a nacer—sonrió el peli azul.
Zen sacó una manta de la cajuela y ayudó a Takafumi a envolver al bebé con esta. Debían mantenerlo caliente hasta que pudieran llegar al hospital para que cortaran también el cordón umbilical.
Después de eso, el tránsito se hizo más ligero y los coches comenzaron a avanzar. Llegaron al hospital y ahí atendieron a la mamá y al recién nacido. No hubo ninguna complicación, por lo que sólo cortaron el cordón umbilical y trasladaron al peli azul a una habitación para que descansara. Llevaba a su bebé entre sus brazos y no quería soltarlo para nada.
—vamos, amor, tienen que revisarlo—trataba de convencerlo el castaño.
—yo soy pediatra, ¿sabes? Yo sé que mi bebé está bien y no voy a dejar que se lo lleven—habló serio.
—está bien. Vendré más al rato. Mientras tanto, dejaré que se tranquilice—habló la enfermera.
—escucha bien, no voy a dejar que nadie lo toque. Él es solamente mío—miró serio a su novio.
—¿por qué estás tan alterado?—preguntó preocupado.
—porque nadie va a quitarme a mi hijo. No voy a dejar que lo lastimen.
—bueno—se acercó a este y pretendía tomar al bebé, pero el peli azul se lo impidió—. ¿Qué demonios está pasando? ¿No me vas a dejar cargar a mi hijo?
—no. Solamente yo podré cargarlo. No quiero que nadie más lo toque.
—¿ah sí? Está bien—se levantó de su asiento y caminó hacia la puerta.
—¿adónde vas?—preguntó, sorprendido.
—me estoy yendo de aquí. Estás diciendo que no quieres que nadie toque a tu hijo. Bueno, creo que soy nadie. Ni siquiera me dejas cargar a mi propio hijo. ¿Acaso te embarazaste solo, o qué? ¿O piensas que eres el único que sufrió cuando le pasó eso a nuestro hijo? ¿Crees que tu dolor es más fuerte que el de cualquiera?—el peli azul se mantenía callado y solamente acariciaba la mejilla del bebé.
—si tanto te molesta, entonces ¿por qué no te vas? Créeme, no te necesito. Yo puedo criar a mi hijo solo—lo miró serio.
—¿es eso lo que quieres? Muy bien, entonces te daré el gusto. Pero escúchame bien, que ni se te ocurra pedirme un solo centavo para mantener a tu hijo, porque no obtendrás nada de mí.
—¿qué puedo obtener yo de alguien como tú? Yo lo tengo todo y nunca me ha faltado nada. Más bien, serás tú el que vendrá rogando a mis pies para pedirme ayuda—se burló.
—JA, eso ni lo sueñes. Aunque estuviera en la ruina y sin nada, a quien menos le pediría sería a ti. No te sientas la gran cosa—dijo la última palabra antes de salir de la habitación azotando la puerta.
—¿qué demonios acaba de pasar aquí? ¿Cómo fue que llegamos a esto?

A mí me parece que estos dos cada vez están peor. Díganme ¿Qué piensan de que Yokozawa se comporte como un paranoico? ¿Creen que haya salvación para estos dos?

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora