Capítulo LXXII. Dolor

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Capítulo LXXII. Dolor
—¡CUIDADO!—exclamó el azabache, colocándose delante del peli azul cuando esa persona disparó el arma. Yokozawa no supo qué más había sucedido. Lo único que vio fue al azabache frente a él, con las manos llenas de sangre y cubriendo su abdomen con sus manos.
—¡Masamune!—exclamó Akihiko, quien al ver a su amado recibiendo el disparo, salió rápidamente del vehículo para alcanzarlo. Se colocó al lado de este cuando se dejó caer.
—Dios mío, Masamune, resiste, mi amor. No, no me puedes dejar. ¿Qué es lo que voy a hacer sin ti?—miró al azabache con lágrimas en los ojos y acarició su mejilla.
—¡ayuda! ¡Ayuda, por favor!—exclamó el peli azul. No podía dejar que sus hijos vieran una escena tan brutal. Rápidamente salió Kirishima y lo que vio lo dejó helado. Su mejor amigo estaba tirado en el suelo, con una herida de bala en el abdomen y mucha sangre por todas partes. Sentía que su corazón se desgarraba.
—Zen—habló el peli azul. Kirishima, hasta ese momento se había percatado de su presencia y le dijo que entrara para que los niños no vieran algo así. Se acercó a su amigo y de inmediato llamó una ambulancia.
—lamento tanto que mi existencia haya sido tan corta—expresó el azabache.
—no, no digas algo así. Tú vas a vivir. No puedes dejarme solo. Yo te necesito, mi amor—habló el peli plata que estaba inconsolable.
—es lo que más deseo en esta vida: permanecer junto a ti hasta los últimos días de mi vida y cuidar de nuestros hijos juntos. Pero… creo que no será posible—su respiración se hacía cada vez más lenta y sus ojos se cerraban.
—mi hora está llegando…
—Masamune, ¿quién te hizo esto?—preguntó Zen, hecho un mar de lágrimas.
—f-fue el padre de Takafumi. Él quería matarlo a él, quería acabar con la vida de su propio hijo. Yo no podía permitir que algo así sucediera. Por eso me interpuse. Si no lo hubiera hecho, sería él quien estaría muerto. No me arrepiento de lo que hice. ¿Sabes, Zen? Sé que ya me perdonaste hace años por todo lo que sucedió cuando nos conocimos, pero quiero que me perdones nuevamente. El daño que te cause fue demasiado. También te agradezco por haberme aceptado como tu amigo. Eres una de las personas más importantes para mí y estoy feliz de que así sea—tomó la mano de su amigo y la presionó con la suya.
—no te preocupes, Masamune. Tú sabes que eso fue hace muchos años. Te equivocaste, pero supiste reconocer tus errores y también supiste repararlos antes de que fuera muy tarde. No tienes que pedirme perdón para nada. Yo ya lo hice hace mucho—el azabache lo miró con una sonrisa en sus labios. Después miró al peli plata—. Y tú, quiero que seas feliz nuevamente, sin mí. Sé que sabrás hacerlo. También, cuida a nuestros niños. Trátalos con todo tu amor y tu cariño, llévalos siempre por el camino del bien y oriéntalos para que no se desvíen. Te amo tanto. Tú has sido el motivo de mi alegría. Eres el hombre de mis sueños y el único al que amo. Estoy yéndome de este mundo, y quiero hacerlo de la manera correcta. Gracias por todo—miró a ambos por última vez antes de cerrar los ojos lentamente y después, dejar que su cabeza cayera hacia un lado.
—¿Masamune? Masamune, despierta, mi amor. Masamune… ¡¡¡¡NOOOO!!!!—exclamó el peli plata abrazando el cuerpo sin vida de su amado Masamune—. Masamune, por favor, habla conmigo. No me abandones—agitó el cuerpo varías veces, pero este no se movía, su corazón ya no latía. El otro había muerto.
—¿qué está pasando? ¿Por qué tanto alboroto?—salió la madre del castaño junto con el peli azul. Los dos quedaron sorprendidos al ver a ambos llorando por el azabache. Takafumi se soltó a llorar al ver el cuerpo de su antiguo amigo. Aquel que le había salvado la vida tanto a él como a su bebé.
—¡Masamune!—exclamó el peli plata. Su grito estremeció al peli azul, que se sentía horriblemente culpable.
La ambulancia llegó poco después, pero ya nada podía hacerse. Masamune estaba muerto. Se llevaron el cuerpo de este y sólo quedaron Akihiko y Kirishima.
—¿por qué? ¿Por qué tenía que pasar esto? ¿Cómo voy a decírselo a mis hijos? Ellos no podrían soportar una cosa como esa. No, pobres de mis niños. ¿Por qué? Esto no es justo. Ellos no pueden crecer sin su madre—lloró el peli plata.
—maldita sea. Otra vez ese desgraciado hizo de las suyas. Pero esta vez me las va a pagar. No voy a seguir soportando que haga lo que quiera con las personas que amo—en ese momento se levantó de su asiento y estaba dispuesto a salir de la casa.
—espera, Zen. ¿Qué es lo que estás planeando hacer?—preguntó Yokozawa.
—es muy obvio. Haré lo que tenía que hacer desde hace mucho tiempo—salió de la casa y nadie pudo detenerlo.
Cuando Zen se hubo ido de la casa, Takafumi se acercó al peli plata, que estaba inconsolable y se sentó a su lado.
—lamento tanto lo que está pasando. Masamune se sacrificó para salvar la vida de mi bebé, y la mía también. No quería que él muriera. Pobres pequeños. Será muy complicado vivir sin su mamá—lloró el peli azul.
—no te sientas culpable. Era lo que Masamune tenía que hacer. Lo hizo para salvar a ambos, aunque eso le costó la vida. No sé cómo voy a poder vivir sin él. Lo era todo para mí—se tapó la cara con las manos y lloró, lloró como nunca.
***
Kirishima iba caminando por la calle, perdido y sin poder parar de llorar. Su corazón estaba roto y sus ojos no paraban de derramar gruesas lágrimas. Trataba de controlarse, pero le era imposible. Su mejor amigo, a quien consideraba también como un hermano, había sido muerto por un miserable que no valía nada. Tenía que hacerlo pagar. Aunque fuera lo último que haría en su vida. Lo haría pagar. Llegó a la estación de policía e hizo la denuncia. ¿Los cargos? Por asesinato. Tomaron su declaración y comenzaron con la búsqueda. Mientras estaba ahí, recibió la llamada de alguien.
—¿diga?—preguntó.
—¿es usted conocido del paciente Usami Masamune?—le preguntó el del otro lado de la línea.
—sí, ¿por qué?—le dolía pensar en aquello.
—le llamo del hospital *** para saber si puede donar sangre. Perdió demasiada sangre y está muy débil. Tuvieron que operarlo para retirar la bala de su abdomen. Afortunadamente, él y su bebé están fuera de peligro.
—¿él está esperando un bebé?—preguntó incrédulo.
—así es. Por favor, si conoce a alguien más, avísele. Hasta luego—colgó.
—Masamune no está muerto. Y mejor aún, está esperando un bebé—expresó con alegría.

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora