Capítulo LIII. Pistas

167 6 0
                                    

Capítulo LIII. Pistas
Nota: los acontecimientos suceden al mismo tiempo que los de la pareja principal.
Narra Masamune
Al día siguiente me desperté. Me sentía feliz y completo al creer que todo con Akihiko se había solucionado. Estaba muy equivocado. Cuando me desperté y quise acercarme a él, me di cuenta de que no había nadie a mi lado. ¿Cómo pude ser tan estúpido al creer en sus palabras? Entiendo que Akihiko no me ama. ¿Por qué sigo aquí entonces? No pude evitar que mis lágrimas salieran. Fue hasta que vi a lo lejos, en la mesa de centro, una pequeña caja, color negro, con una nota al lado. Me levanté de la cama y fui hasta esa mesa. Tomé la caja con mi mano y después la nota. Creo saber lo que hay dentro de esta. Abrí primero la caja, dentro hay un brillante y pequeño colgante, de oro. Lo tomé con mi mano y después lo tiré al suelo. No quiero tener nada que sea de ese idiota. No me importó siquiera leer la nota, la rompí y también la tiré al suelo. Agarré mis cosas y salí lo más aprisa que pude. No puedo dejar a mis hijos solos durante más tiempo. Estoy harto de que Akihiko piense que soy un tonto. Salí del hotel y tomé un taxi. Creí que me había librado de él, cuando lo vi en la entrada del hotel, llevaba de la mano a esa mujer. Puedo ver que es feliz a su lado, entonces, ¿por qué me lástima de esta manera? ¿Qué fue lo que hice para que me haga esto?
Lo vi palidecer de repente y mantuvo su distancia con ella, pero no tiene de qué preocuparse. Yo ya lo vi todo. Se acercó casi corriendo a mí, pero fue muy tarde, mi taxi llegó y me subí lo más rápido posible.
El trayecto fue rápido, llegó a mi casa, le pagué al conductor y entré a mi casa. Al hacer esto, un enorme llanto me recibió.
—al fin llegas, hijo mío. Kiseki no ha dejado de llorar. Me parece que tiene hambre—me recibió mi madre, quien llevaba en los brazos a mi hermoso bebé. Este no dejaba de llorar y sus ojitos se veían muy rojos. Me senté en el sillón y mi madre se acercó, dejó a mi niño en mi pecho y se alejó un poco. Me desabotoné la camisa y comencé a alimentar a mi bebé.
—¿qué ocurrió con tu marido?—me preguntó mi madre. Se veía seria.
—ya no tiene caso hablar de él—miré a mi hijo y acaricié su rosada mejilla.
—¿vas a divorciarte?—su mirada no dejaba de ser seria.
—es eso lo quieres, ¿no? A ti nunca te agradó mi marido. ¿Por qué no me dices que te alegras de verme en esta situación?—la vi sonreír. Tengo razón, ¿o no?
—yo desde siempre supe que ese hombre no era bueno para ti, pero si lo amas, entonces...
—lo nuestro se acabó. Voy a divorciarme de él, definitivamente—expresé serio. Miré a mi niño entre mis brazos, se acababa de quedar profundamente dormido. Me levanté y lo llevé de nuevo a su cuna. En eso, el timbre sonó. Sé perfectamente que se trata de Akihiko. Caminé a la puerta y me llevé una desagradable sorpresa. Era Akihiko, sí, pero venía muy bien acompañado.
—¿qué se supone que estás haciendo aquí?—le pregunté.
—¿por qué te fuiste de esa manera hace un rato? Yo...
—¿sabes qué? Me tienes harto de tus malditos juegos. Quiero que desaparezcas de mi vida, lárgate y no me busques más. Vete—le ordené. Siento que mi corazón me duele, mis lágrimas salen. Se acercó a mí y trató de tomar mi mano, pero no lo permití—. ¡No me toques! ¡Vete! ¡Te odio! ¡TE ODIO!—exclamé con todas mis fuerzas.
—no es verdad. Tú no me odias. No serías capaz de odiar al hombre que amas—me miró con seguridad.
—cállate, idiota. ¿Por qué no mejor te largas con tu amante y a mí me dejas en paz? Yo creo que serías muy feliz. Vete—cerré la puerta en ese momento y le coloqué el seguro. Así no podrá entrar.
—¡Masamune! ¡Ábreme!—lo escuché gritar desde afuera—. Por favor, ábreme, mi amor—susurró esta vez. No, no debo flaquear. Tengo que ser fuerte.
—vete, Akihiko. Déjame ser feliz.
—no pienso rendirme tan fácilmente. Voy a luchar por ti—fue lo último que dijo antes de escucharse puro silencio. Me apoyé en la puerta y me dejé caer, abrazándome a mis piernas. ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí?
Estoy convencido de que no voy a dejarme manipular tan fácilmente.
Ah, ¿qué tonterías estoy diciendo? No puedo estar lejos del hombre que amo, no puedo...
Le quité el seguro a la puerta y salí corriendo de la casa. Lo vi cuando estaba a punto de subir a su automóvil. Creo que ya es demasiado tarde para arrepentirse. Estuve a punto de entrar de nuevo a mi casa, cuando sentí la mano de alguien tomar mi mano.
—Masamune—me di la vuelta para ver mejor a esa persona. Lo abracé tan pronto como lo tuve cerca de mí.
—l-lo siento. Nunca quise decir esas cosas. Lo que pasa es que...
—no tienes que disculparte. Entiendo que te sientas así al pensar que te fui infiel, pero créeme que no es así. Yo te amo y estoy dispuesto a hacer de todo para que me perdones. Sé que te he dejado una carga muy grande sobre tus hombros durante muchos días y eso es malo para tu salud. He sido muy desconsiderado contigo y prometo que te lo voy a recompensar después de que pueda arreglar todos estos problemas que tengo—me expresó Akihiko. Creo que tiene razón. Esta vez le creeré.
—¿en serio? ¿Me prometes que todo lo que me has dicho es verdad? No quiero que...
Interrumpió mis palabras colocando un dedo sobre mis labios para no dejarme hablar.
—todo lo que te he dicho es verdad. Jamás sería capaz de hacerle daño a la persona que amo. Recuerda que tú lo eres todo para mí y prometo que haremos muchas cosas juntos cuando todo esto termine—me miró con una sonrisa. Asentí sin dudarlo. Además me rasqué la mejilla un poco con mi dedo índice. Desde hace un rato que puedo sentir la mirada penetrante de esa mujer sobre nosotros.
—¿qué ocurre, amor? ¿Hay algo que te preocupe?—me preguntó Akihiko.
—no quería decírtelo, pero ¿seguro que podemos confiar en tu amiga?
—sí, ¿por qué?
—es que... desde que viniste hacia acá, ella no ha dejado de mirarnos, como si nos estuviera vigilando. No quisiera pensarlo, pero...
—¿piensas que ella podría estar del lado de mi padre y dándole información a mis espaldas?—habló Akihiko.
—s-sí. Eso mismo pensé, por eso te pregunto si podíamos confiar en ella. Yo diría que no estés tan cerca de ella. No es porque esté celoso, es por tu propio bien. Tal vez, si fuera otra persona.
—pero ¿quién? No conozco a nadie más para que se haga pasar por mi novia, además, la considero una buena amiga.
—¿no vas a creer lo que te estoy diciendo? Bien, haz lo que quieras—lo miré con el ceño fruncido. Estuve a punto de entrar a mi casa, pero Akihiko me tomó de la mano y después me abrazó por la cintura. Tenerlo tan cerca de mí, con su cuerpo tan pegado al mío, hacen que mi mente se nuble y que mis sentidos se agudicen. Me sonrojé mucho y me mordí el labio inferior.
Se acercó aún más a mí y acarició mi cintura y mi espalda por debajo de mi camisa. Subió y subió hasta que llegó a mi pecho. Ahí, acarició mis pezones por encima de la ropa.
—oye, ¿por qué estás mojado aquí? —tocó mi pecho y efectivamente, estaba mojado.
—ah, porque aún sigo dándole pecho a Kiseki, por eso.
—¿en serio? Sí que es glotón nuestro pequeño entonces.
—es pequeño aún, recuerda que apenas tiene seis meses. Tiene que alimentarse de mí lo más que pueda.
—¿por qué no me das un poco?—habló con tono lujurioso. ¿No se ha dado cuenta acaso del lugar en donde estamos?
—¿q-qué cosas estás diciendo, pervertido? C-claro que no haré algo como eso—me sonrojé hasta las orejas.
—vamos, sólo un poco—me miró con ojos de perro regañado.
—¿y en dónde se supone que lo haremos? Aquí no se puede, está mi mamá y nuestros hijos.
—vamos al hotel—me susurró en el oído. No pude evitar sentir escalofríos.
Antes de irnos, le avisé a mi madre que saldría y le pedí de favor que cuidara de nuevo a mis hijos. Nos subimos al automóvil y Akihiko condujo hasta el hotel.
—por favor, Eri, adelántate. Tengo que hablar unas cuantas cosas con mi esposo—le dijo mi amado a su dizque amiga. Ella asintió. Salió del auto y los dos la vimos alejarse. Fue poco el tiempo que pasó cuando Akihiko ya me tenía recostado sobre el asiento trasero y quitaba mi pantalón. Se recostó sobre mí y después desabotonó mi camisa. Comenzó a besar mis labios de forma dulce y lenta, bajó a mi cuello y también lo besó y lamió, siguió con mis hombros y esta vez los mordió de forma muy suave. Yo trataba de contenerme, pero no podía resistir más tiempo. Mi corazón latía con mucha fuerza y sin querer, dejé escapar un gemido. Rápidamente me tapé la boca con la mano y apreté mis piernas.
—¿qué pasa? ¿De verdad estás tan ansioso? ¿Quieres que esto esté dentro de ti?—murmuró de forma seductora y señaló su abultada entrepierna. Me sonrojé tan solo con imaginarme lo que estamos a punto de hacer.
—s-sí. Lo quiero, lo quiero todo dentro de mí. Por favor—me reincorporé un poco, sólo para quitarme la camisa y abrí mis piernas lo más abiertas posibles. Akihiko me miró con una sonrisa y no tardó mucho tiempo para que él también se quitara su ropa. Se acercó de nuevo a mí y tomó uno de mis erectos pezones con sus labios y comenzó a succionarlo. Puedo darme cuenta de que escurre por su boca un poco del líquido blanco. Hizo lo mismo con el otro. No puedo evitar sonrojarme al ver lo que está haciendo.
—o-oye, déjale un poco al bebé.
—mmm... delicioso—lo vi lamerse los labios—, nuestros hijos sí que son afortunados al poder alimentarse de ti—continuó acariciando mi abdomen, mi cintura, hasta que llegó a cierta parte de mi cuerpo. Suspiré al sentir como presiona mi entrada de manera suave y delicada. Me miró de una manera lujuriosa y tuve que morderme los labios para evitar dejar salir un suspiro.
—oye, ¿estás seguro de que nunca te has acostado con tu dizque amiga?—por un momento lo miré serio.
—amor, jamás sería capaz de serte infiel, entiende eso. Jamás sería capaz de tener a nadie más en mis pensamientos ni mucho menos en mi corazón. Tú eres el amor de mi vida y siempre lo serás—sus palabras logran tranquilizarme hasta cierto punto, pero siento que no puedo confiar cien por ciento en esa tal Eri. Hay algo que me perturba.
***
—¿qué fue lo que descubriste, hermosa Eri? ¿Sabes quién es el que está saliendo con mi hijo?—habló una voz masculina a través del celular.
—claro que lo sé, amor. Sé perfectamente quién es el desafortunado. Justo ahora acabo de mandarte una foto de él—respondió una mujer, quien estaba en el estacionamiento, mirando cada movimiento que realizaban los dos amantes.
—muy bien. Creo que en estos momentos ya sé exactamente lo que voy a hacer. Muchas gracias, hermosa Eri por esta valiosa información.
—ya sabes que estoy para servirte. ¿Y bien? ¿Qué será lo que haremos?—preguntó curiosa.
—pronto lo sabrás, pronto todos lo sabrán...

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora