Capítulo LXVII. Sospechas

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Capítulo LXVII. Sospechas
—había alguien aquí, mamá. Tengo miedo—volvió a llorar. En ese momento, Zen se acercó al pequeño y lo tomó entre sus brazos. El niño comenzó a tranquilizarse.
—¿tú crees que él haya sido capaz de lastimar a nuestro hijo? —le preguntó el menor a su pareja. El pequeño acababa de quedarse dormido, pero no pretendían dejarlo solo en el cuarto. Fueron a su habitación y lo depositaron sobre la cama, colocando cojines a su alrededor para que no se cayera. Cuando acostaron al niño, Takafumi salió al balcón y ahí, se puso a llorar. Sollozaba muy bajo y se tapaba la cara con las manos. Zen lo vio desde adentro y se sintió impotente al ver a su pareja llorando por culpa de su maldito padre. Salió para hablar con el menor.
—amor—lo llamó el castaño. El menor se limpió las lágrimas con las manos y se dio la vuelta para ver a su novio. El castaño se veía preocupado.
—¿Qué pasa? —preguntó el menor. Su novio se acercó a él y lo abrazó por la cintura. Lo miraba con dulzura, mirada que logró sacarle una sonrisa.
—no llores. No tienes que sentirte culpable por cosas que hace el maldito… perdón…
—no te preocupes. Puedes decirlo. Yo mismo sé de lo que es capaz. Pero no quiero que se atreva a tocarle un solo cabello a mi hijo.
—no lo voy a permitir. Ese desgraciado no le tocara un solo cabello a Souichi, ni a nuestro bebé que viene en camino. Puedes estar seguro de que voy a protegerlos a los tres—dijo el castaño, acariciando su plano vientre.
—estoy muy seguro de que nos cuidarás a todos. Yo también estoy dispuesto a cuidar de ti—dijo eso con la mirada baja y con la cara roja de vergüenza. En ese momento, el castaño se abalanzó encima del menor y atrapó sus labios entre los suyos de una manera tan apasionada, que el menor no podía seguirle el paso. Este se hacía cada vez más y más intenso, hasta el punto de que Zen acorraló a su novio contra una de las paredes y mientras se besaban, aprovechó para tocarlo por debajo de la ropa. El menor no se resistía para nada y él también acariciaba el cabello de su amado mientras este lo tocaba. El mayor logró desabotonar la camisa de su amado y rápidamente besó su cuello, bajando por los hombros y dejando marcas. Terminó llegando a sus duros pezones y ahí lamió ambos, dejándolos rojos. Bajó hasta su abdomen y bajó un poco más hasta que se topó con la hebilla del pantalón.
—e-espera… n-no podemos…
—no, no, eso sí que no. Hace rato estábamos a punto de volvernos uno solo, pero tenía que aparecer tu estúpido padre y arruinarlo todo. Ahora lo haremos de una manera tan apasionada, que vas a pedir por más y…
—ya, ya entendí. Pero ¿lo haremos aquí afuera? Está haciendo frío y…
—vamos, será rápido. Además, yo sé que tú quieres—lo miró con lujuria. El menor asintió, avergonzado y fue él quien se acercó al mayor para besarlo de manera apasionada. Este no tardó demasiado para terminar de quitarle sus ropas al menor, quien se sentía observado por el castaño. Este último fue más rápido y se recargó un poco sobre el barandal y dejó a su novio de espaldas a él, recargando sus manos en el vidrio de la puerta. Rápidamente el castaño se acercó al menor y rozó un poco su erección contra su piel, logrando que se estremeciera.
—vamos. Si vas a meterlo, hazlo ya. Vamos, quiero que estés dentro de mí—suplicó.
—¿en serio? ¿tan ansioso estás de que te haga mío?  —se burló.
—¿Por qué siempre te ríes de mí? No me gusta. Eres muy cruel. ¿sabes? Ya no quiero—se puso triste de repente y quiso alejarse del mayor.
—no, no, amor. No lo hago para reírme de ti. Es sólo que me gusta mirarte, con tu carita toda roja y avergonzada. Yo jamás sería capaz de burlarme de ti.
—está bien. Pero apresúrate—expresó el menor. El castaño atendió sus deseos y llevó su dedo índice y medio a la entrada de su amado, que se estremeció ante su tacto. Metió ambos dedos y estos los movió de adentro hacia afuera y luego en círculos. Cuando sintió su entrada lo suficientemente dilatada, se apresuró a meter su miembro, dejando que el menor se acostumbrara a ser invadido por el castaño.
Se quedó quieto en su posición tratando de controlarse para no tomar al menor y embestirlo de manera desenfrenada. Tenía que controlarse. Fue hasta que el menor comenzó a mover suavemente su cadera que el castaño entendió que podía moverse. Comenzó con suaves movimientos.
—vamos, Zen, hazlo más rápido. ¿Por qué te mueves tan lento?
—quería que trataras de acostumbrarte, pero…
—ya estoy acostumbrado. Vamos, hazlo más rápido—suplicó el menor, que se aferraba a la ventana con sus dedos y la arañaba con sus uñas.
—¿sabes qué? No quiero hacerlo aquí, quiero verte mientras te penetro. Vamos adentro—tomó a su novio por la cintura, sin salir de su interior y abrió la puerta del balcón.
—e-espera… Souichi está adentro. Podría escucharnos.
—oh, vamos, él está durmiendo. No vamos a despertarlo—entraron de nuevo al cuarto y Zen depositó al peli azul sobre la cama. Se colocó entre sus piernas y lo penetró con una sola embestida.
—¡ahhh! —gimió fuertemente.
—¿Qué ocurre? ¿te encanta cuando te penetro de esta manera?
—s-sí… m-me gusta… ahhh… mmgh—se aferró con fuerza a la almohada al sentir al castaño tomándolo con tanta pasión, pero a la vez, con tanto amor.
—Takafumi…
—¿s-sí?
—te amo—murmuró, con una sonrisa. El menor se sonrojó, pero también esbozó una sonrisa.
—y-yo también te amo—respondió.
—¿en serio? ¿Cuánto?
—¿en serio me lo estás preguntando? Tú sabes que mi amor es más grande que cualquier cosa. ¿Por qué me estás preguntando esto? ¿no confías en mi amor?
—no, no, mi amor. Yo jamás desconfiaría de ti. Lo que pasa es que me gusta oír de tus labios lo mucho que me amas, al igual que yo te amo.
—tú sabes que yo también te amo, con todo mi corazón. Jamás dudes del amor que siento por ti—miró a su amado castaño con alegría mientras era penetrado por este. Su mente se quedó en blanco al sentir al mayor hacerlo con tanta pasión, tanto deseo, que sentía que iba a desfallecer de tanto placer. El castaño se movía con tanta experiencia, pero cada vez que lo hacían, siempre descubría algo nuevo de él en la cama.
—Z-Zen… m-más rápido—suplicó el menor preso por completo de su propio placer y sintiendo que se iba a desmayar. Se sentía en las nubes y quería llegar más alto. Dicho esto, el castaño salió de él y le pidió que se colocara de espaldas a él, recargándose sobre sus manos y sus rodillas. Después de eso, Zen volvió a tomarlo por la cadera y me dio una gran embestida, logrando que el peli azul por poco y dejara escapar un gemido. Se mordió los labios al recordar que su hijo se encontraba en la misma habitación y podría escuchar lo que sus papás estaban haciendo.
—mmgh… nngh—fue todo lo que salió de sus labios al sentir como el castaño se acercaba a él y le besaba el cuello y acariciaba su cintura mientras besaba su espalda. Takafumi sentía su corazón palpitar con una gran fuerza y su piel se erizó al sentir el tacto tam delicado del mayor. Le encantaba cuando este lo trataba con tanto amor. Finalmente, Zen se vino dentro de él y este lo hizo, manchando las sabanas de la cama. Ambos se recostaron en la cama y se abrazaron. El menor descansaba sobre el pecho de su amado, con la mirada adormilada.
—hey, ¿ya estás durmiendo?—preguntó el castaño al levantar la mirada del menor y ver que este tenía los ojos casi cerrados.
—¿eh? No, no. Es que… m-me gusta cerrar los ojos. Así pienso y me relajo—logró formular la oración, ya que estaba casi en el quinto sueño.
—bueno, vamos a descansar entonces. Mañana será otro día y debemos averiguar cómo es que su maldito padre entró a la casa—pensó Zen.

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora