Capítulo LX. Sospechas

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Capítulo LX. Sospechas

—¿Qué dijiste? Por favor, Zen, no juegues con algo así. Tú sabes que es algo difícil para mí—miro a su pareja de mala manera.

—no, no, mi amor. Yo jamás sería capaz de algo como eso. Te lo estoy diciendo porque lo sospecho. No quisiera crearte falsas ilusiones, pero creo...

—a ver, ¿Por qué crees algo como eso?

—pues, mira, desde siempre supe que tu padre no sentía más que odio hacia mí y entendí que él no estaría feliz si nosotros dos teníamos un bebé. Comencé a creer que, si era capaz de matar a su propio hijo, haría lo que fuera para deshacerse de nuestro hijo. Es por eso que sospecho que... tal vez él le pagó al médico que atendió tu parto para deshacerse del bebé y hacernos creer que en realidad murió. Sé que suena descabellado, pero es lo que creo. Estoy casi seguro de que así fue.

—Zen, ¿tienes idea de lo que estás diciendo? ¿estás diciendo que mi padre mandó a matar a nuestro hijo?

—no, sólo digo que nos hizo creer que murió. Pero tal vez, él esté, o más bien, lo tienen escondido en otro lugar. Calculo que debe tener unos dos años y medio. Tal vez ya habla o camina.

—¿Por qué todo mundo se empeña en hacerme sufrir? Yo ya olvidé todo lo ocurrido hace un año. Por favor, Zen, olvídalo tú también...

—perdóname, amor, pero no voy a hacer lo que me estás pidiendo. Yo voy a llegar al fondo de esto, así sea lo último que haga—respondió serio.

—no, no lo hagas. Mi padre podría hacerte daño. No quiero que te lastime—se acercó a su amado y lo abrazó.

—ten por seguro que ese sujeto no me hará daño, no voy a dejar que se acerque ni a ti ni a nuestro hijo—lo abrazó con más intensidad y besó su frente.

—te amo, te amo tanto. Por favor, prométeme que siempre estarás a mi lado.

—tú sabes que yo también te amo y jamás, óyelo, jamás volveré a dejar que te vayas de mi lado. Nosotros estamos hechos el uno para el otro—volvió a besar su frente.

***

Algunos días después, fue Kirishima quien se decidió por ir al consultorio del médico que había atendido a Takafumi cuando fue su primer parto. La recepcionista lo recibió y le pidió de favor de favor que esperara en lo que ella entraba.

—buenos días, señor Kirishima. Por favor, entre—le pidió el médico, se aproximadamente unos 40 y algo, alto y con el cabello ya algo canoso. El menor atendió su pedido y entró después de él al consultorio.

Ya estando dentro, Zen cerró la puerta y después se sentó frente al escritorio del doctor.

—así que, señor Kirishima, ¿Qué es lo que lo trae por aquí? ¿puedo ayudarlo en algo? —preguntó amable.

—usted mejor que nadie sabe la respuesta. ¿conoce a este sujeto? —le mostro la foto del señor Yokozawa. El hombre se puso completamente nervioso.

—¿p-para qué quiere saberlo? —preguntó nervioso.

—me pregunto por qué es que usted está tan nervioso. Yo solamente le pregunté si conoce a este hombre. Sólo dígame si lo conoce, es todo.

—no entiendo a dónde quiere llegar preguntándome eso.

—¿o es que acaso tiene miedo?

—por favor, voy a pedirle que salga de mi consultorio. Estoy muy ocupado en estos momentos y...

—¿espera a alguien?

—eso no es de su incumbencia. Por favor...

—mire, traté de ser paciente, pero..., —en ese momento, se levantó de su asiento y caminó hacia donde estaba el doctor para tomarlo fuertemente por la camisa y lo estrelló de forma violenta contra la pared—. Estoy cansado de sus estúpidos juegos. Quiero que me diga en este instante cuál es su relación con este hombre. De otro modo, me veré en la necesidad de presentar una denuncia por negligencia médica—lo miró con ojos llenos de furia.

—aquel hombre me está utilizando. Tiene a mi esposa secuestrada. Me pidió que fingiera que el joven Yokozawa había perdido a su bebé. Pero lo cierto es que... está vivo—ante esas palabras, el castaño sintió un hoyo en su pecho. Mire—le mostró una foto en donde estaba una niña pequeña, traía puesto un vestido floreado, de hermosos ojos miel y cabellos castaños. En la foto se veía que estaba siendo cargada por un hombre. Al parecer, el Yokozawa mayor la cuidaba. El castaño no pudo evitar que unas lágrimas salieran de sus ojos.

—¿cree que sea posible que me lleve esta foto? —el mayor asintió. Se llevaría esa foto y se la mostraría a Takafumi.

—por favor, tenga mucho cuidado. Ese hombre es muy peligroso—le advirtió el médico.

—no se preocupe, sé a lo que me voy a enfrentar. Y, por cierto, haremos lo posible para que ese monstruo reciba su merecido.

—muchas gracias—dicho esto, Zen se despidió y el medico volvió a quedarse solo en su consultorio.

Después de unos minutos, se escuchó el sonido de unos disparos y el doctor salió para ver qué pasaba. Se topó con una escena horrible: la chica que atendía la recepción yacía muerta, con un disparo en el pecho. Quien le había disparado no era otro sino Takahiro Yokozawa.

—veo que andas con la lengua muy larga. Me temo que tendré que ponerte un severo, muy severo castigo—sonrió de manera casi demoniaca y le dio un disparo en el tobillo para que no pudiera escapar.

—por favor, señor, no me mate, no me mate—le suplicó arrodillándose frente al hombre.

—tal vez lo haga, tal vez no lo haga—le indicó a uno de sus hombres que se acercara al médico. Este último solo pudo sentir un fuerte golpe en la nuca, que lo dejó inconsciente.

—debes saber que, si te metes conmigo, el gran Yokozawa Takahiro, solamente te espera la muerte. Ja, ja, ja... vámonos—le pidió a otro de sus hombres que lo ayudara a cargar el cuerpo del médico. 

Clase baja, clase altaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora