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El tiempo ha pasado lento y siempre noto una mirada encima de la mía, siempre me encuentro con que el me mira de manera acusatoria y con enojo.

- Esta noche tomaré a mi segunda concubina - dice delante de todos los presentes - ya que me está molestando los comentarios de que no le he mostrado mi amor a el regalo que me hizo un dios - se justifica y su consorte grita molesta a su lado.

- Yo no quiero ser tomada por usted, debería respetar a su consorte y su hijo que viene en camino - exclamó antes de salir de esa corte.

Así van pasando los días, y con ellos surge los rumores de las concubinas que ha tomado y le ha mostrado su amor, dejando su semilla. Yo termino de educar a los huérfanos para volver a la biblioteca y colocar todo en su lugar.

Veo como él está durmiendo en el área privado de la biblioteca, llegó a su lado para tocar su corazón y sentir sus pausada respiración, cuando ese corazón se acelere por mí, yo seré tuya. El abre sus ojos tomando mi mano entre la suya para acercarme a sus labios y poder besar los míos.

- Te quedarías conmigo esta noche - súplica mirándome y ese simple hecho hace que me sonroje.

- ¿Me amas? - pregunto tratando de soltarme de su agarre.

- Trato de no quererte, eres perfecta y comprensiva, amas a los niños como si fueran tuyos - explica mientras toma mis caderas entre sus manos - quiero una vida contigo y sé que esta no será, podemos ser felices en nuestra próxima vida - propone.

- ¡Promete buscarme! - susurro y el asiente para besar mi mejilla.

- Vamos - se levanta tomándome en brazos para caminar conmigo hasta su alcoba - esta noche serás mía - agrega quitando mi túnica para observar mis pequeños senos.

- Ahh - susurro cuando besa mi cuello.

Me carga para llegar a la cama y dejarme caer con suavidad, observó cómo se quita sus túnicas reales para dejarme ver su tonificado cuerpo.

Entra en mi sin apuro, besa cada parte de mi cuerpo para que solo sienta placer, me posee en cuerpo y alma llevándose conmigo cada una de mis esperanzas, cuando terminamos el abraza mi cuerpo para quedarnos en la cama.

- Te amo Aliah, prometo que estaremos juntos - susurra besando mi cabeza.

Posee mi cuerpo llevándose consigo mi pureza, siento como marca todo a su paso para que el que vea mi cuerpo sea que soy suya y le pertenezco.

- También te quiero, para nuestra desgracia ya que no puedo amarte - murmuró cuando él está dormido.

Me levanto para tomar mi túnica y colocarme la, salgo para encontrarme con su consorte la cual me mira con odio.

- Alégrate ya me iré - rio para volver a mi habitación.

- Bien hecho mi hermosa flor - susurra Bastet apareciendo a mi lado.

- ¿Mamá ahora dormiré? - preguntó y ella asiente para acariciar mi cabeza.

- Cuando despiertes estarás con tu verdadera madre y tendrás una hermosa familia - murmura besando mi cabeza.

Se encarga de trenzar mi negro cabello para que me pueda bañar, cuando termino me coloco unas túnicas negras junto a unas joyas hechas de esmeraldas que cubren mi rostro como si fuera un velo y mis hombreras están hechas de oro. Cuando amanece estoy lista y Bastet toma mi mano para caminar hasta el salón del faraón.

Veo como sale buscándome y cuando me encuentra veo tristeza en su mirada.

- Te lo dije joven faraón, cuando la ames ella se irá, para que sientas lo que es perder al amor de tu vida - dice Bastet dándome su mano y la tomó.

- ¡Yo no la amo! déjala - grita desesperado - yo no la amo, déjala a mi lado, dijiste que si no la amo ella se quedaría conmigo - llora y yo solo observó como si el no tuviera valor para mí, pero en el poco tiempo que pudimos tener juntos lo llegué a amar.

- Pero ya la amas y debes afrontar tus actos, este es el castigo por haber matado a tu madre - gruñe mientras comienzo a desaparecer de su vista, el corre hasta abrazar mi cuerpo.

- Nos volveremos a encontrar - susurra antes de besar mis labios.

- Ya cumpliste con tu castigo, eres libre de hacer lo que deseas - exclama Bastet antes de desaparecer.

El joven faraón cae al suelo de la rabia e impotencia teniendo en manos un pequeño Esmeralda, fue su culpa que ella desapareciera, si solo no la hubiera amado, el seguiría mirándola de lejos y admirando su belleza sin problemas.

Comienza a pasar el tiempo lento, nace su primer hijo al cual nombra Ramsés V, envía a construir una biblioteca con el nombre de Aliah junto a una estatua que mostrará su belleza y prohíbe que oculten su historia, así como el oculto la de su padre.

Las demás concubinas se volvieron un juguete de placer que todas las noches utilizaba para saciar el deseo carnal que esa hermosa chica le dejó, solo la probó una vez, pero jamás olvidaría su esencia.

Ya ha pasado un año desde que desapareció delante de mí y ya no soporto mirar a la cara a mi propia consorte y saber que no la amo.

Subo a la pirámide más alta para saltar hasta el vacío y sé que cuando despierte estaré a su lado.

Así muere el joven faraón Ramsés IV, amando a la mujer que la diosa Bastet creo para él, en el año 1147 a.c a la edad de 20 años.

Él era un prometedor gobernante, pero vivir en un lugar sin amor y sin poder amar a la persona que siempre añoras te deja en soledad, el sueño pudo con él y al final su cuerpo o lo que quedó de él fue momificado y sepultado al lado de su padre Ramsés III, quien hubiera pensado que padre e hijo terminarían muriendo por las mismas causas, un amor que era puro y especial.

El pecado del Faraón (saga Faraón) IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora