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Han pasado algunos días desde mi intento de envenenamiento, Ramsés está pasando más tiempo del que es debido conmigo hasta me ha acompañado a enseñar a los niños del pueblo.

Cualquiera que lo viera diría que es un buen rey, pero ese no es el caso, estoy en mi habitación tratando de arreglar mi cabello ya que el festival al rio Nilo está a punto de comenzar, para Ramsés sigo un poco enferma y debe cuidar cada uno de mis pasos. Me coloco una túnica azul para salir de mi alcoba, tomo algo de comida y algunos libros para salir al jardín, veo como los niños llegan a mi lado para sentarse en el pasto debajo del árbol.

Trato de enseñarle lo primordial de las letras y la forma correcta de pronunciar las, cuando termino les digo que se pueden ir por el día de hoy, me gustaría saber dónde esos niños pasan su tiempo.

Vuelvo a mi alcoba para cambiarme de túnica y colocarme unas rojas para salir en compañía de las esclavas para ir a la sala del banquete. Tomo asiento con las demás jóvenes que se encuentran en el lugar, para comer y beber vino.

Al rato todos están bailando y algunos que otros teniendo intimidad delante de todos, no me sorprende nada de lo que veo, son simples actos carnales.

Comienzo a bailar ganándome su mirada llena de fascinación y lujuria, veo como los demás giran sus rostros ya que no les convienen mirarme. Salgo del salón cuando veo que no podré soportar estar al lado de todas esas personas, camino sin rumbo hasta que veo a un joven con el cabello corto que se aleja asustado de mí.

- Si no supiera que huyes, te hubiera matado - afirmó mostrándole mis uñas.

- Disculpe no era mi intención asustarla - trata de decir - solo traje este regalo que le envió el faraón - me muestra el cachorro de león que tiene en sus manos, me acerco para acariciarlo entre mis manos.

- Ya puedes irte - susurro para caminar con el cachorro hasta mi alcoba y dejarlo en mi cama.

Al día siguiente me despierto porque el pequeño muerde mi dedo buscando el seno de su madre, estamos iguales, los dos no tenemos madre.

Tomo un baño para colocarme unas túnicas negras, me coloco el maquillaje tradicional para caminar en compañía de mi felino e ir a la cocina para buscar carne cruda para él y algo de frutas para mí. Envío a hacer hombreras con forma de león para dar a conocer mi posición delante de la misma reina.

Llegó al pueblo para comprarle una cadena de oro que diga Lass, el nombre que se me ocurrió para este hermoso cachorro, cuando regresó al palacio todo transcurre normal. Ya no hay más visitas de parte del faraón y con eso el tiempo comienza a pasar.

Ya han pasado dos meses desde que llegué y no ha habido gran cambio por aquí, solo la pequeña diferencia que las chicas del harem se están casando y formando sus propias familias, mi cachorro está más grande y sus fieros dientes son grandes y da temor al estar a mi lado. Hace algunos días se acabó el festival y con él llegó la noticia de que la consorte estaba esperando al primer hijo del faraón lo cual alegro a más de uno.

Ya es de noche y camino hasta el riachuelo que está oculto para poder nadar, me quito mis túnicas y entró al agua fría para quedarme mirando la luna, todo es sumamente hermoso cuando no hay ruido ni nadie a mi lado.

Cuando ya estoy más que cansada, me levanto para vestir mi cuerpo y comenzar a caminar hasta mi habitación cuando siento como halan mi brazo ocultando me en un pilar, miro la cara de enfado del faraón.

- Te prohíbo que vengas a este lugar - exclama molesto.

- ¿Por qué? El gran faraón siente algo por mi - susurro antes de acercar mi rostro al suyo.

- No creas mentiras - murmura molesto.

- Debería estar cuidando a su esposa ya que está embarazada y no le gustaría que supiera que está detrás de otra mujer - digo soltando me dé su agarre.

- No he terminado de hablar - grita y me quedo a observar que dirá después - fuiste mi regalo y por ende eres mía y quiero lo que es mío - agrega.

- Te daré lo que es tuyo - tomo su mano para caminar hasta mi habitación, para cerrar la puerta.

- ¿Qué haces? - pregunta incómodo cuando ve que me comienzo a quitar la túnica.

- Darte lo que es tuyo - abrazo su cuerpo para besar sus labios, él toma mis caderas para obligarme a caminar hasta la cama.

Él toma posesión de mis labios para ir bajando su mano y acariciar mi cuerpo, reclamando lo como suyo, Lass gruñe antes de lanzarse encima de él obligándolo a soltarme.

Comienzo a reír cuando mi león me protege, cubro mi cuerpo con las sábanas para calmar a mi felino.

- Tu maldito, antes eras mío - gruñe molesto por la marca que él le dejó en la mano.

- Se que soy tuya, pero la próxima vez que vengas a mi habitación para obligarme a abrir mis piernas para ti, Lass te comerá vivo - digo señalando le la puerta.

- Te vendré a comer otra noche, ya que me hiciste desearte - sale molesto mientras arregla su ropa.

- Gracias mi león - beso su cabeza y él se acurruca a mi lado.

El pecado del Faraón (saga Faraón) IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora