CAPITULO 19

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· La puerta del ascensor se abre, mostrando frente a mí, el alargado pasillo que me recibió el día de ayer. El mismo por el que caminaba a toda prisa, perdida, sin tener la menor idea de hacia dónde me dirigía. Una situación no muy diferente a la de hoy, cabe decirlo. Ni siquiera estoy segura del motivo que me hizo detenerme en el primer piso, en vez de continuar hacia el segundo, que es donde se encuentra mi nuevo despacho. Aunque realmente, en algún lugar escondido de mi interior, puede que sí lo sepa. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y yo, para confirmar la teoría, decidí venir a buscar mi propia piedra. Aunque en esta ocasión, mis documentos están a salvo y voy tan pendiente del camino, que sería imposible volver a chocar con ella. Pero entre divagación y divagación, la única realidad, es que estoy aquí para verla. Un pensamiento bastante absurdo. Nada me da la certeza de que esa chica vaya a estar aquí hoy, como si hiciera el mismo recorrido cada mañana y yo fuera a tener la suerte de encontrarla a la misma hora, en el mismo lugar. Esas cosas sólo ocurren en las películas o en los libros, pero no en la vida real. Nada me indica que esta vez vaya a ser diferente, y aun así, yo, como buena humana en busca de mi piedra, aquí estoy. Pensando tonterías, a medida que avanzo y observo la pared repleta de cuadros relajantes que no relajan nada. Estoy incluso más nerviosa que ayer. Eso sí que es raro. De pronto, siento unos pasos aproximarse aunque mi vista aun no ve a nadie, y por alguna extraña razón, comienzo a sentir también, unos golpes continuados en el interior de mi pecho. Parece que mi corazón decidió acelerarse de buenas a primeras como si acabara de correr una maratón. Con la diferencia, de que el oxígeno llega perfectamente a mis pulmones por el momento, evitando que me haga falta jadear como RAMON.. Los pasos se oyen cada vez más cerca y en cuestión de segundos, mis latidos cobran un ilógico sentido, aunque ambos términos sean contradictorios en la misma frase, cuando la veo aparecer por una esquina. Al instante, siento mi estómago contraerse, y algo me hace detener la respiración. No sé qué demonios está pasando para que mi cuerpo reaccione de esta forma. Pero me encuentro nerviosa, mucho más nerviosa de lo que estaba hace unos minutos. Estoy dispuesta a asegurar, y no exagero, que ni siquiera un examen de los más complicados, conseguía desestabilizarme de esta manera. Ella se aproxima con paso firme, mirando al frente y sin siquiera reparar en mi presencia. Yo parezco haberme quedado absolutamente inmóvil o petrificada y no soy capaz de salir de ese estado, hasta que el olor que desprende su cabello al pasar, consigue despertarme, y es entonces, cuando me doy cuenta de que ya no está. Desapareció tan rápido como mismo había aparecido. Continuó de largo como si mi persona no existiera, no dijo "hola", "buenos días", ni siquiera llegó a mirarme. Nada. Volteo confundida, casi exactamente igual que el día anterior, sólo para verla marchar y terminar desapareciendo por algún lugar de aquel pasillo.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora