CAPITULO 117

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DANIELA: ¿Por qué no me avisaste para ayudarte a preparar el almuerzo? Creía que sólo habías entrado para buscar algo.
POCHE: Porque esto ni siquiera es un almuerzo. Sólo es una ensalada de frutas y algún acompañamiento para que recuperemos un poco la energía. Si todo sale bien, esta noche disfrutaremos de una deliciosa cena en la que sí necesitaré tu ayuda.
DANIELA:Te preguntaría qué estás tramando, pero creo que le estoy cogiendo gusto a eso de que me sorprendas.
POCHE: ¡Muy bien! ─sonreí satisfecha, ─¡Así me gusta! Además, lo descubrirás en cinco minutos.
Volví a ponerme en pie, observando como sus ojos y su boca se abrieron enormemente, fingiendo una sorpresa exagerada.
DANIELA: ¿Me abandonas de nuevo?
POCHE: Te prometo que no me voy a escapar nadando. ─le guiñé un ojo ─Por cierto, ¿Te gusta la carne o el pescado?
Ella alzó una ceja divertida y permaneció observándome en completo silencio, hasta que yo misma me di cuenta del sentido en el que pudo interpretar mi pregunta. Cosa que me sonrojó en el acto.
POCHE: No entiendo por qué formulé así la pregunta ─murmuré regañándome a mí misma ─Quiero decir... ¿que si te gusta el pescado? ─ella sonrió aún más, no ayudando en absoluto El pescado de comer. O sea, el que nada, ya sabes... aletas, mar, peces... ¡DANI! ─exclamé desesperada ─
Deja de liarme.
DANIELA: ¡¿Yo?! ─se río descaradamente ─Fuiste tú solita la que se puso nerviosa. No tengo la culpa de que tu subconsciente te haya traicionado de una forma tan cruel. Y en cuanto a tu pregunta; no estoy segura... Hace muchos años que no como pescado, de ese que tiene aletas y nada ─dijo en tono burlón ─Así que, supongo que dependiendo de la forma en la que esté preparado.
POCHE: ¡Entonces perfecto! ¡Enseguida vuelvo!

Justo en el momento en el que iba a cruzar la puerta, RAMON salía feliz, moviendo su rabo en cuanto nos encontramos. Me incliné ligeramente para zarandear su pelo, que aún permanecía algo húmedo.
POCHE: ¿Ya comió el señorito?
Se lamió su propio hocico como respuesta, mientras yo le apretujé la cara con cariño, justo antes de liberarlo para que volviera junto a ella.
Vigila que no se coma nuestra comida ─fue lo último que dije, en tono semi amenazante y con un dedo acusador, apuntando al pequeño que parecía ir directo a la ensalada. Ella rio y lo agarró antes de que se pusiera a husmear, permitiéndome así, continuar con lo que pretendía ir a buscar. Subí a la buhardilla rápidamente y en apenas unos minutos, estaba de vuelta con todo lo necesario. Esta vez, su expresión al verme aparecer, indicaba una mezcla entre sorpresa, confusión e incluso algo de emoción.
DANIELA: ¿Vas a pescar?
Era un hecho bastante obvio, ya que acabo de llegar con dos cañas y un cubo repleto de artículos de pesca.
POCHE: Vamos, a pescar ─Recalqué.
DANIELA:¿Yo? No he pescado en mi vida, POCHE.
POCHE: Y yo no lo hago desde hace años. Así que, vamos a tener que aprender, si queremos conseguir nuestra cena.
DANIELA: Oh... Estilo "Náufrago". POCHE: Algo así. Pero nosotras tenemos cañas de pescar, anzuelos, cebo... Por lo que, teóricamente, debería resultarnos más fácil. DANIELA: ¡Vamos, pues! ─exclamó poniéndose en pie ─¡Ilústrame con tu sabiduría! Aunque no lo creas, estoy hasta emocionada ─rio ─Nunca he pescado.
POCHE: Ya sé que tus quejas, no son más que fallidos intentos para hacerte la dura. Sabes que en el fondo, todo esto te encanta.
DANIELA: Lo bueno es que no me hace falta decirlo para que tú lo sepas ─me guiñó un ojo ¿En qué te ayudo?
POCHE: ¿Puedes colocar esta caña en ese soporte? Como mismo estoy haciendo yo.
DANIELA: ¿Por qué esta es más pequeña?
POCHE: Porque esa era la mía. Y esta ─señalando la que yo sostengo ─Pertenecía a mi abuelo. Los domingos eran nuestros días de pesca. Solíamos colocarlas en los soportes y sentarnos a hablar toda la tarde, mientras los peces comenzaban a llegar.
DANIELA: ¿Y no te aburrías de esperar?

POCHE: Al principio sí. Pero mi abuelo siempre tenía alguna historia interesante que contar. Ese hombre vivió tantas aventuras, a pesar de estar siempre en este pueblo tan pequeño, que podría haber escrito una saga de libros.
DANIELA: Lo admirabas ¿No es cierto?
POCHE: Tanto al uno, como a la otra ─confirmé con una sonrisa ─No les hacía falta nada más que estar juntos, para ser felices. Y eso lo contagiaban al mundo. Estoy segura, que de ahí viene esa idealización que tengo del amor. DANIELA:Bueno, es que así debería ser siempre. POCHE: Completamente de acuerdo.
Mientras hablábamos, ambas habíamos conseguido colocar perfectamente los artilugios en su lugar correspondiente. Bien sujetos, para que si algún pez llegaba a morder el anzuelo, no se llevara las cañas en su intento de huida.
DANIELA: ¿Y ahora qué? ─preguntó.
POCHE: Ahora colocamos un poco de cebo en el anzuelo, y desenrollamos el nailon, hasta que la pequeña bolla flote en el agua.
DANIELA: ¿Y no va a flotar también el anzuelo? POCHE: ¿Ves esa cosa gris que tiene en el extremo? ─le pregunté, observando como la buscaba y asentía ─Es plomo. Con ello conseguimos que se hunda la parte que queremos, y la bolla, que se quedará flotando, será la encargada de avisarnos cuando un pez muerda. Así que cuando se empiece a mover de forma sospechosa, tenemos que esperar unos segundos, hasta que se hunda por completo. Entonces la sacamos con fuerza, y si no es más inteligente que nosotras, habremos pescado nuestra cena.
DANIELA: ¡Qué emoción! ─exclamó con los ojos brillantes, mientras dejábamos caer el nilón sobre el agua. ─¿Así? ¿Ya está? ¿Ahora a esperar?

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora