CAPITULO 70

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· POCHE: DANIELA, ─susurré mientras me acerco y agarro sus manos, con la intención de que elimine esa tensión que hay en ellas. Respiro hondo antes de levantar la vista para encontrarme con su mirada una vez más ─No espero nada de ti... Solamente quiero que seas tú misma, que me dejes conocerte tal y como eres. Pero no me pidas que no me preocupe o que desaparezca de mi mente el deseo de hacerte ver la vida de diferente manera. Porque no puedo. Y tampoco puedo dejar de tirar de tu mano para hacerte permanecer en este mundo. Sé que no tengo ningún derecho, pero es que... creo en ti, DANIELA. Y eso no significa que espere nada. Significa simplemente eso, que creo en ti. Así que, no tengas miedo, por favor.
Ella, bajó su mirada hacia sus propias manos, que estaban siendo sostenidas por las mías. Me vi en la obligación de tragar saliva, intentando deshacer el nudo que se había formado en mi garganta. Quizás este es el momento en el que se soltará bruscamente y se alejará a kilómetros de mí. Eso es lo que haría una persona que está perdida y no quiere que la encuentren. Esa sería la reacción que todo el mundo esperaría que tuviera. Sin embargo, ella, las presionó fuertemente y después de unos instantes, ascendió la vista para encontrar mis ojos.
DANIELA: Si esas personas que mencionaste, pudieran ver lo que en realidad eres, no podrían sentir otra cosa más que admiración y orgullo.
Sus palabras, se adentraron en mis oídos haciendo que mi corazón, al contrario que otras veces, aminorara el ritmo de sus latidos desenfrenados. Me produjo una especie de calma que hasta ahora, solo he sentido en esos momentos de silencio junto a ella, cuando simplemente la observaba. De alguna manera, fue como si me liberara de algo, de un miedo que tuve durante muchos años, y dejara espacio para que esa tranquilidad que sólo ella me ha hecho sentir, entrara, apoderándose de mí y produciendo al instante, una sonrisa en mis labios. Solté una de sus manos, y con la otra, la dirigí hacia el sofá, invitándola a sentarse a mi lado POCHE: ¿Qué tal si empezamos desde cero? ─le pregunté al tiempo que extendía mi brazo ─Soy MARIA JOSE GARZON GUZMAN, pero puedes decirme POCHE, soy estudiante de psicología y trabajadora en prácticas de este centro.
Ella permaneció en silencio un instante, observándome como si fuera una tontería lo que estoy haciendo. Pero finalmente accedió y estrechó mi mano.
DANIELA: DANIELA CALLE SOTO. Graduada en Administración de empresas, niña rica y loca suicida interna en este centro.
POCHE: Encantada de conocerte por fin, DANIELA. Apartó su mirada de mis ojos y observó lo que había a nuestro alrededor durante unos segundos. Como si estuviera analizando cada cosa con detenimiento.
DANIELA: Tiene usted un bonito despacho, doctora GARZON .
POCHE:Si, ¿verdad? Como el de toda una psicóloga.
Su mirada volvió a recaer sobre mí, algo confundida.
DANIELA: ¿Acaso no lo eres?
POCHE: Bueno... Es cierto que solo me falta el proyecto para graduarme, pero no es que tenga precisamente el perfil de mujer racional que estructura y analiza cada paso que da o que dan. Hablo con mi perro, soy soñadora, idealista, impulsiva... DANIELA: Y tremendamente cabezota ─Agregó.
POCHE: Y tremendamente cabezota ─Confirmé sonriendo.
DANIELA: ¿Te gusta lo que haces? ¿Era este tu sueño?
POCHE: Tengo la impresión de que lo que ambas decidimos estudiar, está lejos de ser nuestro sueño. Pero no me disgusta ─Me encogí de hombros ─
Todo pasa por algo.
DANIELA: Entonces crees en el destino. En que todo está escrito.
POCHE: No exactamente. Creo que nosotros somos dueños y escritores de nuestra vida. Cada paso que demos, nos guía hacia un lugar o hacia otro. Es cierto que hay cosas que no podemos cambiar y si están destinadas a ocurrir, ocurrirán. Pero también es cierto, que está en nuestra mano decidir de qué manera afrontamos esos hechos. Podemos aceptarlos y resignaros, aceptarlos y enfrentarlos o por el contrario, huir.
DANIELA: ¿Y tú a qué grupo perteneces?
POCHE: Al primero. Acepto y me resigno.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora