CAPITULO 120

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Dándole un rápido y fugaz beso en la mejilla, me fui prácticamente corriendo hacia el interior de la casa, escuchándola casi gritar: DANIELA¡Si claro! ¡Tus besos no me van a hacer cambiar de opinión!
Podía haber respondido algo que súbitamente iba a conseguir su silencio. Pero lo cierto, es que si no llegaba rápidamente al cuarto de baño, podría ocurrir una desgracia. Realmente, las dos copas de vino que habíamos tomado, hicieron un efecto fulminante sobre mi vejiga urinaria. Minutos más tarde, cuando pasé por la sala de camino al exterior, donde supuestamente iba a encontrarla de nuevo, no solo observé a RAMON profundamente relajado en su pequeño espacio (en algún momento de la cena, debió decidir abandonarnos y con tanta charla, ni siquiera me había percatado), sino que además, visualicé a DANIELA de espaldas en la cocina. El sonido del agua caer, me dio a entender que debía estar lavando la vajilla de la cena. Me acerqué sigilosamente a su espalda. Con tanto cuidado como haría un felino, segundos antes de dar caza a su presa. Se veía concentrada y no parecía haber notado si quiera mi presencia. Entonces, agarré con decisión su cintura, sintiendo como se sobresaltó en el acto. Y una vez en esa posición, no supe bien lo que pretendía hacer. Quizás el vino trajo consigo algún que otro efecto, además de las repentinas ganas de orinar.
POCHE: ¿Qué crees que estás haciendo? ─susurré en su oído.
DANIELA: Lavar los platos... POCHE: Eres demasiado lista. Aprovechaste que me fui al cuarto de baño, porque sabías que no te iba a permitir hacerlo.
DANIELA: Así es... ─confirmó riendo.
POCHE: Déjame terminar, anda. Ve a relajarte un rato.
DANIELA: Ahora nos relajamos juntas. ─insistió ─En un minuto acabo.
Su cabezonería, a veces era incluso peor que la mía. Con la diferencia, de que ella sabe perfectamente que me irrita. Y por eso me permite apreciar su sonrisa provocativa, aunque esté a su espalda.

POCHE: No me dejas otra opción, que utilizar las armas que no quería usar ─le advertí, comenzando un movimiento rápido de mis manos sobre su cintura, en un repentino ataque de cosquillas que la hizo reír desesperada, mientras trataba de dejar los platos en un lugar seguro.
DANIELA: ¡Eres una tramposa! ─acusó entre carcajadas ─¡Sabes que no soporto las cosquillas!
POCHE: Bueno, bonita. ─volví a susurrar con misterio ─No me dejaste otra opción.
Sin saber realmente cómo, consiguió darse la vuelta y quedar frente a frente, con mis manos aún en su cintura provocando que siga retorciéndose entre risas. Las suyas en cambio, están en el aire, completamente enjabonadas y llenas de espuma. Pero en un intento por defenderse y hacerme parar, decidió restregar esas manos por todo mi rostro, dejando la espuma en él. Por un momento, me detengo ante su repentino gesto. Y después de mirarla con los ojos de venganza más reales que pude expresar, arrebaté el jabón que aún le quedaba en las manos, e hice lo mismo con su rostro, dando comienzo a una guerra de espuma y cosquillas, en la que predominaba la risa ante cualquier otra cosa. A leguas se nota mi ventaja sobre ella. Pues el ligero peso de su cuerpo, me permite ejercer la fuerza suficiente para siempre salir vencedora. Aunque lo cierto, es que me encanta ver como no se rinde nunca, en su intento por ganarme.
DANIELA: ¡Te voy a cortar las manos! ─exclamó riendo.

POCHE: ¡No por favor! ─supliqué ─Córtame lo que quieras, pero las manos no.
Ni siquiera sé por qué dije tal cosa. Supongo que estaba bromeando entre tanta risa. Pero esa simple frase, fue suficiente para que detuviera en seco nuestro juego y la expresión de su mirada cambiase súbitamente. Me observa fija y seriamente, como si algo le hubiera molestado. Como si algún pensamiento desagradable, hubiera abordado de pronto su mente. Como si en este momento, me tuviera todo el coraje que se le puede tener a una persona. Pero a pesar de eso, no abandonó su posición. Así como yo tampoco abandoné la mía. Mis manos habían vuelto a su cintura en algún momento y allí permanecen. Las suyas, se encuentran agarrando fuertemente mi camisa, a la altura del estómago. Nuestros ojos se desafían mutuamente. Nuestra respiración acelerada por el esfuerzo del juego, trata de volver a la normalidad. Pero, al menos en mi caso, estoy sintiendo que ocurre exactamente el efecto contrario. Cada vez se me hace más difícil respirar, cada vez, siento su cuerpo más cerca del mío y comienza a golpearme su aliento, como si una fuerza magnética, estuviera uniéndonos más y más. Su mirada sigue expresando cierto atisbo de rabia. Y aunque aún no soy totalmente consciente de lo que está sucediendo, me es imposible poder controlar ni un segundo más, que esta vez sí, la dirección de mis ojos descienda hacia ese lugar al que tanto tiempo he estado evitando mirar. Observo sus labios, ligeramente entre abiertos para dejar paso a su dificultosa respiración y entonces, permito que un suspiro, lleve algo de oxígeno a mis pulmones y coherencia a mi corazón. Aunque en este instante, no estoy segura de que exista demasiada coherencia en ese órgano. Su mano, presiona con más fuerza cada vez mi prenda. Sin pretender acercarme, pero tampoco trata de alejarme. Simplemente la presiona con fuerza, como si estuviera desahogando en ella, lo que sea que esté sintiendo en este momento.
POCHE: No puedo más... ─susurré cerrando los ojos ─Te juro que no puedo más, DANIELA.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora