CAPITULO 53

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· Suspiro, observando frente a mí aquel jardín. Creo que nunca he estado tan nerviosa antes de entrar, y probablemente mi comida se encuentre completamente revuelta en el interior de este recipiente, a causa del temblor que invade mis manos. No la he vuelto a ver desde lo ocurrido en el despacho. Podría perfectamente haber ido tras ella para resolver todas las dudas que en ese y este momento me asaltan. Pero decidí actuar como cada día, y esperar que llegara la hora de nuestra "cita" diaria. Además, ni siquiera sé si lo que ocurrió significa que ya abandonó el voto de silencio, o por el contrario, va a continuar ignorándome cuando la salude. Quizás por eso, es que mis pasos se volvieron más lentos de lo normal mientras camino a su encuentro, pareciendo que en vez de metros, estoy recorriendo kilómetros. Pero esos metros llegan a su fin. Y aquí estoy una vez más, frente a ella, más perdida que nunca en cuanto a lo que debo hacer o decir. Tanto, que mis cuerdas vocales deciden ponerse en huelga en el peor de los momentos, y por mucho que lo intento, no soy capaz de emitir ni una sola palabra. Tiene entre sus manos el mismo libro que hace unas horas y su mirada está clavada en él una vez más. Pero debió sentir mi presencia en el mismo instante que aparecí frente a ella, y mi silencio sepulcral, tuvo que ser suficiente para que alzara la mirada y me encontrara. Ahí estaba, mirándome a los ojos una vez más, consiguiendo que mi cuerpo se helara y me maldijera por volverme tan estúpida en los momentos más inoportunos. DANIELA: Hola... ─Dijo al ver que mi vocabulario pareció haberse perdido en algún lugar del camino. "Hola", "Hola"... Eso es exactamente lo que yo he estado diciéndole durante dos meses. Un simple "Hola". Y ahora... esto quiere decir que su voto de silencio llegó a su fin y que además, debe pensar que soy la mujer más tonta del mundo en este momento.
POCHE: Hola... ─Sonreí ligeramente. ¡Por fin! Gracias al cielo pude hacer y decir algo, parece que mi cuerpo y mi mente volvían a sintonizarse. Así que segundos más tarde, cuando volvió la vista a su libro, me senté a su lado, de la misma manera en que cada día lo hacía. Y comencé a destapar mi comida, dispuesta a intentar que algún alimento llegara a mí estómago.
DANIELA: Creí que hoy no vendrías ─Volvió a hablar después de unos instantes. Dirigí la vista hacia ella para encontrarla observándome fijamente.
POCHE: ¿Y por qué no iba a hacerlo?
DANIELA: Bueno, tenía la seguridad de que venías a almorzar conmigo, porque aquí tienes el silencio que no existe en ese comedor lleno de ruido.
POCHE: Si lo que tú quieres es permanecer con ese silencio... ─Me encogí de hombros ─
No tengo problema. No hay porqué decir nada. Ella me miró entrecerrando los ojos, confundida, descolocada e incluso sorprendida. DANIELA: Eres muy extraña, DRA GARZON ─Finalizó y devolvió la vista a su libro. Obviando por un momento, la emoción que sentí al escucharla pronunciar mi nombre por primera vez, no pude evitar reírme antes de preguntarle:
POCHE: ¿Por qué lo dices?
DANIELA: Porque cualquier otra doctora ─Volvió a mirarme ─
hubiera corrido detrás para atiborrarme a preguntas. Y sin embargo, tú no sólo no viniste, sino que además te da igual continuar sin decir absolutamente nada.
POCHE: Bueno, para empezar, aún no soy doctora —le aclaré —Así que no entro del todo en ese grupo al que acabas de hacer referencia. Y para continuar... Sí, claro que me gustaría saber cosas y hablar contigo. Pero todo tiene su momento. Y sinceramente pienso, que nunca han hecho demasiada falta las palabras entre nosotras.
Ella asintió, con la mirada aún confundida y volvió su vista a la lectura. El gesto no parecía haber sido una forma de estar de acuerdo con mis palabras, más bien resultaba una manera de finalizar la conversación.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora