CAPITULO 129

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· MARTHA: Conduce con cuidado ─fue la última indicación de mi madre, antes de que abandonara la habitación definitivamente y seguidamente, el hospital. Tardé menos de cinco minutos en llegar a casa y nada más introducir la llave en la cerradura, pude escuchar al otro lado de la puerta, los olfateos desesperados de RAMON. Cosa que me hizo sonreír. Pero en cuanto abrí, ese pequeño terremoto se abalanzó sobre mí, tratando de lamer cada espacio de mi rostro y moviendo como loco su cola, en señal de alegría.
POCHE: ¿Cómo está el cachorro más bonito del mundo? ─le pregunté mientras lo abrazaba y dejaba que me diera cariño ¿Aburrido? ¿Sí? Te abandono demasiado tiempo durante el día, ¿verdad, pequeño? ¡Venga, vamos a la calle!
Al escuchar las palabras mágicas, se adentró apresuradamente en la casa, dirigiéndose hacia el mueble donde suelo dejar su correa y se sentó justamente ahí, jadeando con la lengua fuera y con aparente expresión de no haber roto un plato en su vida. No pude hacer más que sonreír y dar de cabeza.
POCHE: Como te extraño ─le dije al tiempo que recibía un ladrido por su parte ─Dame un minuto.
Me dirigí hacia el cuarto de la limpieza para poner en marcha la lavadora, como había dicho mi madre, antes de que se me olvidara. Así le daba tiempo suficiente para acabar, mientras RAMON y yo dábamos un paseo. Volví a la zona de la entrada y lo vi echado junto a la misma encimera, esperando pacientemente mi regreso, pero al verme subir las escaleras, decidió abandonar su puesto y comenzar a seguirme. Llegué hasta mi habitación y allí busqué algo de ropa más cómoda. De pronto me pareció una buena idea que fuéramos a correr por los alrededores. A pesar del cansancio que tengo, eso servirá para reactivar mis huesos, despejar mi mente y para que RAMON desahogue toda la energía que tiene acumulada por pasar prácticamente todo el día sólo en casa. Comencé a cambiarme, sin ninguna prisa, con la parsimonia que me caracteriza y cuando estaba a punto de terminar, volteé, encontrándomelo sentado sobre sus patas traseras, justo en el umbral de la puerta y con su cabeza ligeramente ladeada, sin apartar su vista de mí. Esa imagen, automáticamente me recordó al primer día en que acudí a mis prácticas en La Cascada, cosa que me hizo sonreír casi inevitablemente. Han pasado tres meses y medio desde aquel día en el que tan nerviosa me encontraba. ¿Cómo es posible, que en tan sólo tres meses y medio, en mi vida hayan ocurrido más cosas que en veinticinco años?
POCHE: Me estás presionando ─inquirí señalándolo con mi dedo índice y recibiendo un nuevo y sonoro "guau" como respuesta
Está bien, está bien, ya voy.
Terminé de vestirme rápidamente y esta vez sí, volvimos a bajar las escaleras, busqué su correa y se la puse antes de salir. No porque se fuera a escapar sin hacerme caso, sino porque a esta hora de la mañana ya hay demasiada gente caminando por las calles y llevar al perro suelto, aunque sea el más pacífico y bueno del mundo, me pude ocasionar algún problema. Durante algunos kilómetros, pude conseguir que mi mente solo pensara en correr, en la velocidad y en mantener la respiración a un ritmo medianamente normal para no quedarme sin oxígeno. Pero resultaba bastante obvio que mi cuerpo ya se ha desacostumbrado al ejercicio, aunque también es bastante probable que mis pocas horas de sueño y el cansancio que deber estar acumulado en mis músculos, influyan negativamente. Aun así, sentir la brisa en mi rostro y respirar aire fresco mientras veo a RAMON trotando a mi lado, es suficiente para que aguante algunos minutos más corriendo por estas calles.

Después de algún tiempo, decidí que nos detuviéramos en un parque cercano y buscamos un lugar no demasiado transitado para poder quitarle la correa. Una vez liberado, comenzó a corretear alrededor, olfateando todo a su paso y cuando ya había investigado suficientemente el lugar, regresó a mi encuentro, para que le lanzara la pequeña pelota con la que solíamos jugar. Continuamos jugando un largo rato, hasta que consideré que ya había agotado la suficiente energía y entonces volvimos a casa, trotando también, para que mi cuerpo no se enfriara y me costara más llegar. En cuanto abrí la puerta, él se dirigió a la cocina para beber agua. Y yo, aunque el sofá estaba pronunciando mi nombre a gritos, tuve que acudir al cuarto de la limpieza para asegurarme de que la lavadora ya había terminado su trabajo. Al comprobar que así era, abrí la puerta y dejé que la ropa se aireara mientras acudía a la cocina a por un vaso de agua. Una vez de vuelta en la sala, me dejé caer sobre el sofá, sintiendo al instante dolor en cada uno de los músculos, a medida que se relajaban. Pero antes de que pudiera realizar algún sonido de queja, RAMON saltó sobre el sofá y estratégicamente acopló su cuerpo junto al mío.
POCHE: ¿Y a ti quien te dio permiso para subirte al sillón? ─le pregunté observando cómo se acomodaba cada vez más y miraba hacia otro lado, haciéndose el sordo ─Si te ve mamá, vamos a terminar durmiendo en el coche Lo sabes, ¿verdad?
A continuación, hizo una especie de sonido y sus "inocentes" OJOS CAFES, volvieron a dirigirse hacia mí, haciéndome suspirar al recordarla, mientras le acaricio la cabeza.
POCHE: ¿Crees que se encuentra bien? ─continué preguntando como si realmente fuera a responderme, recibiendo una simple mirada por su parte ─
Sabes que si no la llamo a cada cinco minutos, es porque cualquier indicio de que no sea así, me hará correr a buscarla. Si hubiera ocurrido algo, PAULA me lo habría contado... Pero no dejo de preguntarme cómo se encuentra, o si realmente lleva dos semanas evitándome. ¿Habrá olvidado ya, todo lo que vivimos? Ni siquiera te haces una idea de cómo la extraño ─volví a suspirar POCHE: ¿Crees que ella también me extraña? ─otro pequeño sonido que no llegaba a ladrido, salió de su boca, haciéndome interpretarlo como una respuesta ─
¿Entonces por qué no responde mis llamadas? Sé que me fui sin despedirme, pero... no he dejado de intentar comunicarme con ella desde que llegué y... Dios, ─suspiré de nuevo ─estoy tan cansada, que ni siquiera puedo tener pensamientos lúcidos.
Tras decir eso, alzó ligeramente la cabeza para dejar un pequeño lametón sobre mi mejilla y a continuación, la acomodó sobre mi hombro, acercando su cuerpo más al mío y dejándome observar como cerraba los ojos. Continué acariciando su cabeza durante algunos minutos, hasta que entre pensamiento y pensamiento, fueron mis ojos, los que no pudieron retrasar más el cerrarse, permitiendo que me sumiera en un profundo sueño.
Sin tener la más mínima idea de cuánto había transcurrido, extraños ruidos me hicieron abrir los ojos de una forma casi tortuosa. Sea lo que sea, lo que hubiera dormido, definitivamente, no había sido el tiempo suficiente para mis parpados, que estaban pesando toneladas ahora mismo. Poco a poco, la luz fue entrando por mis ojos a medida que los abría, pero esa pequeña desorientación que se siente al despertar, en esta ocasión estaba ligeramente multiplicada, al sumarse con un profundo dolor de cabeza.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora