CAPITULO 132

2.8K 177 1
                                    

· Al abrir la puerta, él se adentra husmeando todo a su paso, reconociendo cada rincón de su casa, y yo permanezco en la puerta, observándolo, hasta que pasados unos minutos, vuelve a mi encuentro y me arrodillo para acariciarlo.
POCHE: Eres el mejor amigo que alguien podría tener ─Él ladra, como si hubiera entendido perfectamente la frase y empuja su cabeza contra mi cuerpo de un modo cariñoso. ─Todo va a salir bien, ¿verdad? ─vuelve a ladrar y yo sonrío, dándole un beso en su pequeña cabeza. ─
volveré en unas horas.
Tras decir esto, me levanto, y observándolo por última vez, mirándome fijamente mientras mueve su cola, sonrío y extraigo de él, la fuerza necesaria para enfrentarme a lo que venga a continuación. Abandono el apartamento, vuelvo a mi coche y en cuestión de minutos abordo de nuevo la carretera, esta vez, para dirigirme con prisa a mi lugar de trabajo y averiguar de una vez por todas, que ha sido de ella durante estas dos últimas semanas. No creo que haya tardado siquiera diez minutos en llegar a la puerta de La Cascada y estacionar mi coche a pocos metros de la entrada. Podría perfectamente vacilar antes de entrar, respirar hondo, tratar de calmar mi ansiedad, pero lo cierto es que no quiero hacer nada de eso, no quiero retrasar ni un segundo más, el momento de volver a verla. Camino a toda prisa por la entrada, prácticamente ignorando al guardia que me ofrece una sonrisa.
Clara: Doctora GARZON ─observo como la secretaria se levanta, extrañada al verme ─No sabía que iba a volver hoy, ¿Cómo se encuentra su... POCHE: En unos minutos hablamos, Clara ─interrumpo cualquier intento de conversación mientras veo las puertas del ascensor abrirse ─Lo siento, tengo mucha prisa.
Las puertas vuelven a cerrarse, alejando de mi vista la imagen de aquella chica a la que prácticamente dejé con la palabra en la boca. Pulso el botón que lleva al tercer piso y espero impacientemente los minutos o segundos que este tarda en ascender. Tampoco este trayecto se me había hecho tan largo y desesperante nunca. El ascensor se detiene, las puertas se abren y avanzo con prisa por el pasillo hasta la puerta de su habitación. Entonces si me detengo, frente a ese pedazo de madera, que es lo único que nos separa en este momento. Sostengo el pomo unos segundos e inhalo aire profundamente. Un gesto bastante iluso, pues no creo que haya nada en el mundo, capaz de conseguir que mi cuerpo deje de temblar como en este momento lo hace. Giro con sigilo el pomo y cuando quiero darme cuenta, ya estoy dentro, con la puerta cerrada tras de mí, en unos segundos en los que mi cuerpo parece haber adquirido vida propia, volviéndose automático. Y ahí está ella, sentada sobre la cama, con las rodillas flexionadas junto a su pecho, la cabeza inclinada ligeramente hacia atrás, apoyándose en el cabecero, sin dejarme distinguir si sus ojos están cerrados o abiertos y sin hacer absolutamente nada.
Mi corazón se acelera de sobremanera, pero debe ser el único órgano de mi cuerpo que funcione en este momento, porque cada una del resto de extremidades, permanecen inmóviles. Creo incluso, que el trabajo de mis pulmones se detuvo en cuanto la vi. O quizás no, porque algo, tal vez mi respiración, le advierte de mi presencia. Alza la cabeza y me descubre aquí parada, sin hacer absolutamente nada más que mirarla. Su expresión cambia en cuanto me ve. Incluso en la distancia, puedo apreciar su cuerpo tensarse. Su ceño se frunce ligeramente, extrañándose al verme. Probablemente, era a mí a la última persona que esperaba encontrar en este momento. Me observa fijamente sin decir nada. Y yo, la observo sin pronunciar palabra. No sé muy bien qué podría decir en un momento como este. Lo cierto, es que mi cuerpo entero me pide a gritos que vaya a abrazarla y que permanezca abrazándola el resto del día sin mediar una sola palabra. Mis ojos en cambio, quieren observarla. Observar esa imagen que han extrañado durante dos semanas. Observar los cambios, que estos pocos días han hecho en ella, consiguiendo que mi corazón se encoja a medida que mi vista lo asimila.

·
Capitulo 218

¿Cómo es posible que haya empeorado tanto en tan poco tiempo? Su rostro se encuentra más demacrado incluso. que cuando la conocí. Sus ojeras están terriblemente pronunciadas. Sus pómulos parecen haber sido absorbidos por algo, como si hubiera estado meses sin probar bocado. Sus labios, desde esta distancia podía apreciarlos de un color blanquecino, debido a la sequedad que debían estar sufriendo. Al igual que el color de su piel, carente de brillo... Por no hablar de su mirada, absolutamente apagada, sin rastro de esa luz que tanto me costó encontrar. Por algún motivo que aún desconozco, decidió cambiar su ropa deportiva, por el horrible pijama del centro, ese blanco que nunca quiso utilizar. Además, su cabello está recogido descuidadamente, haciendo que su rostro se viera aún más delgado si era posible. Cada uno de esos detalles, hacían un daño en mi interior, que jamás pensé sentir. Tanto, que apenas sin darme cuenta, mis ojos comenzaron a cristalizarse. Y ella, al percatarse de ello, desvió su mirada, dirigiéndola hacia la ventana que tiene a su izquierda. Después de algunos segundos, aún sin saber qué hacer ni qué decir, sintiéndome completamente abatida y cansada, me senté sobre un pequeño banco que hay justo al lado de la puerta. Apoyé los codos en mis rodillas y me fue inevitable la necesidad de esconder la cabeza entre mis manos, a ver si de esta forma, el peso que sentía en todo mi cuerpo, cesaba por un momento. No quería llorar. Me negaba rotundamente a hacerlo presionando mis ojos con fuerza, sintiendo incluso latidos en ellos, debían estar enrojecidos. Mi lucha interna en este momento, es absolutamente agotadora.
DANIELA: Siento haber tirado por la borda tu proyecto ─habló por fin, dejándome apreciar un tono frío en su voz. Alcé la vista y la encontré mirándome. Corroboré al instante, que la frialdad de su voz, también se había apoderado de su expresión y su mirada. Por lo que, solo pude exhalar el aire que había estado siendo retenido en mis pulmones.
POCHE: ¿De qué hablas, DANIELA? ─pregunté confusa.
DANIELA: Ya no tienes que ocultarlo más.
POCHE: Nunca he intentado ocultar nada.

DANIELA: Sólo fue un dato que se te olvidó mencionar, ¿no?
POCHE: ¿Él qué? ─pregunté a medida que me levantaba del banco, pero sin avanzar hacia ella ni un solo metro ─¿Qué te elegí a ti como proyecto de fin de carrera? ¿Qué tiene que ver eso con todo esto? ¿Contigo? ¿Con nosotras? DANIELA: ¿Nosotras? ─repitió sonriendo con ironía ─¿Acaso alguna vez existió un "Nosotras"? ¿O todo fue parte de tu intento por rescatar a una pobre chica, para ganarte la mejor nota de la universidad?
POCHE: Creo que no tienes ni idea de lo que estás hablando.
DANIELA: ¿Ah no? Quizás sea porque te largaste. Porque me dejaste tirada, con una maldita nota de tres palabras. Dejando que me enterara de ese "pequeño dato" ─volvió a enfatizar con ironía ─
al escuchar accidentalmente una conversación y no por ti misma. Quizás por eso no tengo ni idea de lo que estoy hablando.
POCHE: Así que, ¿eso es lo que ocurre? ¿Por eso estás así? ¿Porque me fui?
DANIELA: ¿Así como, POCHE? ─preguntó levantándose y encarándome ¿Demacrada? ¿Abandonada? ¿Horrible?
POCHE: Perdida. ─susurré con dolor Vuelves a estar perdida.
DANIELA: ¿Quién te dice que alguna vez me haya encontrado? Si todo lo tuyo fue una mentira, quizás lo mío también lo haya sido. Unos días de falsa ilusión, no cambian toda una vida de realidad.
POCHE: No vas a conseguir herirme con tus palabras, si es lo que pretendes.
DANIELA: No. Claro que no ─se rio irónica ─A POCHE nada le duele. POCHE no alza la voz, ni se altera. Todo está bien en su mundo. Nada le afecta. Siempre perfecta.
Aunque tratara de ocultarlo, sí me estaba hiriendo. Pero no precisamente sus palabras. En este momento, no hay mucho rastro de la DANIELA que hasta ahora conocía y definitivamente, estaba decidida a no continuar con esta conversación.
POCHE: Mejor hablamos en otro momento ─sentencié dándome la vuelta con la intención de abandonar la habitación.
DANIELA: No va a haber otro momento.
Esa frase, me hizo detenerme.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora