· Tras un suspiro, comienzo a comerme este delicioso almuerzo, que con mucho cariño, seguramente haya preparado MARTHA. En este momento, cada una está sumida en su tarea, como si realmente no hubiera nadie más aquí. Debo decir, que paradójicamente, me encanta la comida que hace esa mujer. Me recuerda a ese tipo de comida casera que solo comes en tu hogar. Cuando uno se independiza, la comida sabe de una forma distinta. No es lo mismo cuando cocinas para ti mismo, siempre vas con prisas, no disfrutas y lo primero que encuentras es lo que sueles ingerir. En cambio en casa, o cuando cocinas para alguien, todo se hace con cariño y ciertamente, sabe de manera diferente. Termino de ingerir hasta el último grano de arroz en cuestión de minutos, para a continuación, llevar a cabo la última de mis rutinas diarias. Cojo la pieza de fruta que sirven como postre, en el caso de hoy, es una manzana, y procedo a quitarle toda su cascara, para seguidamente comenzar a cortarla en pequeños pedazos que caen a un también pequeño y hondo recipiente. Coloco en su interior un tenedor, pinchando uno de los pedazos. Y simplemente estirando mi brazo, deposito el recipiente lo más cerca posible de ella. Sé la enfermedad que padece y sé perfectamente que la comida no es su mejor amiga. Si alguien me pregunta por qué decidí comenzar a hacer eso, seguramente no sabría qué responder. Simplemente fue la única forma que encontré de compartir mi comida con ella, pues sabía que si le ofrecía algo, iba a ignorarme como acostumbra a hacer. Pero de esta forma, no lo sé, simplemente dejo la fruta ahí, lista para ser ingerida sin demasiado esfuerzo y está en su mano el hecho de comérsela o no. Lo cierto es que nunca he llegado a saber si lo hace y tampoco es que haya querido controlarlo. No es un acto que realice con la intención de obligarla a comer, no. Simplemente quiero compartirlo con ella. Como ya es habitual, no hace ningún gesto al sentir como realizo dicho movimiento. Pero es algo a lo que ya estoy acostumbrada y honestamente, tampoco espero que lo haga.
Asíque, una vez finalizado mi almuerzo, como aun me quedan cuarenta y cincominutos de descanso, agarro la última novela que he comenzado a leer, inclinomi cuerpo hacia atrás, dejando mi espalda caer cuidadosamente sobre la hierba ycon ese olor a tierra y naturaleza que invade el espacio, comienzo a dejarmellevar por la lectura. Mientras ella, continúa apoyada en el tronco de esteárbol que nos proporciona la sombra idónea, para que este instante en solitariacompañía, sea extrañamente perfecto.
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REGRESA A MI.
RomanceEstoy a unas horas de comenzar mi período de prácticas y de ninguna manera puedo llegar tarde. Así que, ¡aligera el paso, POCHE! Detengo el molestoso ruido y al mismo tiempo, siento como el delicioso aroma, abarca todo el departamento. Puedo notar u...