CAPITULO 158

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No sé cuánto tiempo ha transcurrido. Cuántos minutos o segundos llevo mirándola sin mediar palabra. Ni siquiera siento el paso del oxígeno o algún sonido que me haga comprobar que estoy respirando. Lo único que puedo hacer, es clavar mis dedos en la barandilla que tengo a mi espalda, para que la fuerza de mis manos me haga confirmar que sigo viva, que estoy despierta y que esto no es un sueño. Que ella no es un sueño. Porque perfectamente podría serlo, ¿no? Podría haberme quedado dormida en cualquier momento, mientras contemplaba los árboles y podría estar soñando con lo único que deseaba que pasara esta noche y lo único que he deseado cada noche y cada día del último año. Aunque bueno, de ser así, creo que ya me hubiera roto la cabeza por haberme quedado dormida de pie. Es impresionante la cantidad de estupideces que podemos llegar a pensar los seres humanos cuando estamos nerviosos, paralizados, petrificados. Cuando le ordeno a mi cuerpo que haga algo, y él simplemente puede observar a la persona que tiene en frente. Esa ligera sonrisa que dibujan sus labios desde que apareció. Esos ojos tan llenos de brillo, que siguen teniendo el poder de humedecer los míos. Comienza a acercarse sin pronunciar una palabra, consiguiendo que con cada paso suyo, mi corazón aumente el ritmo de sus latidos. Y yo, el único movimiento que puedo hacer, es el de girar ligeramente mi rostro para observarla detenerse a mi lado, mirando al frente. Permanece contemplando el bosque que hace tan sólo unos minutos yo observaba con tanto interés y gracias a eso, me permite apreciar su perfil. ¡Está hermosa, por dios! Hasta este momento, ni siquiera me había percatado de ello. Mi mirada no había podido dirigirse a otro lugar que no fueran sus ojos o su pequeña sonrisa. Pero ahora, desde esta posición, recuperando un poco el control de mi cuerpo, me doy cuenta de que su cabello luce castaño. Está muy lejos de ser el cabello descuidado que solía tener antes, recogido despreocupadamente, con apariencia débil y apagada. Al contrario, puedo ver que ha crecido considerablemente. Y lo más importante, desprende brillo, fortaleza y vitalidad.

La piel de su rostro también parece más oscura, o más dorada, mejor dicho. Cómo si llevara un año en las playas del caribe y no en un centro de rehabilitación. Además, el hueso de sus pómulos no se ve tan pronunciado como antes, ni su piel escamada, ojerosa o apagada. Tiene los ojos ligeramente maquillados y desde esta posición, puedo apreciar perfectamente, la pequeña luz que la luna irradia sobre ellos, volviéndolos más brillantes. Continúa mirando al frente, sin decir una sola palabra y provocando que tenga que seguir con mi análisis. Porque sinceramente, no encuentro otra cosa mejor para hacer en este momento, que mirarla. Ni siquiera estoy segura de poder hacer algo más, si en algún momento me lo propusiera. Ni siquiera respirar me parece necesario ahora mismo.
El curioso y elegante "mono" negro con el que decidió vestirse esta noche, deja sus brazos al descubierto, permitiéndome ver una ligera marca en sus bíceps. Tiene un brazo igual de fino que siempre, pero a comparación con hace tan sólo un año, ahora no se ve delicado, frágil y fácilmente rompible. Se ve fuerte. Al igual que su abdomen, que si bien es cierto que siempre estuvo un poco marcado, indicándome su afición por el deporte, la primera vez que la vi desnuda, sus costillas se encontraban muy pronunciadas y además, nunca la vi lucir este tipo de ropa. En la cascada, siempre vestía con prendas holgadas o de deporte, que no permitiera apreciar la realidad de su cuerpo. Sin embargo ahora, puedo ver perfectamente su abdomen al descubierto, su cintura rebosando salud y no la apariencia de romperse en cualquier momento. En definitiva... DANIELA: Todavía no te escucho respirar.
El susurro de su voz me hizo alzar la vista automáticamente para descubrirla mirándome con una pequeña sonrisa. ¿Cuánto tiempo lleva así? ¿Cuándo tiempo llevo haciéndole un escáner exhaustivo? ¿Y cuánto tiempo más, piensan estar mis cuerda vocales sin funcionar?

DANIELA: POCHE, en serio, respira ‒me pidió con cara de preocupación.
POCHE: Estoy respirando ‒respondí por fin.
En cuanto hablé, noté un ligero brillo invadir sus ojos, como si se hubieran humedecido. Tampoco tengo muy claro si es por su parte o por la mía, porque creo que hace varios minutos que mi vista está borrosa por lo mismo.
DANIELA: Lo sé. Tienes el pecho agitado ‒informó con una sonrisa, apartando su mirada hacia el bosque nuevamente ‒Extrañaba tu voz.
Me volví a quedar en completo silencio. Quiero decirle tantas cosas, que mi cerebro no es capaz de procesar ninguna, y siento que si trato de hablar, todas y cada una de las palabras se van a quedar atoradas al final de mi garganta. Ella vuelve a dirigir su mirada hacia mí, haciendo temblar cada centímetro de mi cuerpo por culpa de un escalofrío que me recorre de pies a cabeza. ¡Joder! ¿Cómo es esto posible?
DANIELA: Enhorabuena, ‒susurró ‒
Ya eres oficialmente psicóloga.
POCHE: Todavía no.
Sonrió ante mi tajante respuesta.
DANIELA: Ya veo que no has cambiado.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora