CAPITULO 144

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· POCHE: Estaba. Ahora ya no lo sé. ─me encogí de hombros, mientras me acercaba ─
Pero oye, si quieres verlo, me trago mi orgullo con mucha dignidad y salgo corriendo a buscarlo.
Me incliné sobre ella para dejar un cálido beso en su frente y coloqué mi maletín en el suelo.
DANIELA: No hace falta ─indicó sonriéndome ─
dejemos tu orgullo intacto por hoy. ¿Qué quería?
POCHE: Saber cómo estabas. Creo que lleva horas y horas sentado en la sala de espera.
DANIELA: Y le echaste la bronca, ¿no?
POCHE: No le eché la bronca. ─me defendí con el ceño fruncido ─
Sólo le dije lo que pienso, de manera un poco brusca.
DANIELA: Honestamente, me sorprende que no te hayas metido en problemas todavía, con la cantidad de veces que te has enfrentado a él. Una de dos; o está planeando tu exilio definitivo, o te escucha.
POCHE: Tal vez necesitaba alguien que le dijera de una vez las verdades sin filtro. O tal vez, realmente está planeando mi exilio y esta es la última visita que puedo hacerte.
DANIELA: Entonces habrá que aprovecharla bien ─ambas permanecimos mirándonos fijamente con una sonrisa y un silencio extraño. ─
Hablando de padres. ¿Cómo sigue el tuyo?
Por primera vez, le agradecí que hubiera roto dicho silencio. No es que me resultara incómodo, pero no sé exactamente, cómo está nuestra relación o lo que sea que tengamos. No es algo en lo que haya querido pensar, aunque cada vez que la miro, tengo ganas de abalanzarme sobre ella y no dejar de besarla hasta quedarme sin aliento. Pero sé que no estamos en ese momento. A decir verdad, no sé en qué momento estamos. Pero sí sé que esa no debe ser nuestra mayor preocupación ahora.
POCHE: Bien. ─respondí antes de que pensara que me había quedado muda ─
Ayer le dieron el alta y esta mañana llamé para ver cómo había ido su primera noche en casa. Está feliz. ─sonreí al recordar sus palabras ─
Dice que dos semanas en un hospital lo estaban volviendo loco.
DANIELA: Lo puedo llegar a comprender. ─sonrió y empezó a desplazarse hacia un lado de la cama. Comenzó a palmear la parte que quedaba libre, invitándome a sentar ─
¿Qué tal con tu madre? Dos semanas allí deben haber sido una tortura para ti.

POCHE: Pues curiosamente, no ─aclaré sentándome a su lado ─
Estuvo muy distinta. Creo que el susto le ablandó el corazón o le abrió los ojos. No lo sé. Pero tuvimos alguna que otra conversación interesante. Y sin pelear. Todo un milagro.
DANIELA: ¡Vaya! Eso sí que no me lo esperaba. POCHE: ¿Será que nuestros padres se pusieron de acuerdo para enmendar sus errores? ─pregunté en tono bromista.
DANIELA: O será que los seres humanos somos tan estúpidos, que tiene que pasar una tragedia para abrir los ojos y valorar lo que tenemos.

Me quedé observándola en completo silencio, sin saber muy bien si estaba hablando de nuestros padres o de sí misma. O quizás de los tres. Pero está completamente en lo cierto, la mayoría de las veces ocurre. Mi madre, lleva toda su vida junto a un hombre bueno, que la ama con locura y como ella dijo, nunca tuvo suficiente. Ni con él, ni con nosotros. Hasta que estuvo a punto de perderlo y entonces, se dio cuenta de lo afortunada que es, por tener una familia. El padre de DANIELA, ha estado años atormentado por el recuerdo de su esposa, sin valorar que aún seguía teniendo a una hija maravillosa. Y ahora, no sé lo que pretende. No sé si está arrepentido, si sólo siente culpa o si realmente, lo que le ocurrió a DANIELA le hizo sentir miedo. Miedo de perderla para siempre. Pero al final, llegamos continuamente al mismo punto; vivimos con una venda en los ojos, que nosotros mismos nos ponemos. No valoramos que hoy estamos vivos y que hoy, debemos correr a decirle a esa persona cuanto la amamos. A nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros amigos, a aquel o aquella que consideremos el amor de nuestra vida. Debemos hacerlo hoy. Y también mañana. Y nunca debemos callarnos un sentimiento por orgullo. ¿Qué importa si le conoces desde hace tres meses o tres años? ¿Qué más da el tiempo, si tú lo sientes? Hay que vivir con pasión. Hay que amar intensamente y reír hasta que duelan las costillas. Besar hasta quedarnos sin aliento y seguir besando después. Hacer el amor a todas horas y jugar como si fuéramos niños. Hay que dejar atrás el pasado, cicatrizar las heridas. Todos hemos sufrido, a todos nos ha roto el corazón otra persona, o incluso nosotros mismos, todos hemos perdido a alguien importante, todos nos hemos perdido en algún momento de la vida. Pero ahora estamos aquí. En algún punto. Hemos conseguido seguir caminando. Tenemos la vida en nuestras propias manos. La elección es nuestra.
POCHE: ¿Y tú? ─pregunté después de varios segundos divagando mentalmente ─
¿Qué has hecho en mi ausencia? Ella suspiró pesadamente antes de responder.
DANIELA: Ver la tele, seguir viendo la tele, mirar al techo, ver la tele, hablar con la enfermera. ─se detuvo a mirarme frunciendo el ceño ─Que por cierto, me preguntó por ti. Creo que le gustas.
POCHE: ¿A Marta? ─pregunté sorprendida.
DANIELA: Anda, si hasta su nombre sabes.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora