CAPITULO 31

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· Una hora más tarde, me encuentro llamando con insistencia a la puerta del despacho de la doctora GALINDO. Acabo de descubrir algo. Una especie de revelación sobre mí misma. Y no es precisamente porque haya ocurrido nada relevante durante esa hora, en la que después de almorzar, simplemente comencé a escribir unas líneas en el ordenador. No, pero necesito hacerlo. Por alguna extraña razón, necesito comenzar de inmediato, con aquello a lo que vine a este lugar.
PAULA: ¡¡Adelante!!─escuché que decía desde el otro lado. Abrí apresuradamente la puerta y antes incluso de llegar hasta ella, mis labios comenzaron a dejar escapar sonidos en forma de palabras.
POCHE: ¿Puedo hacerlo sobre ella?
PAULA, que se encontraba concentrada escribiendo algo en un papel, alzó la vista para mirarme confundida.
PAULA: ¿Hacer el qué, sobre quién? ─preguntó divertida al ver cierto temor en mi actitud.
POCHE: Mi proyecto ─aclaré ¿Puedo hacerlo sobre ella?... ¿Sobre DANIELA?
De pronto, se creó un momento de silencio, durante el cual, ella sólo me observa, tratando de descubrir algo en el fondo de mis palabras. Siento mi pecho agitado y mi respiración acelerada, a causa de la carrera con la que llegué hasta aquí. Pero su silencio parece estar durando más de lo debido.
PAULA: ¿Estás segura de eso? ─me preguntó por fin.
POCHE: Completamente.
Correr por las calles de mi pueblo, me transporta directamente a la infancia. Y no precisamente porque cuando era una niña, me dedicara a hacer deporte a primera hora de la mañana. No, pero aun así, la sensación no es demasiado distinta de aquellos momentos en los que solía salir a pasear, bajo unos auriculares, acompañada por mi más fiel y mejor amiga, la música. Pero si algo diferencia aquellos años de este momento, es que ahora, mi más fiel y mejor amigo, es RAMON. El pequeño cachorro, corre como un loco por delante de mí, olfateando todo a su paso. Apenas es capaz de alejarse unos metros antes de alzar su cabeza buscándome y retroceder hasta llegar a mi altura. Da un par de vueltas a mí alrededor y vuelve a adelantarse, para repetir el mismo movimiento una y otra vez durante estos diez kilómetros.

Es un domingo bastante tranquilo. El pueblo está completamente en calma y apenas se ven coches en movimiento. También puede ser debido a que la única que decidió madrugar un domingo por esta zona, fui yo. Pero sin duda, era algo que necesitaba. Comenzar el día corriendo, es la única forma de ganar energía, para afrontar el resto del día junto a mi familia. Y además, desde que RAMON me acompaña, he descubierto que es un deporte mucho más relajante de lo que creía. Llego a mi casa al cabo de aproximadamente una hora. Abro la puerta con sigilo, intentando no despertar a nadie.
MARTHA : ¿POCHE, eres tú? ─pregunta mi madre desde la cocina, haciéndome entender que mis intentos fueron en vano. Siempre he tenido la impresión de que mi madre es la primera persona del pueblo en despertar.
POCHE: ¡Si, mamá!
Al recibir la respuesta, asoma su cabeza por el umbral de la puerta, mientras RAMON pasa a su lado jadeando, en busca de agua.
MARTHA ¿Era absolutamente necesario que trajeras a tu perro? ─lo observa de reojo.
POCHE: Indiscutiblemente. Es un ser vivo. Necesita que lo alimenten y que lo saquen a pasear.
MARTHA: ¿Y no podías encargárselo a ninguna amiga?
POCHE: ¿Cómo crees que voy a dejar a mi muñeco precioso con alguien más? ─pregunté recibiéndolo de vuelta, con cariñosas caricias ─
Claro que no, ¿Verdad, pequeño?
MARTHA: Creo que desde que adoptaste a ese perro, te relacionas todavía menos con la humanidad. Si es que eso era posible.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora