CAPITULO 85

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· DANIELA: Entonces, ahora soy yo la afortunada, porque hayas decidido poner tu corazón en mis manos. ─esbozó una leve sonrisa
POCHE: Por muy cursi que pueda llegar a sonar. Me quedé observándola con intriga. Ninguna de las dos dijo nada más. Ni siquiera me atrevo a pensar en su última frase, porque no estoy en capacidad de explicar cuanto tiene eso de real para mí.
POCHE: Tengo que volver al trabajo ─informé con cierto atisbo de tristeza y resignación.
DANIELA: No te preocupes. Yo me quedaré aquí leyendo. Gracias a alguien, tengo suficiente material para estar entretenida varios días.
POCHE: A esa velocidad que llevas, no sé yo qué decirte ─sonreí ─Espero que los disfrutes.
DANIELA: Lo haré, descuida.
Recogí mis cosas y me levanté del césped dispuesta a marcharme. Aunque lo cierto, es que hubiera dado cualquier cosa, porque del cielo me CALLEra una excusa que me permitiera quedarme.
POCHE: Bueno, pues... Si necesitas algo... cualquier cosa, estaré en mi despacho ¿Vale? Creo que ya sabes dónde encontrarlo.
DANIELA: Perfectamente ─confirmó mirándome desde abajo. Yo simplemente asentí y con una leve sonrisa cargada de nervios, sabiendo que no podía detener más el momento, por mucho que deseara pasar el resto del día junto a ella, me di la vuelta dispuesta a marcharme.
DANIELA: ¡POCHE! ─escuché su voz obligándome a detenerme y voltear ─Gracias por todo.
Volví a sonreír. Esta vez sin nervios. Esta vez con una plena satisfacción. Cada pequeño gesto que me hace sentir un poco más cerca de ella, me provoca una felicidad imposible de explicar con palabras.
POCHE: Espero que tengas una buena tarde, DANIELA. Y así, observando esa última sonrisa dibujada en sus labios, emprendí mi camino de vuelta al trabajo. Ese trabajo que irónicamente, se había convertido en un motivo secundario para venir a este centro cada día. El principal motivo, lo estaba dejando atrás en este preciso instante. Pero curiosamente, todo comenzaba a cobrar sentido. Todo eso que Doña ROSA mencionó una vez, de que el camino correcto no siempre lleva hacia donde habíamos esperado, empieza a tener un significado para mí. Ahora, por primera vez desde hace cuatro años, estoy comenzando a sentir algo, dedicándome a esta profesión. Por fin, encuentro un motivo que le da sentido a todo esto. Y ese motivo es ella. Esa sonrisa que tanto tiempo estuvo apagada y esta sensación de poco a poco ir encontrando, la luz de su mirada

· Han transcurrido dos semanas.


Dos semanas en las que, ni un solo día, he faltado a una de nuestras citas. De hecho, estoy segura de que no podría hacerlo. Los pequeños momentos que paso con ella, en los que me sonríe o nuestras miradas se cruzan manteniéndose en completo silencio y disfrutando de la simplicidad del mismo, se han convertido en instantes que llenan mi vida. Nunca lo imaginé. Nunca creí que cosas tan sencillas, pudieran hacerme sentir tan viva, tan "parte de algo". Ni siquiera sé desde cuándo o cómo ocurrió, y tampoco sé el por qué. Pero de un momento a otro, mi día a día comenzó a basarse en hacer todo lo posible por conseguir una sonrisa suya, en el instante, de la forma y por el motivo que sea. Solo pienso en hacerla reír o en conseguirle libros que le aporten entretenimiento y además le gusten. En resumen: Lo único en lo que mi mente piensa todo el tiempo, es en hacer su vida más fácil. Y lo más curioso, es que a pesar de todo, creo estarlo consiguiendo. Al menos en esos instantes en los que estamos juntas, sé que está tranquila, en paz, incluso poco a poco, he ido conociendo todas sus facetas, sus cambios de humor, su bipolaridad e incluso su locura. Sí, DANIELA es probablemente la persona más bipolar del planeta. Y eso, lejos de asustarme, me produce cada vez más curiosidad. Es un ser tan complejo, que para cualquier psicólogo sería todo un reto. En cambio, para mí es una simple niña que necesita encontrar su sitio. Caso aparte, son las sesiones que tres veces a la semana hacemos en mi despacho. Ahí sí que no puedo sentirme orgullosa de llegar a ella, profesionalmente hablando. De hecho, todavía me parece un milagro haber conseguido convencerla
Llevo minutos recostada sobre la hierba, bajo este árbol que ya se ha convertido en nuestro lugar habitual para pasar la hora del almuerzo. Observo el cielo soleado y el movimiento que hacen las hojas a causa de la ligera brisa, volviendo el día y el momento, incluso más perfecto. Ella está a mi lado, probablemente sumida en su lectura, como cada día. Entonces vuelvo a sentir que no necesito absolutamente nada más que la simplicidad de este instante, le da un extraño y absoluto sentido a mi vida. Suspiro.
DANIELA: ¡Juguemos a algo! ─la escuché exclamar, sacándome rápidamente de tanto pensamiento. Dirigí mi vista hacia el lugar de donde procedía su voz y la encontré sentada, observándome desde arriba y en el sitio exacto donde cubría el sol con su cuerpo, evitando así que me cegara pero volviendo su silueta un tanto oscura. .
POCHE: ¿Cuánto tiempo llevas ahí mirándome? DANIELA: Varios minutos ─se encogió de hombro ─Y como parecía que estabas queriendo arreglar el mundo con tanto pensamiento, decidí interrumpirte.
POCHE: ¡Vaya, que considerada! ─sonreí irónicamente ─¿Y a qué quiere jugar la niña?
DANIELA: Uhm... Yo te hago preguntas y tú respondes lo primero que te venga a la mente. POCHE: Eso no es un juego ─entrecerré los ojos ─Eso es una entrevista. Y no me parece nada divertido.
DANIELA: Y tú eres una aguafiestas ─espetó.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora