CAPITULO 146

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· PAULA: Y tú... ─interrumpió agarrando mis hombros ─No eres como el resto. ─sonrió ─Eres una cabezota sin remedio, que en vez de elegir un proyecto con el que poder lucirte y asegurarte tu carrera, escogiste algo o a alguien, con lo que quizás nunca consiguieras nada. Y además de todo, ni siquiera seguiste las pautas que te habían marcado. Pero seguiste a tu corazón... e independientemente de cuál sea el resultado, al menos yo, estoy orgullosa de que lo hayas hecho. Es más, tengo una propuesta para ti.
POCHE: ¿Qué tipo de propuesta? ─pregunté sorprendida a la vez que extrañada.
PAULA: Si apruebas el proyecto, si deciden darte el reconocimiento oficial de graduada en psicología... Quizás te interese ser parte oficial y definitiva del equipo de "La Cascada". POCHE: ¿Me estás ofreciendo trabajo?
PAULA: Con la condición de que no te vuelvas a enamorar de una usuaria ─sentenció haciéndome fruncir el ceño ¡¿Qué?! La que debería quejarse soy yo, con los quebraderos de cabeza que me has traído.
POCHE: ¿Estás hablando enserio? ─pregunté aún alucinada.
PAULA: Completamente ─sonrió ─Admiro tu entrega, POCHE. Y... el mundo necesita un poco más de eso. Pero bueno, solo es una propuesta que quise dejar en el aire para que fueras analizándola. Primero tienes que afrontar esa presentación y defender tu trabajo con el mismo amor con el que sé, que lo has hecho.
POCHE: Gracias por todo, PAULA.
PAULA: No tienes nada que agradecerme. POCHE: No. Sí que tengo. No sólo llevas dos semanas ayudándome a cuidar a mi perro para que yo pueda estar en el hospital más despreocupada. Además, desde que nos conocemos, no has hecho más que intentar protegerme, preocuparte por mí, incluso pasar por alto cosas que no debías haber pasado. Siempre... de alguna u otra forma, te has puesto en mi lugar, me has entendido y ayudado. Y creo que nunca te he dado las gracias por ello. Eres una gran amiga.
PAULA: Tú también lo eres ─asintió al tiempo que sonreía ─Es extraño contigo; desde el principio me inspiraste necesidad de protección. Bueno no... ─corrigió riendo ─Al principio lo único que me inspiraste, fueron ganas de llevarte a la cama. POCHE: Vaya ─me reí también ─Creo que nunca me lo habías dicho tan claro.
PAULA: Pero no te ilusiones, que al conocerte, mis tendencias sexuales hacia a ti, se esfumaron rápido.
POCHE: ¿Me estas queriendo decir que cuando se me conoce, ya no soy sexualmente apetecible? ─pregunté alzando una ceja ofendida. PAULA: Para mí no. Comencé a verte como una especie de hermana pequeña a la que necesitaba agarrar de la mano, porque se estaba dirigiendo directita hacia un precipicio, por el que pretendía lanzarse de cabeza y sin cuerda.
POCHE: ¿Un precipicio con nombre y apellido?
PAULA: Exacto. En cuanto la viste por primera vez, el resto del mundo pasó a ser invisible para ti.
POCHE: ¿Tan obvia fui? ─sonreí con resignación. ─
Parece que lo llevo escrito en la frente o tengo corazones rodeándome la cabeza. Porque no es normal que todo el mundo actúe como si fuera absolutamente predecible, cuando precisamente yo, no suelo mostrar mis sentimientos.
PAULA: Creo que ahí está precisamente la diferencia; cuando se trata de DANIELA, te importa un pimiento lo que piense el mundo. Si tienes que mirarla, la miras. Si tienes que estar a su lado en silencio mientras lee, lo estás. Si tienes que abrazarla delante de quien sea, lo haces. Si tienes que enfrentarte a su padre o a un ejército por defenderla, te enfrentas. Porque lo sientes y porque no te importa quién te pueda estar mirando. Entonces...─se encogió de hombros ─No se trata de si eres o no eres obvia. Se trata de que eres tú misma. Y lo único que hace falta, es observarte un minuto, para darse cuenta que harías cualquier cosa por ella. Incluso alejarte, si eso supusiera su bienestar.
POCHE: La haría... ─confirmé.
PAULA: ¿Cómo sigue, por cierto?
POCHE: Algo mejor. No creo que tarden mucho más en darle el alta.

PAULA: ¿Y qué piensa hacer cuando eso suceda? ¿Volver?
POCHE: No lo hemos hablado. De hecho, no hemos hablado absolutamente nada que tenga que ver con su enfermedad, ni con sus planes, ni con nada que vaya más allá del día siguiente.
PAULA: Parece que al final, ambas tienen el mismo miedo de enfrentar la situación. POCHE: Puede ser, ─suspiré ─O quizás, sólo hemos querido disfrutar del tiempo que hemos tenido juntas, sin pensar en nada más allá.
PAULA: POCHE, eres una chica normal. Se te permite seguir teniendo miedo. No se va a acabar el mundo por ello.
Descendí la mirada y volví a suspirar. Al fin y al cabo, de nada sirve hacerme la fuerte frente a PAULA. Y lo cierto, es que tiene razón; sigo estando aterrorizada.
POCHE: Mi miedo, es que han pasado cuatro meses y sigo sin tener las respuestas. Sigo sin saber qué hacer, cómo ayudarla. Pero enfrentar esa conversación una vez más, es como caer siempre en una misma espiral, que solamente gira, sin llevar a ningún sitio.
PAULA: Es que todas esas respuestas, las tiene DANIELA. Como te dije hace dos semanas, tú ya has hecho todo lo que podías hacer por ella. Ahora, la decisión es únicamente suya y en algún momento tendrá que tomarla.
POCHE: ¿Y si su decisión es seguir hundida? PAULA: Confía en la vida ─me pidió sonriendo con ternura ─Y confía en la decisión que tomó tu corazón.
POCHE: No creo que me quede otra opción ─volví a exhalar aire con una sonrisa ─Y hablando de eso, creo que ya va siendo hora de volver al hospital. Oficialmente, termina mi periodo de prácticas.
PAULA: Me va a resultar extraño no verte por aquí cada mañana.
POCHE: Vendré a visitar de vez en cuando. Se lo prometí a doña Rosa hace un rato, cuando fui a despedirme. Pero de todas formas, tú y yo nos veremos en la presentación de mi proyecto.
PAULA: Y no pienses que te vas a librar de mi tan pronto. Nos debes una cena a JUANA y a mí desde hace algunas semanas. Además, aún tengo las llaves de tu casa.
POCHE: Si no fuera por ti, RAMON estaría subiéndose por las paredes, pobrecito. Pero sí, definitivamente, cuando se calmen las cosas, nos debemos una borrachera.

PAULA: ¡Es un trato! ─exclamó extendiéndome la mano.
Al tiempo que sonreía, estreché su mano sellando el trato y cuando quise darme cuenta, PAULA me estaba sumiendo en un cálido abrazo que duró apenas unos segundos.
PAULA: Doctora GARZON, ha sido un auténtico placer, poder contar con sus servicios durante los últimos cuatro meses. Todo el equipo interdisciplinar del Centro de Salud Mental La Cascada, esperamos que su proyecto de fin de carrera sea todo un éxito. Y si decide aceptar nuestra propuesta, las puertas de esta residencia, estarán abiertas para usted en cualquier momento.
POCHE: Gracias por todo, Doctora GALINDO. El placer ha sido enteramente mío.
Con una última sonrisa y la fingida formalidad que se debe tener entre jefa y empleada, abandoné el despacho de mi amiga, sintiendo mientras camino por los pasillos de esta residencia, que dejo atrás, el que quizás haya sido el periodo más importante de mi vida. Dejo atrás, un ciclo en el que he aprendido tantas cosas de mi misma, como de las personas que me rodearon. Tantas historias, tantas mentes diferentes, tantos corazones sintiendo distinto. Lo dejo atrás, con una propuesta de trabajo sobre la mesa, sin tener ni la más mínima idea, de lo que será de mi vida a partir de ahora. ¿Le ocurrirá lo mismo a todas las personas que terminan sus estudios? Llevo cuatro años estudiando psicología. Entre libros, exámenes, clases y luego las prácticas. Esa ha sido toda mi vida desde que me fui de casa. Y ahora... todo acaba. Justo cuando creía que ya había tomado rumbo, que había encontrado mi sitio dentro de mi carrera, estoy a un paso de graduarme. ¿Qué viene después? ¿Por dónde sigue el camino? Tardé apenas unos minutos en llegar al hospital. Como cada día, me detuve en un pequeño puesto que hay en la entrada, donde una entrañable señora, vende flores de todo tipo.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora