|Capítulo 43|

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Martes 03/septiembre/2019

11:20 p.m.

Hace ya algunas horas que Madeleine salió de la cabaña y yo pese a que le prometí encerrarme en una habitación apenas pudiera la verdad es que con trabajo fui capaz de arrastrarme al sofá en donde he estado quieta sin señales de Ryan.

O mejor dicho de Zev.

Creo que entiendo la situación con sus personalidades y si lo que dijo Madeleine sobre el hecho de que Ryan no buscaba hacerme daño es cierto entonces todo esto comienza a tener un poco de sentido, pero no el suficiente.

Levanto el rostro, sintiendo de nuevo un dolor agudo en el estómago, pero intentando dejarlo atrás solo para encontrarlo sentado en una silla de la cocina quitándole la cascara a un par de manzanas con una navaja.

Lo observo en silencio y busco un poco de rastros del chico que antes conocí, pero ya no está más.

Parece que mi mirada es intensa porque alza el rostro para verme y me sonríe con cierto cariño, intenta levantarse, pero niego con la cabeza por lo que obedece y permanece quieto, su cabello negro y alborotado al igual que su rostro pálido y perdido son pertenecientes a alguien que no conozco en lo absoluto.

—Zev...—lo llamo.

—¿Sí? —parece feliz de escucharme pronunciar ese nombre.

—¿Fuiste quien ideo todo esto? —quiero saber.

—Él también lo quería, no me culpes solo a mí—ríe y es una risa completamente diferente a la que había escuchado ya tantas veces.

—Pero creo que, a diferencia de ti, él si sabía que esto está mal—señalo recordando sus expresiones en estos últimos días antes de dejarme caer una vez más sobre el sofá—dime algo quieres—jugueteo con los bordes de mi playera—¿después de que desapareció tras esa fatídica cita y regreso completamente cambiado, quien regreso eras tú?

—No—la diversión es palpable—yo siempre estuve ahí.

—¿De qué hablas?

—No importa cuántas terapias, medicamentos o platicas reciba Ryan Grazer, él jamás podrá deshacerse de nosotros—escucho el sonido de su navaja volver a cortar—siempre estamos presentes, yo jamás deje de escuchar, ver o sentir.

El silencio regresa y yo no vuelvo a cuestionar nada, pero parece que ahora es él quien quiere hablar.

—Yo cargué con lo peor—hay dolor y furia en su voz—yo fui el único que sufrió por eso yo soy el único que merece ser feliz.

—Los demás también son tú, Ryan es tú y él también sufrió—recuerdo cuando me conto su historia por primera vez en todo el tiempo que he estado aquí.

—Pero fue tan cobarde y tan débil que eso lo llevo a crearme—se carcajea—además de que es tan incapaz de mostrar su lado más roto que lo llevo a crear una personalidad más para que ella se encargara de eso—le escucho enterrar la navaja en la mesa—nunca has visto a Ryan llorar—me pienso en decirle que eso no es cierto, pero quiero seguir escuchándolo—y si piensas que si lo has hecho lamento decepcionarte y decirte que en realidad ese fue alguien más, alguien creado a base del dolor de un chico abandonado.

—¿A qué te refieres? —quiero saberlo, quiero saberlo todo para poder entenderlo.

—Yo nací cuando su padre lo golpeaba y dejaba sin alimento, cada vez que algo le dolía, molestaba o asustaba tenía que salir yo y tomar su lugar, tenía que aguantar los golpes, humillaciones, hambres y desprecios—incluso siendo él puedo escuchar el dolor en su voz—y cuando todo ello termino, volvió a ser un cobarde porque pese a que quería, no podía llorar cuando sus padres por fin lo dejaron, ya que me dejo sus peores recuerdos a mí no sabe mucho así que de cierta manera se sentía triste, pero sabía que algo andaba mal por lo que de nuevo no tomo la responsabilidad.

Obsesión fatal. ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora