Capítulo 9

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Todo parecía empeorar más cada día, Mariana comenzó a dudar que estuviera ahí para estudiar y empezó a creer que su misión era lidiar con problemas.

El viernes era el día más esperado de todos los alumnos, se hablaba por doquier sobre quien iría con quién al baile, se admiraba al personal de un lado a otro con arreglos, todos intercambiaban opiniones acerca de cómo serían sus vestuarios e ideas para la cena, sin embargo, Mariana deseaba detener el tiempo.

Ana entró cargando un sinfín de carpetas que dejó caer sobre el escritorio, a pesar de ello no comenzó dando indicaciones como de costumbre, esta vez tomó parte de la clase de matemáticas para hablar de la disputa de ayer.

—Es sumamente decepcionante saber que los valores que les han inculcado no sirven de nada. —Inició en un tono autoritario. —La disciplina que se emplea en esté establecimiento resultó ser consecuencia de agresiones entre ustedes. —Pausó para tomar aire. —La violencia en Ander no está permitida, están desprestigiando a esta institución, temo decirles a los involucrados que no podrán asistir al baile de otoño, en su lugar realizarán servicio comunitario.

Los estudiantes murmuraron con inquietud, la vista de Mariana se nubló en lágrimas

—El servicio va extenderse hasta el fin de semana, pasen después de clase a mi oficina por su horario.

Mariana hacía un esfuerzo para evitar quebrar en llanto, pero fue inútil, sus mejillas al poco tiempo se empaparon, Karen puso los ojos en blanco cuando se percató del lloriqueo de la recién llegada, Mariana se levantó para salir de prisa del salón y dirigirse a los sanitarios, Karen miró a través de un espejo su rostro, la definición de su maquillaje, el brillo de su labial, cerró el espejito y se paró del pupitre para salir del aula.

Cuando Mariana llegó, tomó papel higiénico del despachador y limpió sus lágrimas parada frente al espejo del lavamanos, mirando su hinchada y amoratada nariz cubierta por un parche, Karen la miró desde el umbral de la puerta con superioridad.

—¿Te pasa algo? —Preguntó en un tono que Mariana no alcanzó a identificar si era amigable o sarcástico.

—No era mi intención que se pelearan. —Negó con la cabeza, mientras arrugaba la cara para manifestar un llanto.

—Yo sé que no quisiste provocarlo, pero, ¿sabes que si provocaste? —Dijo está vez con un evidente tono sarcástico. —Que me quedará sin pareja para el baile. —Sumó irritada.

—¿Qué? —Preguntó con la voz temblorosa.

—Raúl era mi pareja, y acabas de arruinar nuestro primer baile escolar. —Rugió enojada mientras analizaba algo detrás de Mariana, al girarse encontró a Cristina parada a su espalda.

—Hola Karen. —Saludó Cristina con una sonrisa pícara.

—¿Vienes a rescatar a tu mascota? —Burló con malicia.

—Vine a decirte que, no es culpa de Mariana que Raúl la persiga.

—Raúl no la persigue. —Corrigió entre riendo con coraje. —Solo se divierte con ella, es su juguete.

—Mira... —Empezó a formular la gótica mientras se reía de su comentario. —...Eso háblalo con él, porque creo que el juguete eres tú.

—¡Ella no pertenece a nuestra jerarquía, tú deberías estar de mi lado!

—No me interesa ser una intelectual, todos lo saben.

—No me sorprende, eres incapaz de honrar tu apellido.

Karen salió del sitio, dejando sobre el aire, el veneno de su comentario.

—No llores. —Recomendó Cristina limpiándole con el pulgar las lágrimas que escurrían por sus mejillas.

—¿Por qué me molestan? —Inquirió sollozando. —No les hago nada.

—Precisamente por eso.

9:00 a.m.

Los tres chicos en silencio permanecían sentados en el despacho de Ana, mientras esta buscaba una caja de cartón que les extendió.

—Van a lubricar el quiosco del bosque. —Mencionó refiriéndose a la mesa mágica. —En la caja encontrarán el material para trabajar, cuando finalicen vuelvan al despacho para darles su siguiente tarea. —Añadió.

Los chicos asintieron en silencio y después salieron de la dirección.

—Lo siento, Hudson. —Dijo Erick tocándole el hombro a Mariana.

Se le miraba triste, con el gesto apagado y con una herida al costado de la ceja, Mariana no supo que responder y sin saber porque, lo abrazó con fuerza, con tanta que descargó todos sus pesares y angustias, por unos segundos él solo la observó, pero después le correspondió el abrazo.

A pesar de todo lo ocurrido estaba agradecida con él por haberla defendido de Raúl, sin duda era valiente.

El viernes trascendió con normalidad, lejos de la emoción que se percibía en todo el alumnado sobre el baile y sus preparativos. Mariana esa noche se fue a dormir temprano. Quería que todo acabará de una vez. 

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