Capítulo 32

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7:00 p.m.

—¿Dónde está Cristina?

Preguntó Omar abrochándose el último botón del saco negro, a un costado Mariana aguardaba frente a la puerta de la habitación de Paulina.

—No lo sé. —Respondió entre dientes.

La puerta de la habitación de la rubia se abrió paulatinamente produciendo un crujido agudo, Mariana se adentró sujeta de la mano de Omar que iba por delante, Paulina permanecía sentada en la orilla de la cama de espaldas, vestía un vestido negro de seda, su cabello se hallaba revuelto y su sollozo era estridente, Mariana se aproximó hasta postrarse enfrente, lucía en pésimas condiciones de salud, estaba pálida, con un rostro fantasmagórico, con unas prominentes ojeras moradas, con una mirada vacía y repleta de tristeza, Omar se puso a un costado para pasar por encima de su hombro su brazo y abrazarla.

El amanecer fue opaco, para la mañana del martes, la neblina se esparcía por los alrededores de la academia, la pérdida de Jonnathan se sentía en los corazones de todos los alumnos que asistían con pesadumbre al comedor, vistiendo prendas oscuras y costosos sacos de manta, al frente permanecía Ana con el equipo de seguridad a un lado y con otros miembros del personal al otro costado, un ramo de flores blancas adornaba casa mesa, cubierta por un mantel negro, una fotografía de Jonnathan se hallaba acomodada al frente, sostenida por un caballete, Paulina entró helando la respiración de los estudiantes y ocasionando murmullos indiscretos, escoltada por Mariana y Omar que detrás suspiraban con tristeza.

—Me sirvo del presente discurso para hacerle llegar a la familia Aburto, nuestras más sinceras condolencias por el sensible fallecimiento de Jonnathan Aburto Torres, hombre honorable y respetable de nuestra sociedad, señorita Paulina, permítanos ofrecerte nuestro más sincero apoyo y el de toda la asociación que tengo el honor de representar, en estos difíciles momentos por los que usted y el resto de la familia Aburto Torres están atravesando. —Proclamó Ana.

Por la mejilla de Paulina descendió una lágrima que cayó al suelo, Omar tocó su hombro con apoyo y frotó su mano.

—La señorita Natalia, solicitó decir unas palabras. —Anunció Ana apartándose para al poco tiempo apreciar a Natalia al frente.

—Gracias Ana, por propiciar tus condolencias en nombre de la institución, agradezco a cada estudiante que está aquí, compartiendo el pesar de la familia Aburto, estoy aquí en representación de todos y cada uno de los miembros de la presidencia que están de luto junto con nosotros, solo pretendo, con estas cortas palabras, llegar al corazón de cada uno de ustedes, para darles los más sinceros agradecimientos por haber acompañado a Jonnathan tan de cerca y de manera tan efectiva, en el desarrollo de su carrera musical, todos los plazos se vencen y hoy llegó el momento de despedir a Jonnathan, compañera Paulina, no permitas que en épocas difíciles la rutina, el conformismo o el desaliento entren en el diario vivir, si no, muy por el contrario, lucha por mantener el espíritu de innovación y el entusiasmo que te caracteriza y que ha sido el motor del desarrollo que has alcanzado, puedes estar segura de que seguiremos llevando a Jonnathan en nuestra mente y en nuestros corazones.

Una multitud de aplausos vibró por el espacioso lugar, ensordeciendo la amargura de Paulina.

—¿Paulina quieres decir unas palabras? —La voz de Mariana quebrantó su brumamiento y la hizo recaer nuevamente en la realidad.

—Sí. —Respondió en voz queda.

Paulina avanzó con los hombros encogidos hasta quedar frente a una muchedumbre de estudiantes que la escudriñaban con detenimiento, cuando alzó la mirada se heló, admirando el gesto compasivo de los espectadores, tiritó cuando admiró a Erick sonreírle desde una esquina, pasó saliva y agachó nuevamente la vista, su respiración le falló, se obstruyó tras suspirar repetidas veces.

Ander.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora