Capítulo 24

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Amaneció con una ligera llovizna que se extendió por toda la academia, el comedor estaba repleto de alumnos que deambulaban con sus desayunos, sobre la fina madera de la mesa más alejada de la entrada, descansaba una taza de café vacía, una rosquilla mordisqueada y un plato de porcelana con residuos de comida, Mariana se hallaba terminado de ingerir un trozo de rosquilla cuando su mirada se iluminó al ver a la directora entrar presurosa en el sitio para salir luego de que Berenice le tendiera su termo con café, se levantó con rapidez hasta cruzar el comedor y alcanzarla al trotar por el pasillo.

—Ana. —Saludó entre jadeos.

—Buen día, Hudson. —La directora se detuvo y se giró para encararla al tiempo que esbozaba una sonrisa.

—¿Puedo hablar con usted?

Ana asintió y reanudó el paso hasta llegar a la dirección, Mariana la siguió con paso lento, al girar el picaporte se adentraron en el despacho, que tenía nuevos accesorios, adornos de figuras abstractas sobre un nuevo librero de madera clara y una caja fuerte forrada de acero color verde militar descansando al costado de su escritorio.

—¿En qué puedo ayudarla?

Ana interrumpió el análisis del sitio que indagaba con la mirada, se sentó y calló por unos segundos tratando de elegir las palabras correctas. Lo cierto, era que Mariana estaba preocupada por su seguridad y la de sus amigos, la angustia la hacía llevar unas pronunciadas ojeras, una tez flácida y una mirada alertada.

—¿David está enterado de los recientes atentados? —Cuestionó intentado ocultar su preocupación.

Ana dejó el termo de café sobre el escritorio y se acercó para ver con más detenimiento a su alumna.

—Explíqueme

—Me siento insegura en la academia. —Dijo cabizbaja.

—¿Ha tenido algún motivo en particular para sentirse así? —Preguntó Ana mirándola con atención.

Natalia despertó en la enfermería ensordecida por el zumbido del electrocardiograma, con una visión tenue y cansada, respirando con facilidad gracias a la máscara de oxígeno, cuando alzó la vista, un cuarto de cuatro paredes blancas la recibió con acogimiento, Mauricio permanecía sentado en la silla del costado y se levantó al apreciar su inquietud.

—Estás en la enfermería. —Actualizó.

Natalia lo miró con vulnerabilidad caminar hacia ella, se acercó para tocarle la mejilla con la palma de la mano y cuando sintió aquella caricia, esta cerró los ojos dejando salir una fría y pesada lágrima, él le retiró con el pulgar la lágrima que descendió por su mejilla, el ritmo cardiaco registrado en el electrocardiograma aumentó con escandalo sumariamente.

—Erick estaba tan exhausto que decidí cubrirlo está noche.

El corazón de Natalia se encendió con notoriedad, pasó saliva e intentó moderar su agitada respiración.

—Debes mantenerte tranquila. —Sugirió él. —Pronto estarás bien. —Le susurró al oído provocando que se estremeciera.

—¿Le constaste?

La habitación llena de peluches suaves, una frescura producida por el aire que se filtraba desde la ventana abierta, un olor a dulce de vainilla, Paulina caminaba de un lado a otro tratando de disminuir su histeria.

Ander.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora