Capítulo 38

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Los casilleros se azotaban con vigor por el pasillo principal, los estudiantes intercambiaban murmullos, andaban de un punto a otro, cargando con útiles escolares y con pesadas prendas de invierno, anoche habían ocurrido revuelos que desencadenaron giros irreversibles, posturas que alteraron el presente de los involucrados y el futuro de una nación qué con debilidad, estaba en contienda con aquello, Verónica se hallaba con el rostro hundido en el interior de su casillero, admirando su afligido rostro en un espejo colocado al fondo, sus ojeras eran pronunciadas, tenía una tez fantasmagórica, su cabello estaba desaliñado, respiró con profundidad y se apartó con el propósito de dirigirse a la biblioteca, pero justo a unos pasos Mauricio obstaculizaba su camino, ella se mantuvo callada, sintiendo como su cuerpo tiritaba, como su respiración se dificultaba, como sus piernas dejaban de responderle, con vulnerabilidad le sostuvo la mirada.

—Supe lo que sucedió anoche con Natalia. —Dijo él con solidez. —Quiero informarte que te ganaste mi enemistad y decidimos exiliarte de la élite.

Verónica tiritó con más fuerza, jadeó tratando de recuperar el aliento y se apresuró a responder:

—Estoy consciente de que tomé una decisión impulsiva y estoy dispuesta a disculparme por mi actitud con ella, pero no puedes exiliarme de un grupo al cual por derecho me corresponde pertenecer.

—Un derecho que no ejerces.

—Sé que no soy muy participativa, que no suelo opinar ni sugerir mucho, pero todo mi poder está dirigido a las decisiones que toman y tienen mi apoyo incondicionalmente, ustedes son todo lo que tengo. —Rogó.

—Eso debiste pensarlo antes de ponerle una mano encima a mi novia.

Verónica sintió un frío incontrolable que le recorrió el cuerpo entero, un dolor arremolinado en el fondo del estómago que le hizo encorvarse, sus cristalinos ojos trasmitieron una piedad que Mauricio no consideró y en su lugar la admiró con desdén.

—Considérate una endeble. —Musitó él.

Ella palideció con más notoriedad, se quedó plantada en aquel pasillo, por el cual transitaban cientos de alumnos que golpeaban su hombro para pasar con arrebato, su mundo se vino abajo, pensó en su futuro, en las pocas posibilidades que tenía de triunfar sin ellos, sin utilizar el legado de su padre, pensó en su familia, en la fe que le habían invertido, en la esperanza que el país le tenía, en todo el esfuerzo que realizó por mantener un buen promedio, por ser una buena compañera, por ser una buena amiga, por confesarle con valentía sus sentimientos a alguien que había destruido su vida, concluyó que todo aquello había sido en vano, no tenía futuro, no tenía amigos, no tenía novio, había sido grandemente traicionada, encontró entonces unas pronunciadas lagrimas que descendían por sus mejillas, lagrimas que cargaban con todos los sueños, esperanzas, metas y visiones que acababan de derribarse.

Sobre el mismo vestíbulo, Cristina andaba sin tener idea el abandonó de los intelectuales hacia Verónica, cargando un numero de documentos resguardados dentro de una carpeta beige, se adentró a la biblioteca sin alzar la mirada, al cruzar un par de anaqueles y dejar caer los papeles sobre la mesa, esbozó un ademán desconcertado al admirar el aspecto de Erick y el rostro nostálgico de la otra.

—¿Todo está bien? —Preguntó.

Mariana intercambió miradas apretadas con Erick.

—Lo siento tanto Cristina. —Dijo él con un pesar verbal.

—¿Qué ocurrió?

—Nos engañaron. —Se pudo apreciar en la limpieza de sus ojos, el dolor que aquellas palabras le causaron.

Ander.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora