Capítulo 39

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8:00 a.m.

El alba alumbró con ligereza los cimientos refinados de la institución, dejando vibrar por el aire el canto de los pajarillos, dejando caer sobre los vitrales, los residuos húmedos de la neblina que cubrían la montaña, acaparando en las habitaciones, una brisa fresca.

Los botines de Cristina sonaban con escándalo por el vestíbulo, llamando la atención de los madrugadores estudiantes que aún bostezaban con pereza, su largo y sedoso cabello negro, se movía danzando a su espalda, vestía un conjunto abrazador, conformado por unos pantalones negros, una blusa blanca de manga larga con cuello formal y una robusta capa negra que le cubría debajo de los hombros, sus nudillos se posaron encima de la madera para producir un sonido estridente, al poco tiempo, Mariana abrió la puerta de su habitación soltando un bostezo y rascando su cabello con adormecimiento, Cristina se adentró al sitio, brincó con sorpresa al admirar a Erick durmiendo en su cama, con el rostro enterrado en la almohada.

—¿Hubo pijamada anoche y no recibí invitación? —Burló luego de permanecer unos minutos boquiabierta.

—Era dormirse aquí o embriagarse en su habitación hasta fallecer por una congestión alcohólica. —Contestó Mariana frotándose los ojos para mejorar su visión.

—¿Natalia? —Adjuntó Cristina levantando la ceja con cautela.

Mariana asintió con torpeza y bostezó nuevamente.

—Tenemos un solo día para comenzar con el entrenamiento de Mariana y para estudiar química, ¿y precisas holgazanear? —Dijo Cristina arrebatándole la almohada para lanzársela en el rostro.

Erick gruñó con fastidio y se cubrió con las cobijas hasta la cabeza.

—¡Arriba! —Voceó Cristina tirando de las mantas para descubrirlo.

Erick no respondió, no movió ni un solo cabello, pasó desapercibido aquel suceso y continuó durmiendo.

—¿Cuánto tiempo han dormido? —Cristina quiso saber con un toque de insistencia.

Mariana agachó la mirada para realizar un puño con su mano e ir desplegando los dedos hasta indicar el número 4.

—4 horas.

—¿Hablas en serio? —Exhortó Cristina con enfado.

—¡No!, fueron 3. —Corrigió esbozando una sonrisa traviesa.

—Las horas mínimas para dormir son ocho. —Manifestó Cristina enojada. —Dormir poco tiene graves consecuencias para la salud.

—Nos quedamos charlando en la cornisa, jugamos juegos de mesa y contamos chistes sobre los intelectuales, el tiempo se nos fue volando.

Cristina asintió con sarcasmo y acto seguido mencionó con alteración:

—¡Ya fue suficiente!

Se redirigió a Erick, sujetó sus talones con ambas manos y realizando un movimiento táctico y preciso, los arrastró hasta que quedó a mitad de la cama.

—Creí escucharte decir que debíamos dormir mínimo ocho horas. —Refunfuñó él con sorna.

—Podrás hacerlo cuando hayamos terminado de estudiar y de entrenar a Mariana.

—¿No habíamos decidido darle tiempo? —Agregó incorporándose en la cama para terminar de despabilarse mientras con sus manos frotaba su rostro para desadormecerlo.

—Está bien. —Secundó Mariana caminando hacia él. —Puedo comenzar a prepararme desde hoy.

—¿No prefieres meditar tu decisión? —Insistió Erick.

Ander.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora