Capítulo 45

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Había llegado el fin de semana, colmando de serenidad y una grata sensación de éxito por los rincones de la academia, más no para algunos alumnos, tras la fiesta de Aarón, habían quedado muchas secuelas que perjudicaba el orden mental, los excesos habían causado un declive.

Sobre el escritorio de cada pupitre reposaba el examen de física compuesto por varios ejercicios, los rostros de los alumnos permanecían fatigados y apretados, con ojeras, resaca, culpabilidad moral, falta de estudio, falta de sueño, y falta de conciencia, los estudiantes comenzaron a garabatear el documento para resolver los problemas, hubo un silencio absoluto producido por la tensión.

Desde que llegó, Erick no había pegado la vista en el examen, estaba perdido en sus pensares, demasiado distraído para armonizar sus conocimientos, suspiró, tomó el documento y lo dejó sobre el escritorio en blanco, para después abandonar el salón, hubo un cotilleo que causó revuelo, Cristina dejó salir un suspiro y regresó la mirada al examen, Omar y Paulina intercambiaron miradas ajustadas, Mariana frunció el ceño y se llevó la mano a la frente para cesar su exasperación.

Pasaron 45 minutos, y el examen finalizó, los estudiantes salieron del aula riendo y compartiendo opiniones, Mariana miró a todas direcciones, pero no halló a Erick.

—Todo es tu culpa.

Se giró esbozando un ademán perplejo y miró a Omar detrás, esperando una respuesta.

—¿Mi culpa?

—Perdiste tu esencia, ahora eres indigna y frívola como ellos.

—No tenía opción. —Plantó enojada. —Mi futuro cambió, yo cambié, todo cambió, no podía seguir siendo torpe y fantasiosa.

—Eso no es justificante, Cristina no cambió por ellos, ni por su entorno, pero entiendo que para ellos eres un títere y la muñeca de Erick, siempre lo fuiste.

Mariana arrugó las cejas para manifestar el dolor que aquel comentario le causó y expuso enojada:

—¿Quién eres tú para juzgarme?, habiéndome engañado, traicionado y mentido.

Omar se quedó parado mirando como Mariana desaparecía entre el gentío que caminaba por el vestíbulo.

—Ella tiene razón. —Dijo Paulina.

Nuevamente permaneció parado, mirando como Paulina se perdía entre los alumnos.

Mariana atravesó los pasillos sin dejar de buscar a Erick desesperadamente, hasta que se heló, mirándolo extraer de su casillero sus útiles escolares.

—Hoy en la mañana, cuando desperté, ya te habías ido de la habitación, ahora dejas el examen en blanco y te vas, ¿qué pasa contigo?

Erick mantuvo el rostro dentro del casillero, evitando mirarla, respirando con una creciente molestia.

—¡Di algo! —Voceó Mariana enojada.

Entonces él se giró con arrebato y la sostuvo con ambas manos de los hombros para clamarle con exasperación:

—¡Cometí un error al llevarte a esa fiesta!, ¡soy él culpable de tu humillación pública!, ¡de tu resaca!, ¡y de tu incontrolable nariz sangrante!

—¿Qué?

—No soy bueno para ti, Mariana. —Lamentó.

—Yo fui consiente de cada trago que di, mi comportamiento fue mi responsabilidad, quería probarte que podía ser como ellos...

—Exacto. —Interrumpió. —Fue a lo que te orillé, a actuar como ellos.

Mariana negó con la cabeza.

Ander.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora