Capítulo 25

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Justo cuando el sol aún no salía, escuchando el aullar del viento, palpando con cansancio, golpeando con ferocidad el saco de boxeo, se hallaba Raúl entrenando en el aula de educación física, al fondo de este, yacían diversos aparatos para entrenar, el preferido de Raúl, el saco.

Detuvo su práctica unos minutos para frotarse el rostro con una franela retirando el sudor y beber agua a raudales, finalmente salió de aquel sitio dándole un último puñetazo al costal, haciéndolo danzar de un lado a otro, al recorrer el pasillo y descender las escaleras, tomó rumbo al comedor, el cual se encontraba casi vacío, sin prestar atención a su entorno, se recargó en la barra y ordenó en un tono galante:

—Un licuado de fibra.

Berenice asintió con una sonrisa y desapareció por la puerta detrás, Raúl permaneció sentado en la barra jadeando de cansancio, por encima del hombro observó con admiración, a la persona que se encontraba sentada a su lado.

—No sabía que madrugabas los fines de semana.

Natalia levantó la mirada dejando ver sus espesas y sensuales pestañas, seguido de una sonrisa que en segundos conquistó a Raúl.

—No sabía que me espiabas. —Contestó él.

—No sabía que practicabas Box.

Aquel comentario lo dejó perplejo.

—¿A qué se debe tanto interés en mi rutina? —Quiso saber mientras esbozaba una sonrisa traviesa.

—Tengo una cicatriz en el abdomen, causada por las órdenes de un criminal que te exigió un confrontamiento con Cristina. —Berenice puso sobre la barra el batido, Natalia siguió con la mirada como Raúl sorbía de una pajilla el contenido. —Nosotros debemos tener el control de está academia y formaremos una resistencia para poder acabar con él.

—¿Karen está de acuerdo? —Preguntó presuroso.

—Lo estará. —Respondió cesando su inquietud de golpe. —Lo desenmascararemos antes de que los miembros de la élite de Cristina puedan.

—¿Quiénes están involucrados?

—Todos los intelectuales, investigaremos día y noche hasta obtener el control de esta academia. —Dijo con dureza.

—¿Qué necesitas que haga?

Natalia procesó su pregunta con lentitud, sonrió con un brillo deslumbrante y sacó con paciencia del bolsillo de su falda el mensaje que Tadeo le dejó la noche del enfrentamiento entre él y Erick, arrastró con sus dedos el recado hasta dejárselo enfrente.

—Asegúrate de ponerte en contacto con él. —Le dio un mordisco a su postre de crema y mientras se levantaba limpió el residuo cremoso que se escurrió de su boca para salir de ahí dejando impregnado un aroma dulce y caramelizado.

Estirando sus brazos para despertar con rapidez, se incorporó Mariana de su cama, esbozando gestos adormilados, con el cabello enmarañado, se levantó arrastrando las cobijas hasta el tocador, se recargó para admirar su rostro y río al ver reflejado un gesto anonadado, se frotó los ojos para mejorar su visión y salió de su habitación tratando de peinar su cabello entrelazando sus dedos, las regaderas estaban en su totalidad vacías, a pesar de aquello, eligió ducharse en un cubículo del final, el agua le congelaba al tacto, la frescura le hizo despertarse por completo, tomó un largo baño, tarareando algunas canciones que producían eco hasta perderse en el aire, salió con la toalla enrollada en el cuerpo, los dientes le temblaban por el frío y su piel se erizaba al deambular por el pasillo, al llegar a su habitación, se alistó con armonía y una paciencia casi angelical, cepillando su cabello, sacando sus mejores prendas de invierno, probando el maquillaje en su mano para optar por el más colorido e impregnando en su piel, el aroma de un delicada y mentolada esencia, finalmente dando un profundo suspiro salió, sus manos temblaban, su respiración era torpemente dificultosa, se entremezcló con los estudiantes que ya andaban por los vestíbulos, bajando y subiendo las escaleras y yendo de un punto a otro, salió por la puerta hasta llegar a la bella fuente que la recibió amistosamente con un ruido producido por el agua que la adornaba, caminó con paso lento hasta adentrarse al bosque, rumbo a la colina, la brisa movía su húmedo cabello y provocaba que su abrigo blanco danzara, descendió hasta llegar al riachuelo para brincar y estar al poco tiempo caminando en dirección a la mesa mágica, estando a unos metros se detuvo y decidió tomar aire y cerrar los ojos para disminuir su nerviosismo, dio unos pasos hasta encararse con aquel bello sitio, lleno de naturaleza, lámparas colgando de los árboles, ese quiosco rústico con esa característica mesa recién lubricada, Omar la esperaba sentado, admirando la foresta, tan apuesto, con su elegante y formal atuendo que adoraba usar, sus ojos analizando el paisaje, pasando sus dedos por su cabello sedoso y refinado, inevitablemente comenzó a temblar más, el frío y los nervios se mezclaron, al caminar Mariana quebró un colchón de hojas húmedas y secas que se expandían por el umbral, él observó por encima del hombro y esbozó una sonrisa de oreja a oreja al verla con la mirada atenta y una expresión tímida, se acercó a ella para abrazarla.

Ander.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora