Capítulo 50

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8:00 a.m.

El brusco chasquido de los botines militares resonó en los muros con estridencia y escándalo, los alumnos que ya se hallaban despiertos admiraron con temor como aquella tropa ascendía las escaleras con destreza guiados por David, todos sostenían una larga pistola militar con la cual apuntaban cautelosamente en cada rincón del pasillo, los soldados se dividieron en dos grupos, avanzando por el pasillo de los hombres y por el de las mujeres, se detuvieron a unos pasos de las habitaciones de los objetivos y esperaron las órdenes de David por un auricular transparente, la madera se trozó con agresividad dejando un hueco por donde lanzaron una bomba de humo, para segregar un sedante, acto seguido se adentraron voceando fuertemente indicaciones, las habitaciones estaban vacías, no había rastro de Kenneth, de Raúl, de Karen ni de Mauricio.

—Despejado. —Dijo uno de los soldados admirando con perplejidad los adornos exagerados de Karen.

David dejó salir aire por las fosas nasales, con furia.

—Aquí alfa azul, negativo. —Adjuntó otro colega.

David había optado por reclutarlos luego de saber su alianza con Kenneth y el cometido de Ramsés, pero era demasiado tarde, parecían estar tratando con criminales inteligentes.

—Registren toda la academia. —Ordenó David. —Incluyan zonas restringidas y el jardín.

Karen esbozó una sonrisa cuando escuchó el paso de los militares saliendo de su aposento, acto seguido dirigió la mirada a Raúl, que yacía a un costado, los 4 alumnos se hallaban sobre la cornisa, ocultos entre el tejado y las ventanas de poca visibilidad.

—Sé que habitaciones están desalojadas, síganme. —Ordenó Kenneth arrastrándose por el tejado, mientras miraba con detenimiento la ventana de los alumnos para corroborar su intrepidez, el resto lo siguió.

La llegar a la esquina de la pared, cruzaron la peligrosa abertura que dividía un pasillo de otro, y prontamente se escurrieron por una ventana luego de forzar la cerradura para adentrarse en un empolvado e inhóspito cuarto sin huésped, dejaron caer sobre el impecable edredón azul algunas mochilas repletas de herramientas y se apresuraron a sacar el contenido para encontrar dentro, cuerdas, mapas y planos de la academia y sus alrededores, armamento blanco, pequeños aparatos de espionaje, entre otras cosas.

—Ya saben qué hacer. —Dijo Mauricio con superioridad.

Mariana se amarró el cabello en una coleta alta para despejar su rostro, se abrochó con lentitud el cierre de la chaqueta deportiva negra, acto seguido ingirió dos pastillas blancas y las tragó bebiendo de un vaso con agua, jadeó con amargura y miro a Erick detrás, que aguardaba con impaciencia.

—Ya estoy lista. —Le dijo con un gesto de angustia.

Mariana observó cómo algunos alumnos llevaban caras alegres y llenas de ignorancia, sin conocer lo que les deparaba, respiró con profundidad para forzarse a mantener la cordura y anduvo hasta llegar al aula de educación física, mirando a dos soldados plantados en la entrada, sosteniendo una carpeta llena de hojas, fotografías de los estudiantes y una pequeña cangurera con armamento visible y otras herramientas.

—Nombres. —Exigió uno de ellos.

—Mariana Hudson Hipólito.

—Erick Lozano Valencia.

El otro sacó de la cangurera un sello metálico con cedras puntiagudas y un pequeño artefacto de acero semejante a una jeringa con una gragea dentro, Erick extendió el brazo y el soldado lo rodeó con su mano para ponerle el sello en el antebrazo y grabarle unos dígitos y letras, Erick gimió de dolor al sentir el ardiente metal quemarle la piel, entonces el otro apartó el sello y dejó caer su brazo, para preparar el otro aparato.

Ander.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora