Metida de Pata

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...

—¿Mamá?— preguntó Neela con un hilo de voz, avanzando hasta ella y aguantando las lágrimas que querían salir.

—Mi pequeña— susurró con el labio temblando, mirando maravillada como su hija había crecido, ahora hasta alcanzaba su estatura, todo lo contrario a cuando tenía 7 años.

Lentamente terminaron una frente a la otra, observando cada minúscula cosa que había cambiado en sus rostros, Odette no pudo contener sus impulsos y colocó su mano en sus mejillas coloradas, dejando escapar una lágrima cuando lo hizo.

Al igual que su madre, Neela no pudo evitar llorar cuando ella la atrajó hasta ella en un abrazo, sólo pensaba en lo mucho que la había extrañado, el hecho de que casi había olvidado cómo se sentía un abrazo materno, y lo mucho que disfrutaba oler aquel dulce aroma que siempre acompañaba a su progenitora.

Pero algo más llamó su atención, y es que a pesar de que cuando fue apresada era delgada, ahora estaba flaca, y casi podía sentir sus costillas, preocupada se separó de ella observando sus ojos oscuros que parecían reflejar la galaxia entera.

—¿Qué te hicieron?— Delphini negó, alejando aquellos oscuros recuerdos de cuando estuvo en Azkaban.

—No vale la pena recordarlo— limpió las lágrimas de sus mejillas guiandola hasta la sala, mientras Kampell cerraba la puerta y peleaba con Tanatos.

Al entrar a la sala, millones de sentimientos y recuerdos la llenaron de pies a cabeza, observando cada cuadro de la estancia, sintiendo cómo su corazón se apretujaba cada vez que pasaba su vista de uno a otro.

Justo arriba de la chimenea, un gran retrato estaba colocado ahí, con Belmont, Odette y Neela, sonriendo a la nada mientras intercambiaban miradas. Cuando Belmont tocó la barbilla de Neela, que estaba sentada en las piernas de su madre, la joven no pudo evitar imitar la acción.

—Yo también lo extraño— dijo su madre a su espalda, acariciando su anillo de bodas y compromiso —Todo fue mi culpa— murmuró con otra lágrima inundando sus mejillas.

—Mamá ¿Qué pasó?— Delphini hundió su cara entre sus manos, aterrada al escuchar esa pregunta —Por favor, sólo quiero saber— pidió sentándose junto a ella, tomando su mano para ver en sus recuerdos, pero sólo vio su rostro negando.

—¿Olvidas que tengo las mismas habilidades que tú, Neela?— miró hacia el jardín, recordando cada "Te amo", cada beso, cada abrazo. Y al recordar a Belmont su corazón se partió en pedacitos, pero al volver a ver a su hija, que tenía sus mismos ojos, se reparó.

Abrazó otra vez a su hija para desahogarse, cerrando los ojos fuertemente, carcomiendose por la culpa. Se separó de ella y cuando pasó la emoción del reencuentro, se dio cuenta de la desgastada imagen de su hija.

—¿Qué te hiciste?— preguntó después de posar su mano en la suya, viendo cómo se retorcía del dolor en el ritual para después observar cómo se peleaba con un apuesto joven.

—No pude evitarlo— respondió acariciando las plumas de Tanatos, que se había puesto en sus piernas. Y al pensar en lo ocurrido, dio un trago amargo, recordando lo que había hecho Tom.

—La cena está servida— dijo Kampell con su ronca voz, haciendo una reverencia a sus amas, aún viendo con un brillo en sus ojos a Neela.

—Sabes que no tienes que hacer eso— repuso su madre, hablando acerca de la reverencia.

Caminaron siguiendo al elfo, y con cada paso que daba, sentía más pinchazos en su corazón, cada lugar que miraba, le recordaba a su padre y eso la lastimaba. El no poder haberlo visto antes de que muriera ni despedirse de él, era algo que la perseguiría toda su vida.

Enamorada De Tom Riddle [Tom Riddle y Tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora