XIV. En el callejón.

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Capítulo Catorce.

¿Por qué tengo que ser tan despistada? Ésa persona extendió su mano, la tomé, me ayudó a levantarme del suelo.

Al estar de pié lo miré a los ojos, es un chico. Lo miré unos segundos, sus ojos son azules, en un tono claro, como el mar, su cabello rubio y rizado. Las facciones de su rostro son delicadas. Terminé mi análisis y hablé, antes de que se diera cuenta que lo estaba mirando.

— Perdón, en serio, no estaba viendo.. — Él me interrumpió.

— Tranquila fué mi culpa — Habló sonriendo. Me quedé callada, y él habló otra vez — Yo soy Caleb.

— Atenea.

Sonrió — Lindo nombre. — Le devolví la sonrisa. El timbre de entrada a clases sonó, él me miró — Bueno, espero verte luego.

Le regalé una sonrisa — Eh, sí, hasta luego.

No dije nada más y escapé de ahí, diablos, ¿Será que todo el mundo en ésta Universidad se presentará? Vale, tal vez estoy exagerando, pero me da mucha vergüenza interactuar con personas que no conozco, me quedo sin palabras y no sé qué decir.

Caminé hasta mi salón, y ahí me encontré a Kimberly, por suerte aún no ha llegado el profesor, me senté al lado de mi prima — Buenos días.

Ella sonrió — ¿Y esa cara, chica?

— Acabo de hacer el ridículo.

— ¿De qué hablas?

Suspiré y la miré — Olvídalo.

El profesor llegó, saqué uno de mis cuadernos de la mochila, todos tomábamos nota de lo que decía, estaba haciendo un análisis sobre un libro, "Metafísica", es una de las obras más controvertidas de Aristóteles. Entre otras cosas, analiza los distintos tipos de causa, forma y materia, la existencia de objetos matemáticos, cuestiones tratadas en otras obras. Finalmente, incluye la temática de la de Dios como principio y causa.

Escribí todo lo que pude, y fué bastante. Escribo muy rápido y lo que dice el profesor se graba en mi mente, al menos por diez segundos.

A las 5:00 p.m. terminaron las clases, Kimberly y yo salimos del salón, cogí mi mochila y la puse en mi hombro.

— Eh, mira a Eduard.

Miré a la dirección que ella estaba mirando, y él venía hacia nosotras, vaya, ¿Hasta cuándo aparecerán hombres en éste día?

Se acercó a nosotras, antes de hablar, dió un beso en la mejilla de cada una, me miró — ¿Ya te vas? — Asentí — Te quería invitar a tomar algo.

Vaya, ésto me ha sorprendido, pero no puedo ir, por una simple razón, ya mi padre me dió una advertencia cuándo fuí a por un café con Kimberly, si hoy también voy a algún sitio, y más con un chico, me castigará, y no quiero éso.

— Lo siento, Eduard, me encantaría, pero tengo cosas que hacer en casa.

Él soltó una pequeña sonrisa — Bueno, no importa, ya será otro día — Asentí. Le dí un beso en la mejilla y seguí caminando con Kim, ella abrí los ojos.

— Vaya, éso ha sido fuerte.

Suspiré — Menudo día de mierda.

Caminamos hasta el auto de ella, y las dos nos subimos, condujo hasta mi casa, al llegar me bajé del auto.

Ella bajó la ventanilla, la miré — Hasta mañana, pelusa.

— Cuídate, nena.

Asentí y entré a mi casa cerrando la puerta a mi paso, no ví a nadie en la sala de estar ni en la cocina, supongo que mis padres estarán en su habitación. Iba a subir a la mía, pero a mitad de mi camino por las escaleras escuché gritos, bajé otra vez, vienen de la habitación de Jason.  

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