XLVII. Quema el alma.

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Capítulo Cuarenta y siete.

Bajé las escaleras, mi padre tiene que llegar temprano al trabajo y por lo tanto dejarme ya mismo en la universidad. Es lunes, así que quiero comenzar la semana con algo de positivismo, no sé, tal vez así me vaya mucho mejor.

Sin desayunar al menos, salí de la casa y me subí al auto con mi padre. Fueron unos treinta minutos hasta Universidad de Tennessee, pero cuando llegué, comencé mi ritual de dos besos en las mejillas para luego bajarme del auto.

Ví a Kim con su teléfono, al parecer texteando en él. Me acerqué a ella, a penas me vió sonrió de oreja a oreja y me dió un beso en la mejilla.

—Nena —Habló— El sábado te llamé varias veces pero nunca lo cogiste.

Venga ya, ¿Kimberly también me llamó? Dios, empiezo a pensar que estar con Jason me hace irme a otro planeta.

—Estaba cansada, no tenía ánimos para hablar —Le respondí.

—Tranquila, ¿Ya te sientes mejor? —Asentí sonriendo— Te tengo que contar algo.

Sonreí —Dime.

—Dylan y yo seguimos hablando y cada vez avanzamos más —Me quedé mirándola— ¿No te alegras por mí?

—No es éso, pelusa, simplemente que él no me gusta para tí.

—Vamos, ¿Por qué se mete droga? Dylan es más que éso, Atenea. Las personas son más que sólo apariencias —Me quedé callada unos segundos. Ella tiene toda la razón, y... yo no sé quién demonios soy para juzgar, no tengo derecho, porque yo también me estoy metiendo con alguien igual, con la agravante de que es mi primo.

—Perdón, tienes toda la razón —Ella me miraba— Me pongo así porque te quiero, y lo ultimo que deseo es que estés mal o sufras.

Ella sonrió —Éso no va a pasar, y si sí, pues ¿Tengo tu hombro, o no?

Solté una pequeña carcajada —Sabes que es todo tuyo.

Ambas sonreímos, y al mismo tiempo escuchamos las campanas de la universidad interrumpiéndonos, por lo que aún riendo, entramos teniendo nuestros brazos entrelazados.

Y me siento mal, porque Kimberly me lo cuenta todo, hasta lo más irrelevante sabiendo que yo me puedo molestar, y yo... no le he contado nada de Jason.

No quiero ser mala amiga y mucho menos mala prima para Kim. Ahora mismo no sé qué hacer, me siento contra la espada y la pared. La pared es contárselo a Kimberly, y la espada indudablemente son mis escrúpulos. 

Traté de alejar toda culpa de mi cabeza para concentrarme en las clases, prometí que comenzaría el día con alegría. Y más cuando hoy tengo que entregar el proyecto. Espero que todo salga bien, por favor. A penas entramos al salón nos sentamos en nuestra mesa habitual. Y a los segundos, literalmente, llegó el profesor de Religiones del mundo, así que saqué mi cuaderno de ésa materia y los libros.

El profesor explicó que el próximo lunes tendremos el primer examen de la materia, y que estudiemos todo lo que hemos visto hasta el momento, nada más que éso. Al menos espero que sea así, porque siempre que un profesor dice éso, sale absolutamente lo contrario.

Más tarde, entregué mi proyecto, al igual que Kimberly, espero que tenga el máximo de puntos, éso merecería una celebración. Creo que estoy borracha. Todo el día transcurrió así, dolor en los dedos por la culpa de escribir tanto. Puedo decir que lo más importante del día fué la hora en la que ví a Caleb entrar al baño con Scarlett.

PROHIBIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora