XLVIII. Casi muero.

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Capítulo Cuarenta y ocho.

Y pues, por si se preguntan qué ha pasado con Jason éstos días, la respuesta es fácil y sencilla, absolutamente nada, ni siquiera hemos cruzado palabra. Lo que nosotros tenemos es algo muy extraño, siempre va al extremo, o estamos genial o pésimo, no creo que haya punto medio.

Subo a mi habitación y me meto en mi cama con mi laptop, pero escuché llegar a mi teléfono varias notificaciones, así que lo cogí. Son mensajes de Kimberly, ¿Qué estará ocurriendo para que ella me mande tantos mensajes seguidos? Vamos Atenea, no debe ser nada.

Mensajes de texto.

Ella: Nena, ¡Necesito tu ayuda! Dylan me invitó a un bar de la ciudad pero estoy en mis días, y me da vergüenza decirle que no podré ir.

Ella: A penas leas ésto respóndeme.

Ella: Estaré esperando tu mensaje.

Inmediatamente empecé a escribir.

Yo: ¿Y en ésta historia dónde entro yo?

Ella: Que quiero que me acompañes, así si estás tú él no me querrá llevar a su casa a hacer lo otro.

Yo: ¿No es más fácil decírselo?

Ella: Va a creer que es una excusa barata. ¡Por favor, ayúdame! Sólo estaremos allá unas horitas :(

No puedo contenerme a sus súplicas, además, sé que si yo estuviera en alguna situación similar ella me ayudaría.

Yo: ¡Ah! Está bien, cómo decirte que no.

Ella: Te amo :) En una hora pasamos a por tí.

Yo: De acuerdo.

Fin de los mensajes de texto. Salí del chat, y suspiré, en realidad no tengo ganas de ir a ningún bar, y más sabiendo que los que están cerca de la ciudad son un tanto peligrosos, ya que son en lugares oscuros donde no va la policía. Podríamos llamarlos los callejones ocultos de éste pueblo de Tennessee.

Son las 10:00p.m por lo que mis ganas de vestirme y arreglarme para ir a un lugar al que en realidad no tengo ganas de asistir, son muy pocas y escasas. Así que en mi closet busqué algún vestido sencillo. Encontré uno de color azul, con una tela bordada. Supongo que no es la mejor opción para un bar, pero como ya dije, mi emoción por ir es poca, muy poca. Mis zapatos también los elegí cómodos, unas zapatillas pegadas al suelo de color negro. Y mi cabello simplemente lo alicé. ¡Alguien debería enseñarme a hacer peinados para cabello corto! Sí, he visto tutoriales, pero son demasiado complicados.

Escuché el timbre de mi teléfono, y en la pantalla ví que es Kimberly, lo que quiere decir que ya está abajo esperándome.

Vamos allá, espero que me vaya bien, las cosas imprevistas no son lo mío.

Salí de mi habitación tratando de no hacer ruido. ¿Por qué? Simplemente porque no le avisaré a Jason que iré a ése bar, estoy más que segura de que él lo impediría por todos los medios, y aunque sería una excusa muy buena para salir de ésto, no lo quiero hacer, porque quiero ayudar a Kim.

Se lo debo, y más cuando le estoy ocultando algo tan importante.

Abro la puerta de la casa, para luego cerrarla con mucha cautela, y la ví en el auto de Dylan, con su cabeza fuera de la ventanilla y una sonrisa de oreja a oreja, lo cual provocó otra de la misma magnitud en mi rostro.

Me acerqué a ellos y desde dentro abrieron la puerta para que me sentara en la parte de atrás del auto de Dylan.

—Buenas noches, chicos —Les dije sonriendo.

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