XXXIX. Propio placer.

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Capítulo Treinta y nueve.

Jason Weller.

Bajé a mi habitación con una sonrisa en el rostro. Relamí mis labios. A penas entré mi móvil comenzó a vibrar en mi bolsillo. Lo saqué y miré la pantalla, es mi madre.

Llamada telefónica.

Yo: Hola, mamá.

Ella: Hijo, ¿Cómo estás?

Yo: Todo increíble, ¿Y tú?

Ella: Un poco triste porque casi va a hacer un mes que no te veo. ¿Cuándo vendrás a ver a tu madre?

Yo: ¿Estás en casa ahora?

Ella: Sí.

Yo: Bien, ahora voy para allá.

Colgué el teléfono. Acomodé mi miembro en mi pantalón, era obvio que haciéndole sexo oral a Atenea se iba a poner erecto y con ganas de penetrarla.

Acomodé el piercing de mi labio inferior, y en mi mesita de noche cogí una caja de cigarrillos y la metí en mi bolsillo.

Salí de mi habitación y luego de la casa. Giré la llave para encender la moto, activé el botón del switch y metí segunda velocidad.

Conduje algunos minutos hasta llegar a mi casa. Estacioné la moto fuera y quité las llaves. Me bajé de ésta y caminé hasta la puerta.

—Mierda —Dije al darme cuenta que olvidé traer las llaves. Así que toqué el timbre, y a los segundos abrió mi madre.

Al verme me abrazó —Hijo.

Le devolví el abrazo y entré sin decir nada.

—¿Y mi padre? —Pregunto.

—Está en su habitación. ¡Jack! —Gritó. Y a los segundos él bajó.

—Jason —Habló al verme, se acercó y me dió un abrazo —Siéntate hijo.

No dije nada y me senté en uno de los sofás de la sala de estar, mi madre fué a mi lado.

—¿Cómo va todo en la casa de tus tíos? —Pregunta ella.

—De maravilla.

Mi padre me miró unos segundos y luego habló —¿No has tenido ningún problema para que debamos preocuparnos?

Negué con la cabeza, de mi bolsillo saqué la caja de cigarrillos y cogí uno, lo encendí con mi encendedor. Le dí una calada.

—¿Qué te he dicho de fumar y más en la casa? —Habla mi padre.

—Que está mal.

—¿Y por qué lo haces entonces?

Solté el humo que retuve en mi garganta —Porque soy mayor de edad y hago lo que me salga de los... —Miré a mi madre— Lo que quiera.

—No debajo de mi techo.

Mi madre irrumpió —¿Quieres café, cariño? —Me pregunta.

—No, un vaso con agua.

Ella asentió sonriendo y caminó rumbo a la cocina.

—¿Con qué dinero compras los cigarrillos? —Solté una pequeña carcajada.

—Ése es mi problema, cuando el dinero me lo des tú te daré explicaciones de para qué lo uso.

Él suspiró —¿Cuándo tú y yo vamos a poder estar bien, Jason? Tratarnos como padre e hijo, siempre que intento hablarte te pones a la defensiva.

—Porque tú no intentas hablarme, intentas controlarme, que es algo muy distinto —Él iba a hablar— No tengo ganas de entrar al mismo debate de siempre.

Mi madre regresó con el vaso y me lo dió, lo incliné en mi boca y bebí de él.

—Cariño, que estes en la casa de tus tíos no significa que éste deje de ser tú hogar, puedes venir cuando tú desees —Dijo mi mamá, le regalé una sonrisa.

—Lo sé, mamá.

Pasé una mano por su cabello y lo acaricié, ella recostó su cabeza en mi hombro.

Hablamos mucho y de vez en cuanto crucé algunas palabritas con mi Papá, me quedé a cenar ahí, para complacer a mi madre porque no tenía ganas.

Cuando terminamos de comer, en absoluto silencio, ella recogió todo y lo llevó a la cocina.

—Yo ya me voy —Digo.

—¿Ya? —Pregunta ella—De acuerdo, cariño.

Me dió un corto abrazo y me acompañó a la puerta, al igual que mi padre. Ahí, abracé otra vez a mi mamá y a él le estrujé la mano.

Caminé hacia mi moto y me subí, de mi bolsillo saqué las llaves. Sin decir nada arranqué la moto.

No fué tanto tiempo hasta la casa de mis tíos, a penas llegué estacioné la moto en el garaje, y entré a la casa. Fuí directo a mi habitación, y me senté en la cama.

Son las 10:45p.m, sí, estuve bastante rato en la casa de mis padres.

Por mi cabeza pasó Atenea, y lo que había pasado antes. Relamí mis labios.

Estuve unos cinco minutos recordando aquello, e imaginándome lo que sería estar dentro ella. Bajé mi mirada y ya estaba duro con sólo pensar en éso.

Llamaría a Scarlett o a cualquier chica de mi gran lista de contactos, pero no podría aguantar hasta penetrar a alguna de ellas.

Cogí mi ordenador y lo puse delante de mí, fuí a la sección de fotos y busqué una de Atenea, claramente tengo fotografías de ella, es mi prima.

Seleccioné una en la que esta seria, mirando a la cámara, dando la ilusión de que me mira a los ojos. Tiene un top de color blanco pegado al cuerpo en la foto, por lo que se marcan sus senos.

En mi mesita de noche cogí marihuana y preparé con ella el último porro que me queda.

Cerré la puerta con seguro, bajé mi pantalón y mi bóxers. Me metí a la cama. En un cajón de la mesita de noche cogí crema humectante, recreando lo que sería el interior de una vagina. Y la apliqué en mi miembro. Encendí el porro de marihuana y me lo llevé a la boca.

Con la mano que estaba libre froté mi pene hacia arriba y hacia abajo, lo presiono hacia abajo y froto la cabeza rápidamente, luego apoyo la mano en la parte superior para añadir presión.

Caladas y más caladas y yo no dejaba de ver la foto de Atenea. Utilicé el pulgar y el índice para ayudar. Cubrí la parte superior e inferior del glande y lo masajeé, no suave, sino rápido y constante.

No aparté mis ojos de su foto, ni el porro de mi boca y menos una mano de mi miembro.

Atenea está acumulando en mí muchas ganas de cogerla, y cada vez necesito saciarlas más.

Mordí mi labio inferior y luego expulsé el humo que tenía en mi boca.

Aceleré el ritmo de mi mano, subiendo y bajando más rápido.

Y siento que cada vez falta menos para correrme, para soltar lo que tengo acumulado desde el primer beso que nos dimos Atenea y yo.

Soltaba pequeños gruñidos cuando no tenía el porro en la boca, le dí la última calada, y al tener mis dos manos libres, una la seguía utilizando para subir y bajar, y con la otra acariciaba mi glande.

Aún sin dejar de ver su foto.

Sentí una sensación de placer intenso, un cosquilleo en mi interior y éso significa que estoy a punto de correrme.

No detuve mis manos, al contrario, intensifiqué mis movimientos y toques, haciendo que me corriera, mojé mis labios.

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